La pasión que vuelca en su trabajo siempre le dio grandes satisfacciones a Eduardo “Tuiti” Molina, mendocino, profesor de Educación Física, amante de la montaña y dedicado desde hace muchos años a organizar excursiones al Valle de las Lágrimas, en Malargüe, hoy en boga debido al exitoso estreno de “La Sociedad de la Nieve”.
Todavía sorprendido por el auge de la película, que ya tiene dos nominaciones a los Premios Oscar, y que muestra con exactitud los 72 días que un grupo de uruguayos transcurrió en la montaña bajo condiciones extremas, el montañista dialogó con Los Andes y habló de la gran cantidad de reservas que se siguen registrando.
“Siempre hemos trabajado muy bien, pero la película ayudó a visibilizar aún más esta vivencia tan impresionante. De todos modos, debemos conservar la humildad, mantener la calma y seguir realizando salidas prolijas y organizadas”, reflexionó, en medio de los últimos detalles para la próxima expedición del fin de semana largo de carnaval. En esa oportunidad el grupo estará formado por alrededor de 60 personas.
-¿Qué siente cada vez que visita el memorial que recuerda a los muertos en la Cordillera?
- Fui más de 50 veces y siempre me embarga la emoción. Cada cual lo vive de diferentes maneras y, en particular, lo siento como un lugar sagrado, de homenaje a quienes no regresaron. Las personas lo viven distinto, algunas con gratitud, dolor, conexión, alegría… en definitiva, como algo sobrenatural donde las emociones se agolpan.
-¿En qué consiste la expedición?
- Hay varias opciones de salidas y de cantidad de días, tres o cuatro y de eso depende el valor. Creo que los arrieros que llevamos siempre le dan un valor agregado a la experiencia porque enseñan y comparten su modo de vida. Es gente que vive con un pie en el Paleolítico, sin señal, sin comodidades y en plena cordillera. Son un ejemplo y es un placer escuchar sus historias, siempre humildes, educados, hospitalarios y pendientes de que todo salga perfecto. En todo momento están atentos a ajustar las monturas, a ayudar a los que más les cuesta, cruzar los ríos, etc. Repito, la montaña enseña, es una gran docente.
-¿Qué se logró con la película?
-Globalizó la historia. Mucha gente, incluso uruguayos, desconocían que se podía llegar al lugar y eso lo supieron ahora. Recibimos desde entonces muchísimas consultas y reservas.
-¿Cuándo hizo por primera vez la expedición?
-En 2005, como profesor de Educación Física, con un grupo de siete alumnos. Lo hicimos caminando y todos estábamos muy motivados por la curiosidad y éramos –somos, en realidad—conscientes de que vivimos muy cerca del lugar de la tragedia. Pero en ese entonces había poca información, aunque habíamos leído el libro y habíamos visto la película “Viven”. Fue muy emocionante y todavía recuerdo el asombro de los arrieros, a quienes les parecíamos verdaderos marcianos. Claro que Nando Parrado ya había subido a la montaña a caballo en los 90 ya que dejó a su mamá y su hermana allá arriba. Allí comenzaron, de a poco, las expediciones, hasta que se produjo un impás por un tema relacionado con los permisos. En 2009 se retomaron y comencé a trabajar ininterrumpidamente.
-¿Qué suele hacer usted en el memorial?
-He coincidido con sobrevivientes en dos ocasiones y soy respetuoso, me acerco, escucho, no suelo preguntar. Hace un mes me encontré con Eduardo Strauch y el año pasado, justamente en febrero, con Gustavo Zerbino. Es gente humilde, solidaria, que relata sus experiencias con una naturalidad asombrosa.
-¿Cuáles son las reflexiones de los grupos luego de visitar el lugar?
- En general da lugar a reflexiones muy profundas porque se puede vivenciar en qué condiciones extremas sobrevivieron los uruguayos. No tiene sentido quejarse por cuestiones banales. Creo que las cosas ordinarias que se viven abajo, arriba de la montaña son extraordinarias y eso lo siente toda persona que hace la expedición.
-¿Cómo es el ritmo de la expedición?
-Lento. Caminamos despacio, disfrutamos, vamos hablando, reflexionando en medio de una inmensidad absoluta que nos hace vulnerables, mínimos. Caminar despacio en este mundo vertiginoso y apurado hace la diferencia y se convierte en un arte, el arte de caminar, de aprender, de autoconocerse.
-¿Cuáles son las reacciones del público?
-Muy variadas y, eso sí, todas positivas. En general, prevalece el asombro. No es una expedición fácil, requiere algo de entrenamiento, a veces se torna dura, pero lo suple el asombro y la belleza del lugar, un paisaje único y sobrenatural. Personalmente sigo sorprendido por la fuerza de voluntad de los sobrevivientes, en especial de Nando Parrado y Roberto Canessa que caminaron para pedir ayuda durante 10 días en las condiciones más inhumanas.
-¿Qué piensa de la película?
-Me crié en el mundo de la literatura y pertenezco a la generación de los que piensan que los libros tienen un valor incalculable. No soy buen crítico de los films y, si bien todo el mundo quedó fascinado, no me conmovió tanto como estar allí. Por otro lado, siento que me quedó corta en el sentido de la riqueza de esa experiencia de vida --y de muerte-- que duró 72 días. Rescato, en cambio, algunos episodios y diálogos, como cuando caminaron 200 metros hacia la cola del avión y concluyeron que no se veía nada, que si pasaba un avión no iban a poder ser rescatados.
-¿Cuál es su reflexión personal como guía de montaña?
-Que somos pequeños, que la montaña te pone en tu lugar y brinda un autoconocimiento maravilloso. Uno descubre cosas maravillosas, como adaptarse. Por eso el camino debe ser disfrutado, no apurarse, conversar. El segundo día es el más complicado y soy un convencido de que, no por llegar más rápido, uno se siente más feliz.
Una mendocina y el impactante encuentro con un sobreviviente
Soledad Bermejo es psicóloga y arquitecta, mamá de la cineasta Federica Cafferata y orgullosa de ser mendocina. El año pasado, justamente en esta época, conoció en persona a Gustavo Zerbino cuando formó parte de la expedición al Valle de las Lágrimas junto a “Tuiti” Molina.
Definió a la expedición --que realizó con su hija y con amigas de la infancia—como una experiencia estremecedora y de mucha conexión con la capacidad humana de supervivencia.
“A pesar de que los grupos son bastante numerosos, representa un encuentro con uno mismo. El acompañamiento de Tuiti fue clave porque, más allá de ser un honrador de la historia, conoce la ruta, los ríos y las montañas como la palma de su mano. Fueron días de enorme valor para nosotras y mucho más si se tiene en cuenta que coincidimos con Zerbino”, relató a Los Andes.
Zerbino es uno de los 16 supervivientes del equipo de rugby, quien fuera el “recopilador” de los recuerdos de sus compañeros fallecidos. Incluso, cuando llegó el helicóptero a salvarlos y el piloto desestimó la idea de subir la pequeña valija con objetos, fue tajante: “Subo con la valija o no subo”, dijo.
Soledad opinó que la película es fidedigna, “espectacularmente filmada” y recrea la vivencia de manera exacta.
“Haber compartido esa experiencia con mi hija y con amigas de la infancia fue invaluable; algo que nos marcó a fuego, fortificó vínculos y permitió pensar en la enorme capacidad de resiliencia del ser humano donde se pone a prueba el cuerpo a cada paso y se templa el espíritu. Fue un gran aprendizaje de vida”, insistió.
A partir de aquel trascendente momento junto a Zerbino, Soledad comenzó a seguirlo en Instagram y esto le escribió días atrás: “Maravillosa tu vida y obra. Tuve el honor de escucharte en el Valle de las Lágrimas cuando fuiste junto a los hijos de Nicola a rendir homenaje. Una experiencia inolvidable por su valor, tanto para mí como para mi hija Federica. Tus palabras han calado hondo en nosotras. Gracias por tu entrega y generosidad, por tu espíritu íntegro y el respeto por la memoria que queda tan bien plasmado por el talentoso actor que interpreta ‘La Sociedad de la Nieve’ de aquel 1972 que hoy persiste y se hace evidente en tus actos. Tremendamente honradas de haberte conocido. Sole y Federica”. El escrito recibió un corazón de parte de Zerbino.
El costo de la travesía
Siempre dependiendo de los servicios, los días de la travesía (que pueden ser tres o cuatro) el valor aproximado de la expedición es de entre 270 y 330 mil pesos.