El resurgir de los oficios aumenta la matrícula de alumnos en las escuelas especializadas

El mercado laboral está requiriendo trabajadores que ejerzan labores que parecían extinguirse y también algunos que sepan trabajar con materiales nuevos. Esto ha hecho que las escuelas de oficios tengan matrículas completas y haya lista de espera para realizar talleres y cursos.

El resurgir de los oficios aumenta la matrícula de alumnos en las escuelas especializadas
El grupo joven busca una primera salida laboral, mientras que el otro segmento realiza el curso para tener el certificado oficial, para aumentar su capacitación o para cambiar de actividad para mejorar su fuente de ingresos.

La Inteligencia Artificial (IA) puede dar muchas respuestas, hacer muchas cosas y su evolución es constante e ilimitada. Pero la IA jamás cambiará el cuerito de una canilla, no injertará frutales, no colocará pisos cerámicos ni reparará la pata de una silla. No, definitivamente no hará esas cosas ni muchas otras, en donde la mente y las manos sensibles del ser humano siguen siendo irremplazables. Por eso, hay oficios que siguen siendo indispensables y un sector de los adolescentes y adultos jóvenes los han vuelto a ver, (muchos ya lo han comprobado) como una salida laborar segura y, en muchos casos, más redituable que otras alternativas profesionales.

La tecnología avanza sin pausa, pero no puede reemplazar al Hombre en todo. Puede llegar a cosechar, pero no hay ninguna que pueda realizar trabajos de poda en forma autónoma, porque no logra distinguir entre chupones y cargadores.

Por esto, las escuelas de oficios tienen cada vez más alumnos. Cursos, talleres y carreras cortas tienen matrículas numerosas y, en muchos casos, largas listas de inscriptos en lista de espera.

“El único requerimiento que tiene la escuela es que los alumnos sean mayores de edad”, dijo Analía Zugasti, coordinadora de la Escuela Superior de Oficios Manuel Belgrano, en San Martín.

Además, agregó que, “si bien tenemos alumnos de todas las edades, la mayoría son de dos franjas etarias bien marcadas: de 18 a 25 y de 45 a 50 años”. El grupo joven busca una primera salida laboral, mientras que el otro segmento realiza el curso para tener el certificado oficial, para aumentar su capacitación o para cambiar de actividad para mejorar su fuente de ingresos.

La Manuel Belgrano inauguró a comienzos de septiembre pasado. Fue construida por la Municipalidad de San Martín y es coordinada por ella, aunque Zugasti aclaró que “somos responsables del espacio, de articular las funciones, de lo administrativo, pero lo educativo, los profesores y la certificación educativa, son de la DGE, de la UNCuyo y del ITU, lo que garantiza la calidad y la validez de las certificaciones”, y subrayó que “esto nos diferencia del resto de las escuelas de oficios municipales”.

La matrícula de esta escuela es de 400 alumnos y, según la información oficial, hay más de 3.000 anotados que han quedado en un banco de datos a la espera de que comiencen nuevos cursos.

La mayor demanda es en los cursos de carpintería en MDF e instalación y reparación de aires acondicionados. Además, se dictan los cursos de operador de máquinas de confección de indumentaria, informática, gastronomía, construcción en seco, soldadura, auxiliar mecánico, instalaciones sanitarias y calderista.

“Hay empresas que ya han recibido pasantes y hay varios alumnos que ya han conseguido trabajo en ellas o están trabajando con mucho éxito en forma particular”, destacó la coordinadora.

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Qué dicen

Sebastián cursa Instalación y mantenimiento de aires acondicionados. Es joven y busca una salida laboral que le permita planear su futuro.

“Terminé la secundaria y hoy no puedo acceder a cursar una carrera universitaria, por el tiempo y por los costos que implica. Tener la posibilidad de aprender un oficio que me ayude a sostenerme económicamente para después ingresar a la universidad, es para mí muy importante”.

Él está aprendiendo desde cero, pero cuenta que “hay muchos compañeros que sabían hacer algunas cosas, pero querían obtener la certificación profesional, porque eso ayuda mucho al momento de buscar trabajo”.

Alejandra ya ha tenido algunas experiencias laborales, pero busca un oficio que le permita estabilidad y que le guste. Por eso se anotó en el curso de que la capacita en el oficio textil.

Cuenta que “desde que comencé el curso de corte y confección, he descubierto un mundo de posibilidades creativas. La satisfacción de ver cómo una idea se transforma en una prenda única es indescriptible”.

Agrega que “además de adquirir conocimientos técnicos, he tenido la suerte de conocer a personas maravillosas que comparten mi misma pasión. La camaradería y el apoyo mutuo han hecho que el curso sea aún más enriquecedor. Las clases prácticas y los proyectos en equipo han sido una excelente oportunidad para conocer a mis compañeros y aprender de sus diferentes perspectivas”.

El curso de Calderista, tiene algunas particularidades. Es el único que no dicta fuera de la Escuela sino en las aulas del PASIP, en Palmira. La mayoría de los alumnos son adultos de más de 30 años, muchos ya trabaja en esto y fueron las empresas en las que se desempeñan las que los envían para reforzar sus conocimientos y que tengan la certificación oficial.

Además, es un grupo orgulloso del oficio y aclaran inmediatamente que el curso que tiene el nombre genérico de Calderista, en realidad se llama “Operadores de recipientes a presión con o sin fuego”.

También en la universidad

Además de otras escuelas de oficios municipales, como la de Godoy Cruz y Guaymallén, y de algunas privadas, también la Universidad Nacional de Cuyo tiene una amplia oferta de cursos y talleres que se renuevan constantemente.

Toda la información se puede encontrar en las páginas oficiales y es recomendable consultarlas periódicamente, ya que constantemente se ofrecen nuevos cursos y talleres, la gran mayoría pensados en dar respuesta al requerimiento del mercado laboral en determinada mano de obra.

A través del Instituto Tecnológico Universitario, la Facultad de Ciencias Agrarias y el Instituto Universitario de Seguridad Pública, la UnCuyo ofrece la capacitación de oficios tan tradicionales como los de electricidad, plomería, soldadura, mecánica, hasta particularidades como las de marketing digital, fibra óptica, manejo de autoelevadores, uso y mantenimiento de motosierras y el de encargado de finca.

Quienes se inscriben no solo son aquellos que tienen un interés personal en adquirir o perfeccionarse en un oficio, sino que también hay empresas que impulsan a sus empleados a realizar los cursos para aumentar sus saberes o para que obtengan la certificación oficial.

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El resurgir de los oficios

La enseñanza de los oficios se trasladaba en forma natural de padres a hijos en un pasado que parece ser muy lejano. Incluso también estaba la costumbre, para aquellos muchachos que no tenían inclinación para el estudio, de que los padres los mandaran como aprendices a algún taller o con un obrero experimentado, para que pudieran ganarse la vida en el futuro. Por lo general el aprendiz trabajaba gratis o por unos pocos pesos, a cambio de la enseñanza.

Claro, todos preferían que el joven estudiara, imaginando que tendría así un mejor pasar. “Una lapicera es más liviana que una pala” era, quizás con distintos matices, la frase clásica que escuchaban los hijos.

Por distintos motivos esto fue cambiando. La mejora en el acceso a la educación superior y el avance de las tecnologías, entre otras, hizo que esa herencia fuera perdiendo fuerza.

Pero esta vida actual sigue requiriendo oficios. Los zapateros y las costureras no dan abasto. Los plomeros, los electricistas y los mecánicos dan turnos con esperas larguísimas. Dicen (mejor es ponerlo en boca de otros) que los carpinteros tardan meses en cumplir con sus entregas porque están sobrepasados. De los jardineros mejor no hablemos.

Para colmo hay tendencias nuevas que no van al ritmo de la cantidad de personas que conozcan y se dediquen a esos oficios nuevos, como la instalación de paneles solares. Los materiales cambian y no todos saben utilizarlos, como la construcción en seco, por ejemplo. Y para completar el cuadro, los que trabajan con aquella liviana lapicera han perdido sus habilidades manuales o no tienen tiempo y en las casas las canillas gotean desde hace años, las paredes están descascaradas y los enchufes quedan anulados definitivamente cuando entran en corto.

A esto también se podría agregar que, desde hace bastante, la tendencia del “se rompe y se tira” ganó terreno. Pero esa no es una opción cuando los bolsillos están flacos o cuando se impone la frase “las cosas de antes duraban más” y resulta más confiable hacer arreglar la heladera vieja que comprar una nueva.

Es cierto, todos queremos andar por la vida limpios, bien vestidos y sin olor a transpiración, pero los oficios siguen siendo indispensables y, de pronto, descubrimos que no hay tantos que los ejerzan y hacerlo puede ser una buena opción.

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