El misterio del reloj de la ex plaza Cobo, un tesoro que espera ser rescatado

Supo ser un emblema del resurgir de la Ciudad de Mendoza, a fines del siglo XIX, pero hoy se encuentra casi abandonado y sin funcionar. ¿Por qué hay mendocinos que piden por su restauración?

El misterio del reloj de la ex plaza Cobo, un tesoro que espera ser rescatado
En el patio de la Escuela Patricias Mendocinas se encuentra en antiguo reloj de la ex plaza Cobos , actual Plaza San Martín.

Allá por 1883, en la ex plaza Cobo, que ahora conocemos como plaza San Martín, se alzó una torre con un imponente reloj que rápidamente se volvió un emblema en Mendoza. Vecinos convivían con su majestuosidad y turistas se acercaban a escuchar sus campanadas y melodías.

El “macizo torreón vetusto”, como lo denominó el Álbum de Mendoza de la Exposición Nacional de 1910, era una de las principales atracciones de la época, ya que se elevaba en lo alto con cuatro esferas y cuatro caras, y con el correr de las agujas generaba ocho melodías distintas, cada una durante una hora. También daba una campanada cada quince minutos y dos de ellas cada media hora.

Hoy, 138 años después, reposa en el interior de la escuela Patricias Mendocinas (de Ciudad), bajo la oscuridad de una cápsula de vidrio azulada que lo esconde, y que poco hace por evitar que el deterioro sea cada vez mayor. De las esferas originales sólo quedan tres y casi no se alcanzan a ver. Por debajo, cuelgan seis campanas, unas más chicas que otras, aunque todas con el mismo silencio y el desgaste de los años. El polvo, el sol y las palomas que sobrevuelan la escuela les han dejado sus huellas. A poca distancia del piso están las pesas del reloj, las mismas que antes colgaban en el cielo, y que ahora sufren abolladuras y el trabajo del óxido sobre el metal.

En el patio de la Escuela Patricias Mendocinas se encuentra en antiguo reloj de la ex plaza Cobos , actual Plaza San Martín.
En el patio de la Escuela Patricias Mendocinas se encuentra en antiguo reloj de la ex plaza Cobos , actual Plaza San Martín.

“Yo llegué al establecimiento en 2015, y desde ahí que buscamos a alguien que nos ayude a que funcione. Desde que llegué que insisto y no hemos podido”, explica Silvia Murichi, directora de la escuela Patricias Mendocinas. Según contó, la institución ha hecho varios intentos para encontrar a quien pueda arreglar el reloj, algo complejo debido a su funcionamiento antiguo: “En 2016 encontramos a una persona que era el único que lo podía arreglar, un señor mayor que estaba en Salta. Se le escribió un correo, pero después de eso no pudimos contactarnos”.

Pese a su estado actual, la histórica pieza sigue recitando melodías una vez al año cuando “dos de los celadores más antiguos, que conocen cómo es el funcionamiento, lo hacen sonar en forma manual” para dar inicio al ciclo lectivo, según relató Murichi.

Las razones para su rescate

Aunque parezca imposible, hay ciudadanos que aún sueñan con verlo otra vez sobre una torre y quieren recuperarlo como patrimonio cultural de la provincia. ¿Es posible volver a tenerlo marcando la hora y golpeando sus campanas en la Ciudad?

Esta pregunta comenzó, o bien se reactivó, tras una carta que Rubén Lloveras escribió a Los Andes. El lector, que se define como “un apasionado de la historia de Mendoza”, planteó la incógnita sobre el paradero de la pieza histórica y motivó a otros ciudadanos interesados en volver a ponerla en valor. “Ojalá que esta propuesta sirva para que el viejo reloj recupere el orgullo perdido”, destacó.

Entre quienes leyeron sus palabras publicadas en el diario está Jorge Ricardo Ponte, reconocido arquitecto, especialista en patrimonio e investigador, quien no dudó sobre qué se debería hacer con el artefacto: “Por supuesto que me parece que hay que sacarlo de la escuela. Porque ahí está abandonado, no mirado. Debe de estar derrumbándose, nadie lo valora ni lo mira. No tengo ninguna duda de que hay que sacarlo de ahí”, sentenció, en diálogo con Los Andes. “Es muy triste que esté así, arrumbado”, agregó Lloveras.

Por su parte, la directora Silvia Murichi confiesa: “A mí me gustaría que lo arreglaran y se quedara en la escuela. Pero si va a haber un lugar donde más personas lo puedan apreciar, está bien, porque es muy lindo”. Y agregó: “Eso sería bueno para toda la ciudad, porque es muy valioso. Realmente merece la pena poder arreglarlo”. Lo cierto es que todos coinciden en la importancia de restaurar la pieza y reubicarla en un sitio donde se luzca más.

Pero, ¿por qué es tan importante recuperar un artefacto de casi un siglo y medio de antigüedad? Entre otras cosas, explican que se trata de una cuestión cultural de la sociedad mendocina que, según creen, no es consciente de su propia historia: “Yo fui criado en un contexto donde no se le asignaba valor histórico a las cosas, siempre ha sido así. Mendoza siempre se ha presentado como una ciudad nueva, moderna, pujante… y desmemoriada”, se animó a recalcar Ponte. Para Llovera, la raíz del problema está en que “la historia de la provincia no se enseña en las escuelas, y ahí ya te das una idea de cómo es nuestra idiosincrasia. Ignoramos un montón de cosas de Mendoza”. Algo en lo que el arquitecto coincidió: “No le podemos exigir a la gente que sepa, si nadie antes contó la historia de la ciudad”.

A partir de allí surge el valor que la recuperación del reloj podría significar, como un emblema de la historia de Mendoza y una invitación a conocer su pasado. “La historia de la Ciudad no es un privilegio de los especialistas, es un privilegio de los ‘citadinos’, que es el habitante de la ciudad”, explica Ricardo Ponte, y concluye: “El triunfo es que no tengas que ser un especialista para que sepas la historia de la ciudad, de sus monumentos, de los nombres de sus calles. Nosotros lo que necesitaríamos sería una mínima ‘cultura citadina’, que debiera ser para todos. Ese es el desafío. Porque es lo que nos haría diferentes, especiales, porque nos haría una ciudad distinta”.

Mientras tanto, el reloj de la ex plaza Cobo sigue sin marcar las horas, aunque estas sigan haciéndose notar sobre él. Paradójicamente, será cuestión de tiempo saber su destino, y si finalmente la consciencia de algunos mendocinos logra el último intento de rescatarlo como patrimonio cultural de la historia de Mendoza.

El reloj de la ex plaza Cobo, hoy San Martín
El reloj de la ex plaza Cobo, hoy San Martín

La importancia para la época

El especialista en patrimonio e investigador Jorge Ricardo Ponte explicó acerca del reloj de la ex Plaza Cobo: “Este tema de los relojes aparece junto con la Modernidad, es una característica de ella, que a Mendoza llegó a finales del siglo XIX. Allí se ve la importancia del tiempo para la sociedad, cuando el tiempo es valorado”.

Es así que, tras el terremoto de 1861 y los daños consecuentes, la provincia comenzó un proceso de reconstrucción arquitectónica con la intención de dejar atrás su imagen de pueblo en ruinas, para dar lugar a una ciudad moderna digna de enorgullecer a sus habitantes y ser visitada por extranjeros. Es tal vez ese “espíritu moderno” que en 1979 empujó al gobierno provincial de Elías Villanueva a realizar la compra del reloj.

¿Dónde podría ubicarse el reloj restaurado?

La idea original de Rubén Lloveras en su carta al lector a Los Andes fue ubicar el reloj de la ex Plaza Cobo, una vez restaurado, “en un lugar custodiado que pueda ser visitado. Ese sitio podría ser la plaza Pedro del Castillo, también llamada Área Fundacional”. Ricardo Ponte, por su lado, no coincidió y dijo: “Turísticamente, lo que hay que ofrecer es lo que nos distingue, lo que nos hace diferentes. La Rambla de Barcelona es igual a nuestra Alameda. ¿Por qué en Barcelona es un éxito y acá está muerta? Porque conecta dos puntos importantes a los cuales es interesante visitar. Eso se lo dije al intendente. Sería una buena oportunidad para darle atractivo a la Rambla de Mendoza, o al inicio (en Córdoba y San Martín) donde hay un gran espacio; o al final, que no hay nada para ir. No hay ningún atractivo para recorrerla”.

La directora Murichi, en cambio, reconoce que la escuela Patricias Mendocinas “le ha tomado cariño” al reloj histórico y le gustaría que “lo arreglen y quede ahí”. Aunque no vería mal que sea reubicado en “un lugar donde más personas lo puedan apreciar”.

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