Desde ACOVI, Asociación de Cooperativas Vitivinícolas, creemos firmemente que la Mendoza del futuro depende de una vitivinicultura que integre toda la cadena de valor, desde el productor hasta la venta final de cada botella. Es en este modelo de integración en el que el cooperativismo vitivinícola ha sido pionero y ejemplo, donde se encuentra el verdadero potencial de desarrollo sustentable. Al unir los esfuerzos de productores, elaboradores y comercializadores, se logra una distribución justa de los beneficios y se optimiza la eficiencia en cada etapa del proceso. Las cooperativas han demostrado que este camino no solo es viable, sino también indispensable para que la vitivinicultura siga siendo competitiva, sostenible y equitativa.
La incorporación de tecnología y la modernización son aspectos críticos para asegurar que esta cadena integrada opere de la manera más eficiente posible. La adopción de sistemas mecanizados de cosecha, el uso de herramientas de precisión en riego y fertilización, y el monitoreo digital de cultivos no son solo opciones, sino que representan una necesidad para reducir costos y optimizar recursos. Cada innovación aplicada a nuestros procesos productivos es una oportunidad para mejorar la rentabilidad y reducir el impacto ambiental. La tecnología es nuestra aliada para preservar el recurso hídrico, abaratar costos y lograr una producción de calidad, accesible a mercados nacionales e internacionales. En este contexto no podemos dejar afuera la educación, orientada a la demanda de las comunidades con nuevas carreras que generen capital humano para los nuevos desafíos.
Para construir la Mendoza del futuro, debemos, además, enfocarnos en atraer a la juventud hacia la vitivinicultura, dándoles las herramientas y el respaldo para hacer de esta actividad una opción de desarrollo económico, profesional y familiar con principios y valores. Son los jóvenes quienes aportan ideas nuevas, pasión y capacidad para romper con los paradigmas tradicionales, llegando a nuevas generaciones de consumidores que valoran no solo el producto, sino también el proceso detrás de cada botella. La vitivinicultura debe ser un espacio de innovación constante, que combine lo mejor de nuestra tradición con la frescura de la creatividad joven, en un sector que, en su esencia, ya tiene arraigo y compromiso familiar.
Es fundamental que la vitivinicultura sea una fuente de desarrollo y crecimiento para las comunidades rurales de Mendoza. La actividad vitivinícola no solo genera empleos directos en los viñedos y bodegas, sino que su impacto se extiende a sectores como la metalmecánica, el comercio, el transporte y múltiples servicios. Este modelo de beneficios encadenados fortalece la economía local y contribuye a la prosperidad de nuestras comunidades. Con una vitivinicultura dinámica, también crecen otros sectores económicos, y de esa manera, Mendoza se fortalece como región productiva y competitiva.
Por último, el rol del Estado es fundamental como facilitador de oportunidades, colaborador activo y generador de condiciones favorables para el sector. Sin embargo, debe evitar ser un actor que obstaculice el crecimiento. Las políticas públicas deben orientarse a ofrecer acceso a financiamiento, respaldo para la modernización tecnológica y mejoras en infraestructura, siempre acompañando al productor sin asumir un rol empresarial o de control innecesario.
Pensar en la Mendoza del futuro significa apostar hoy a una vitivinicultura moderna, sostenible e integrada, que sea fuente de desarrollo para nuestra gente y orgullo para nuestra provincia.
*El autor es presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Acovi)