El futuro del agua

Sólo el 50% de la humanidad dispone de agua de calidad para usar y beber, la cual se encuentra en acuíferos y reservorios. El 60% de ella se encuentra en sólo nueve países del planeta.

El futuro del agua
El futuro del agua / Gentileza

El agua está en crisis, eso es innegable. Como recurso insustituible requiere la formulación de un nuevo pacto social universal en el que deben incluirse aspectos que indudablemente generarán conflictos por los intereses contrapuestos que estarán en juego. Veremos aquí algunos de ellos que son preocupantes.                    

No obstante, para poder llevar adelante una propuesta como ésta, la humanidad debe resolver primero la otra crisis del siglo que es la actual pandemia del Coronavirus, ya sea desde el punto de vista humanitario como también el económico.

Sabido es que el punto de partida es que sólo el 50% de la población mundial dispone de agua de calidad y ésta se encuentra principalmente en reservorios freáticos y acuíferos y también, que el 60% de ella está en poder de sólo nueve países de los 193 que existen hoy.

La contaminación ha llegado a niveles alarmantes. Se supo recientemente (a través de un trabajo de National Geographic – España) que científicos de la WSU (Universidad Estatal de Washington, siglas en inglés) ya están bebiendo, sin percibirlo, al menos en su país, nanopartículas plásticas contenidas en el agua de red y que han pasado por la misma sin ser detectadas por los procesos de potabilización. Todavía no se sabe qué efectos esto puede tener de aquí a unos años, pero la preocupación ya está instalada entre la comunidad científica. Mientras los glaciares sigan perdiendo su volumen, el agua de escorrentía que baja por los ríos irá a parar al mar y hará subir su nivel. Éste es un fenómeno que ya ha comenzado en un marco poblacional de 7.000 millones y, como se prevé que para 2050 sea de 9.000 millones, se necesitará por lo menos entre un 30% y un 50% más de agua dulce para abastecer esa creciente población. En ese caso, y de no cambiar la tendencia actual de comportamiento de las masas heladas, habrá restricciones en el recurso y, si esto ocurre, significará menos alimentos, menos industrias y menos consumo al mismo tiempo que mayor población.

Recordemos que la industria de alimentos consume 70% del agua dulce mundial disponible y que la capacidad de producción está limitada por la disponibilidad de agua en las regiones de siembra.                   

Las subidas oceánicas, provocadas por los deshielos, están ya socavando zonas costeras y, consecuentemente, eso provocará migraciones y pérdidas materiales significativas, además de conflictos sociales primero, e internacionales después, por causa de achicamientos territoriales.

En el escenario actual de pandemia, es oportuno señalar que el agua presta adicionales servicios ambientales para la emergencia, teniendo relación directa con el proceso de prevención de contagios a través del uso auxiliar de la medicina, debido a las nuevas normas de higiene que requieren mayor frecuencia de lavado de manos, cuerpo y objetos en combinación con soluciones jabonosas, etílicas o cloradas.

El origen de las epidemias

Según Kristine Tompkins (Clarín 3/5/20) existen evidencias de que la aparición de epidemias está relacionada con la degradación de ecosistemas naturales como por ejemplo a través del tráfico ilegal de vida silvestre o el desvío de cursos de agua o la súper explotación de estos. Son ejemplos que pueden clasificarse como causas de degradación de los ecosistemas.

Ellos producen, entre otros efectos, la destrucción de servicios ambientales que la naturaleza nos presta. Tal es el caso de la prevención de pandemias que consiste en mantener los ecosistemas en equilibrio de modo que, cuando estos se rompen, los agentes patógenos se trasladan a otras especies de vida como por ejemplo el ser humano. Ésta podría ser una explicación no sólo del Coronavirus sino también de otras dolencias como el ébola, HIV, o SARS.

Sabemos que la recuperación y conservación de ríos, lagunas, lagos y humedales en general es prioridad mundial. Tecnologías existen y financiamiento también en muchos países. En otros como el nuestro ha habido intenciones y hasta decisiones que nunca fueron cumplidas, como muchas otras acciones. El caso emblemático es la cuenca del río Matanza–Riachuelo, que hasta ahora está esperando su recuperación.                     

Debate pendiente

Por lo hasta aquí expresado, que es sólo una pequeña lista no taxativa de las causas de la actual crisis, prevemos que tarde o temprano este debate tendrá que ser dado por la sociedad mundial en el que necesariamente deberán tratarse temas relacionados con cómo hacer compatibles la mayor urbanización con los recursos hídricos disponibles, la imposición de límites a la contaminación, ya sea en procesos industriales y también aquellos que representan consumos o usos masivos del recurso como cierta minería, el agronegocio o los usos múltiples en espejos de agua, ríos, arroyos.

Es claro que muchos de estos aspectos no podrán resolverse de manera satisfactoria si no hay una clara disposición a cambiar drásticamente algunos paradigmas de desarrollo económico llevados a cabo hasta ahora y con el involucrado personal de los principales líderes políticos de cada Estado directamente o a través de la principal organización mundial de países que es la ONU.    

Los Estados tienen sistemas y metodologías para tratar temas críticos relacionados con la vida de sus comunidades y así como forman comités de crisis para el manejo de sus economías, o de sus emergencias humanitarias como por ejemplo ahora con la pandemia, también podrían crear un comité de expertos que ayude a las autoridades a resolver la crisis del agua que no es menos importante que las demás, aunque no tenga una urgencia extrema como en la presente coyuntura.            

En el estado de crisis actual todo parecería indicar que sólo con la adopción de una economía verde se podría comenzar a resolver los recurrentes picos de crisis que afectan al mundo. Pero, ¿qué sería una economía verde? El Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) la conceptualiza como “aquella que genera una mejora del bienestar de la comunidad, en términos de igualdad social”, al mismo tiempo que reduce los riesgos ambientales y promueve el cuidado de los recursos naturales. Sus fundamentos descansan en el cuidado del agua, el aire y los suelos mientras que la responsabilidad de llevarla adelante es de toda la sociedad. Es claro que para que esto fluya positivamente se necesita educación bajo reglas de convivencia social, algo difícil de conseguir especialmente en los países en desarrollo.

Según los profesores Ricardo Motta y Karl Havens (Gestão de recursos hídricos em tempos de crise – Artmed 2016 BR) hoy la humanidad debe mantener estable su población adaptándose al consumo de recursos naturales de manera racional, sin excesos, desarrollando el reciclado y administrando el sano uso del agua (economía verde).

La mencionada Kris Tompkins, por su parte, afirma que la humanidad no puede sostenerse en este modelo de crecimiento sin límites sin el debido cuidado de los recursos naturales, principalmente del agua. El crecimiento de la población y el consecuente consumo no permitirán mantener la paz en el planeta si no se logra la necesaria armonía con la naturaleza.

Otras voces conservacionistas se han sumado a estas afirmaciones como la periodista brasileña Vanessa Barbosa (A última gota- Planeta 2014) que se refiere al informe “Alimentando a un mundo sediento” en el cual la FAO (Programa de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en colaboración con el Instituto Internacional para el Gerenciamiento del Agua, han dictaminado que para 2050, de seguir usando el líquido en los parámetros actuales del mundo occidental, habrá multiplicación de conflictos y hambre en niveles insoportables y no alcanzará con sólo restringir el consumo, mejorar la gestión, reducir el desperdicio o aumentar el reúso. Habrá que pensar en acciones mayores que no sólo queden en la estabilización poblacional. Tal vez, hasta cambios significativos en la dieta humana.

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