Christofredo Jakob (Wörnitzostheim, Alemania 25 de diciembre de 1866–Buenos Aires, 6 de mayo de 1956) fue un eminente médico neurólogo, psiquiatra, neurobiólogo y neuropatólogo, polímata que despuntó la investigación sistemática del sistema nervioso en Argentina en la primera mitad del siglo XX.
En Nördlingen realizó la escuela primaria, y posteriormente se trasladó a Augsburgo donde cursó los estudios secundarios. Desde pequeño se inclinó al estudio de las ciencias naturales como así también, de joven, a la Filosofía.
Ingresó a la carrera de Medicina de la Universidad Friedrich-Alexander de Erlangen- Núremberg en 1886. Durante los estudios superiores conoció a su mentor, el doctor Adolf von Strümpell (1853-1925), un reconocido neurólogo, internista y destacado psiquiatra, y con él trabajó como asistente en el hospital universitario; además, entre otras personalidades, al doctor Friedrich von Zenker (1825-1898), anatomista distinguido que se ocupó de apadrinar su tesis sobre Aortitis Sifilítica (?).
Recibido de médico en 1891, tres años más tarde, contrajo matrimonio con Sophie Schiffner (1870-1945). La joven pareja se muda a Bamberg, donde nacen sus primeros cuatro hijos, y allí Christofredo abrió su propio consultorio para la atención de trastornos nerviosos y emocionales, convirtiéndose en el primer neuropatólogo de la Ciudad. En los siguientes años, además de continuar escribiendo artículos, publica dos libros de impacto en el campo de la neurología: un Atlas del sistema nervioso sano y enfermo (1895), y un Atlas de métodos de examen clínico junto con un esquema de diagnóstico clínico y patología especial y terapia de enfermedades internas (1897). Junto a su mentor, publica su tercer libro ese mismo año sobre murales gráficos del mismo sistema. Láminas que se utilizaron por décadas en la enseñanza médica alemana e, incluso, europea hasta llegar a la Argentina.
Durante estos finales años decimonónicos, el desempeño como primer asistente de Stümpell, la labor en el consultorio y las divulgaciones científicas, posicionaron a Jakob en el ambiente intelectual y científico, no solo de Europa sino, incluso, su reputación llegó hasta Estados Unidos, donde sus libros obtuvieron gran receptividad, y un referente mundial de la ciencia médica.
El arribo al país
Mientras tanto, en Argentina, la enseñanza universitaria y práctica galena, acusaban la necesidad de actualizar los conocimientos, sobre todo, de aquellos grandes avances europeos en neurología, lo que devengó en la búsqueda de un versado que colaborara con los cambios requeridos. Mediante relaciones exteriores, contratado por la Universidad de Buenos Aires, Jakob y su familia llega al país el 17 de julio de 1899 (en su honor se designó esta fecha como el Día del Neurocientífico Argentino), y de inmediato asumió el cargo de jefe del Laboratorio de Anatomía Patológica del Hospicio de las Mercedes (hoy, Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José T. Borda). Christofredo trabajó incansablemente para perfeccionar las técnicas de autopsias, como los famosos cortes de Jakob que hasta la actualidad se enseñan en la carrera médica, y en una variedad colosal de preparados histológicos, autopsias y fotografías.
La familia vivía en el mismo predio del hospicio y aquí nacieron sus últimos tres hijos, a la par de icónicas investigaciones que comenzaba a profundizar sobre el estudio del cerebro, tanto humano como animal. Asimismo, es en estos iniciales años, enlazó un productivo vínculo con José T. Borda (1869-1936), quien será reconocido en la historia médica, como el primer discípulo de la Escuela neurobiológica germano-argentina de Jakob.
Entre el trabajo en los hospitales y aulas universitarias, un escenario distinto se convirtió en un nuevo laboratorio: nuestro suelo, flora y fauna. Por motu proprio, Jakob dio un paso más allá de sus obligaciones. Se acercó al grupo de naturalistas, promovido por el perito Moreno (1852-1919) en La Plata, y comenzó a recibir restos fósiles, principalmente los que traía del sur Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938), para estudiarlos. Para este momento, había ya ocurrido la Conquista del Desierto (1878-1885). Consideremos que hace más de 150 años, el sur argentino era una tierra desierta; esto no alude a un suelo arenoso con altas temperaturas, de clima seco y sin vida como solemos imaginar cuando hablamos de desierto; refiere a las condiciones de desarrollo civil, industrial, social, etc. según los términos de quien tiene a su cargo la responsabilidad sobre tales tierras, lo que en este caso remite al Estado argentino. Y el principio fundamental de un Estado, es ejercer la soberanía sobre su suelo (las formas que utiliza para su aprovechamiento y conquista, no son el objeto de esta exposición).A mediados del siglo XIX, especialistas del país, sumados a los que llegaron de diferentes partes del mundo, atraídos por las riquezas naturales, comenzaron a cimentar distintas disciplinas que con el tiempo delimitarán sus propios objetos de estudio, pero que giraban en torno al pasado remoto, a los grupos originarios, a las producciones humanas, a la flora y fauna autóctonas, piedras y estratificaciones del suelo, etc. Estos versados, fueron conocidos en este espacio-tiempo de la historia como naturalistas. Distintas personalidades de la política y sociedad, dedicaron sus esfuerzos a estas campañas y promovieron las investigaciones con el fin de conocer el propio territorio. De tales acciones, se fueron gestando varias instituciones en torno a las Ciencias Naturales, como la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, las cuales velaban, principalmente, por su estudio, protección, etc., y con ello los protocolos necesarios para el tratamiento de los materiales y las maneras de realizar trabajo de campo para comprender la prehistoria de tales espacios.
Pobladores originarios
Ese tiempo, simultáneamente, entre otras cosas, desató iguales debates de los actuales respecto a los pobladores originarios. Algunos aspectos de los que hoy se debaten, se desprendieron de este momento cuando, en los últimos años decimonónicos, el movimiento eugenésico estaba en boga en los principales círculos intelectuales del mundo: ¿cuál era el verdadero origen del ser humano?
Jakob recibió cuatro cráneos de indígenas y con sus técnicas innovadoras y su amplitud intelectual, sometió a estudio los restos fósiles para realizar una proyección de la morfología del cerebro. El resultado de esa investigación fue publicado en 1904, en francés, el idioma que primaba en las divulgaciones científicas (hoy su equivalente es el inglés). Por un lado, establecía el mejor protocolo (según la época, ¡no olvidemos nunca contextualizar!) para el tratamiento de los restos, y por otro, expuso su conclusión respecto de su principal especialidad: el cerebro. Y dijo: “Los medios de conservación del material y del material animal deben tener en vista dos puntos principales: 1º la conservación ideal de la forma y su relación topográfica; 2° la fijación de su estructura histológica.
Habiendo así completado el estudio de los cuatro cerebros y, el juicio general que ya tenemos en cada uno de ellos, se sigue que están perfectamente en altura del desarrollo medio de los cerebros europeos.
De acuerdo con el hecho de que todas las naciones que hoy consideran civilizadas, se encontraron, hace menos de 2000 años, en la misma condición, más o menos, que los indios; y, además, teniendo en cuenta que esta llamada cultura de masas es sólo una supresión metódica de funciones fisiológicas individuales; es sólo un desarrollo de los centros de inhibición del dictado por las leyes de la familia, de la sociedad y del Estado.” (Chr. Jakob. Contribution a l’étude de la morphologie des cerveaux des indiens. 1904).
Este trabajo sobre la morfología de los cráneos fósiles, es un estudio paleoneurobiológico, es decir, una tesis de la evolución del cerebro mediante análisis con técnicas precisas (moldes craneales, por ejemplo), para determinar los aspectos morfológicos del mismo y proyectar rasgos y volúmenes del cerebro; y posiciona a Christofredo Jakob como uno de los fundadores de la disciplina.
La mirada del doctor Jakob, en relación al contexto antropológico en el que había realizado el estudio paleoneubiológico de los restos craneales, en constatación, acusó que no había diferencias biológicas: somos todos iguales, y que, si había diferencias, eran culturales en vez de biológicas constitutivas. Los cambios que quisieran fomentarse, podían superarse con una educación integral y fomentada por la ciencia, que, hasta el momento, en su mayoría, solo era posible para una porción de la sociedad. Él mismo, ajeno a la elite social, que había logrado un reconocimiento y posición importante por su esfuerzo y desarrollo intelectual y científico propio, consideraba que las posibilidades de ascenso social no se coartaban al origen de clase, sino que podían ser trascendidas con el esfuerzo y la disciplina del estímulo del pensamiento crítico y la instrucción permanente. Esto conforma el preludio de lo que años más tarde marcará para siempre el sistema educativo argentino respecto de las posibilidades de acceso a todos los niveles de Educación. En ese espíritu de inclusión permanente, visitó escuelas andinas.
El estudio de los mamíferos
Luego de once años de fecundo servicio, y tras un regreso esporádico a Alemania por dos años, desde 1913 Jakob ocupa el cargo de jefe del Laboratorio del Hospital Nacional de Alienadas (actual Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano), dirigido por entonces por el Dr. José Esteves (1863-1927), con quien también genera una relación de camaradería.Para los estudios neuroevolutivos, se concentró en los mamíferos argentinos, con la constante colaboración de Clemente Onelli (1864-1924), quien en esa época era director del Jardín Zoológico de Buenos Aires. El resultado de la fecunda amistad y trabajo mancomunado, fue el Atlas del cerebro de los mamíferos de la República Argentina (1913), que previamente se publicó en alemán (Das Menschenhirn 1911). En este libro, encontramos el concepto del centro visceral de los mamíferos sobre el que Jakob venía trabajando desde 1907, y que dio comienzo a los estudios neurobiológicos de la emocionalidad en toda su extensión. El Circuito de Jakob, como debería llamarse en honor a la verdad de su descubridor, se trata de síntomas viscerales en procesos emocionales, manifiestos en la actividad cerebral tras la integración sistémica del organismo.
En este tiempo, mientras Jakob trabajaba como profesor en la U.B.A., en las Facultades de Medicina y de Filosofía y Letras, se unió al plantel profesoral de la U.N.L.P. en la Facultad de Humanidades y en la Escuela Preparatoria de Medicina (predecesora de la Facultad de Medicina). Con los años, se fue engrosando el listado de alumnos y colegas que se acercaban a la Escuela neurobiológica de Jakob, aprendiendo del maestro técnicas, metodologías y bagajes generales de sus estudios sobre el sistema nervioso y el proceso psíquico sobre bases neurobiológicas. Entre ellos, su querido amigo y alumno Eduardo Pedace, Julio Hanón, Jacinto Orlando, por citar algunos; más destacará con los años, el Dr. Braulio Aurelio Moyano (1906-1959) - destinado a continuar la escuela neurobiológica de Jakob, pero murió apenas tres años después de la muerte del maestro.
Alrededor de los años ‘20 del siglo pasado, Christofredo comenzó a viajar con el fin de explorar los entornos naturales, llegando hasta las Islas Malvinas (¡por siempre argentinas!), la Cordillera en toda su extensión e incluso países vecinos del noroeste. Pues, la curiosidad de Jakob por los vestigios, historia y tierras patrias, seguía latente y no se delimitó a un frío trabajo de laboratorio. Impulsado por ella y por el creciente patriotismo y amor a la Argentina, que lo llevó a convertirse en ciudadano legalmente, además del afecto espontáneo que sentía por las montañas, decidió realizar sus propias excursiones naturalistas. Dijo: como buen hijo de la montañosa Baviera con sus Alpes alemanes, desde hace años me atrae instintivamente la cordillera.
Levantó cada roca, observó cada planta y animales autóctonos y hasta expuso caminos olvidados que yacían escondidos en las profundidades de los Andes. Con estos viajes inicia el capítulo de investigaciones Biogeográficas que tendrán por resultado notables conocimientos sobre la topografía nacional, por ejemplo, redescubriendo senderos legendarios como el Paso del Vuriloche; observando minuciosamente las reservas acuáticas andinas, brindando un plan de aprovechamiento de tales recursos; o indagando la flora y fauna de cada lugar. Sobre esto último, la viborita ciega, por ejemplo, le dio a Jakob los elementos necesarios con los que, de reptiles a mamíferos, reconstruyó la historia neuroevolutiva publicada en su Atlas (1913), como así también fundamentales fueron otros animales a los que Christofredo dedicó dos de los tomos de su Folia Neurobiológica Argentina (1939-1946), un compendio magistral de las investigaciones realizadas por cuarenta años de actuación profesional en el país. Uno fue el reptil correntino El Yacaré (Tomo IV) con el que indagó el origen del neocórtex, órgano del pensamiento; el otro, de Cuyo, El Pichiciego (Tomo II), con el que, tras una profunda investigación de las particularidades distintivas de este mamífero nocturno, obtuvo Jakob informaciones neuroevolutivas trascendentales. Actualmente, Mendoza destaca mundialmente por los estudios y preservación de los armadillos, a través de especialistas dedicados y apasionados como la doctora Mariella Superina, quien cuida y resguarda celosamente a nuestro pichiciego.
En 1936, Jakob voló al Oeste, en uno de los primeros vuelos comerciales de la historia nacional, observando desde arriba. Los dos gigantes de Mendoza, el Aconcagua y el Tupungato, fueron fotografiados por Jakob, atravesando el viento huracanado que limpia las alturas en proezas titánicas, provocando copiosas caídas hacia las vertientes. En la cordillera nevada, realizó una detallada descripción de la topografía mendocina; su historia, con exquisitos datos, y la significación geobiológica de las nieves y glaciares andinos. También, recorrió por tierra los tesoros argentinos mendocinos de los ventisqueros australes del Tupungato y las visiones andinas en la región de los Penitentes (1940 y1943), de los que dijo: son un verdadero reservorio andino característico de nuestra cordillera, diría un regalo criollo, de belleza incomparable.
En Mendoza y la Patagonia
Mendoza, ¡mucho más que la tierra del vino!, donde el sol se oculta y despliega la noche, fue donde Jakob encontró la luz que iluminó su docta mirada con la que observó mayestáticos senderos de investigaciones tan insondables como su amor por los Andes cuyanos. Sus huellas aún están inmortalizadas en los caminos mendocinos, con las que nos abrió paso al espectáculo de la naturaleza argentina.
Con igual mirada, el doctor nos legó el patriotismo hacia las tierras del Sur. En los veranos, tiempo que encontraba para estos viajes expedicionarios, viajaba a la Patagonia con los suyos al hotel Tronador, de la pionera familia barilochense Vereertbrughen, el que tomó como su base de operaciones. Explorando los alrededores del cerro Tronador, el más alto de la región, bautizó lagunas como la Crettón y Jujuy (en honor al fiel baqueano y al perro de este, respectivamente), y llegó hasta los Cuernos del Diablo, un cordón montañoso que nombró así por la dificultad de hacer cumbre (tengamos en cuenta el precario equipo en relación a los actuales) Con los años, se puso su nombre al espejo de agua encontrado por el doctor en este entorno: el lago Jakob, a cuyas orillas se construyó el refugio de montaña General San Martín.Pero Christofredo posó sus ojos sobre un paisaje que lo deleitó y capturó para siempre su espíritu. Hoy, La Mirada del Doctor es un lugar turístico del que la mayoría no conoce el origen del nombre. Se refiere al contexto que rodea una gran piedra sobre la cima de un cerro, y que solo subiéndose a ella puede tenerse la mirada en la que Jakob pasaba instantes de profunda meditación.
Para llegar allí, uno de los caminos es desde Bariloche a Pampa Linda, pasar el río Manso (¡un bálsamo su contemplación! - y otro lugar importante para Jakob), subir por el Cerro del Viento hasta llegar a la laguna Ilón, en cuyas orillas se encuentra el refugio homónimo (a cargo del andinista Andrés Lamuniere), y desde allí, una caminata de alrededor de una hora hasta La Mirada del Doctor.
La subida a Ilón, es un sendero de mediana complejidad en meses estíos, donde a mitad de camino encontramos una vista majestuosa de una de las caras del cerro Tronador, con sus rugidos estremecedores. En la cima se despliega un vasto bosque de ensueños hasta el refugio Ilón y su gente cálida. Desde allí, el sendero hacia la mirada continúa en paisajes impresionantes que a cada paso cortan la respiración; y al subir a la piedra de don Christofredo, la vista ennoblece la inmensidad cordillerana. ¿Qué sucedería si no existiese un observador? En La Mirada del Doctor está parte de su historia y la nuestra; en ese paisaje, a la altura de su grandeza.
Conocer y difundir a las grandes personalidades que han contribuido al país y a la humanidad, nos permite también acercarnos con gratitud a la historia de la Argentina. El doctor Jakob, es parte de este pasado que trabajó por un mejor porvenir. Para recuperar su memoria, la Fundación Azara prontamente publicará un libro biográfico en el que encontraremos en profundidad los detalles de su historia: “Mikrokosmos. Christofredo Jakob y el inicio de la neurociencia argentina”.
Christofredo Jakob fue un hombre que cruzó el océano para iniciar nuestra neurociencia; nos legó una de las explicaciones más espectaculares del proceso psíquico y sus bases neurobiológicas; formó a grandes médicos que hicieron de su escuela, escuela de la ciencia nacional en el mundo; trabajó sin descanso por estudiar nuestro suelo; impulsó el turismo andino porque revitaliza el joven espíritu, y dedicó su vida a la ciencia y cultura argentinas. Con tanta obra de bien y proezas científicas, es necesario reconocerlo en concordancia con su obra y servicios.
Rendimos este homenaje, en el Día del Neurocientífico Argentino, saludando a quienes hacen de este camino un servicio sincero y comprometido con la Vida. Ojalá, en los ecos de los Andes resuenen aún sus lecciones:
Antes del saber está aquí, en la naturaleza, el poder y el querer, si bien el hombre frecuentemente no lo quiere comprender en su vanidad racionalista.Creo, como profesor universitario con 30 años de actuación en este país, tener el derecho de llamar la atención sobre la necesidad de engendrar en las almas de la juventud estudiantil argentina, el amor a sus montañas. Nada atestigua mejor el espíritu fiero y el corazón ardiente del hombre luchador, como la penetración y travesía de un meandro montañoso desconocido.Sólo en las montañas hay libertad, repetía Jakob, y no eran palabras.
*La autora es biógrafa de Chr. Jakob. Locutora nacional, estudiante de la licenciatura en Psicología- UN Córdoba y becaria del Centro Regional de Computación y Neurotecnología – CeReCoN UTN (regional Mendoza). alemln@hotmail.com