Estudios realizados por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional de Cuyo, reveló el desolador panorama al que se enfrentan los jóvenes de Mendoza. Vulnerabilidad, incomprensión, precariedad e inestabilidad laboral son algunas de las situaciones que enfrentan los jóvenes hoy.
Los resultados se dieron a conocer este lunes 12 de agosto en el marco de las celebraciones por el Día de la Juventud. La fecha se estableció en 1995, cuando la ONU reconoció a los jóvenes como sujetos de derechos a través de su Programa de Acción Mundial para los Jóvenes (PAMJ).
En la facultad de Ciencias Sociales, las juventudes son objeto de estudio desde hace varias décadas. Los equipos de trabajo buscan analizar y comprender las necesidades y preocupaciones de las juventudes urbanas, rurales, indígenas, migrantes, estudiantes, activistas e incluso de los jóvenes privados de su libertad.
Entre otras, destacan investigaciones y grupos de trabajo que focalizan tanto en la perspectiva de sus militancias políticas como sobre sus condiciones e inserción laboral.
Respecto de esta última línea de investigación, se vienen desarrollando desde hace unas décadas ya, diversos análisis: sobre las políticas activas de empleo y formación -especialmente, desde 2003 desde un enfoque territorial-; sobre el estudio de los sistemas de información sobre los mercados de trabajo; en torno al análisis de los mecanismos y factores que condicionan la inserción laboral en los mercados de trabajo regionales de Mendoza; como así también, los estudios laborales sobre estos grupos, incluso de manera específica: jóvenes y mujeres, vinculación entre formación y empleo, educación y formación técnico profesional (EFTP).
“Advertimos que los procesos de inserción educativa y laboral juveniles no son lineales: identificamos que las trayectorias de transición entre la educación y el mundo del trabajo han devenido en un proceso extendido en el tiempo caracterizado por la inestabilidad, la precariedad y la alternancia entre períodos de desocupación, empleos precarios, inactividad y diversas formas de combinación entre educación y trabajo”, explicó la socióloga Sabrina Ruggeri del Grupo de investigación: Trabajo, educación y desarrollo territorial (FCPyS - ITP – CONICET).
“Más allá de la influencia de los ciclos económicos, es posible identificar problemáticas persistentes en las juventudes de Mendoza: mayor vulnerabilidad frente a los vaivenes de los ciclos económicos, disparidades respecto a las personas adultas, menor tasa de supervivencia en la ocupación, mayores probabilidades de pasar a la inactividad o al desempleo ante situaciones de despido o renuncia, mayor inserción en el segmento secundario y una tendencia a la reclusión a trabajar en las ramas con mayor rotación, informalidad e inseguridad”, agregó.
La posibilidad de acceder a un trabajo hoy
las investigaciones aportan que en las zonas rurales es posible reconocer una inserción temprana laboral -mayoritariamente en actividades del sector agropecuario-, así como en unidades productivas pequeñas, en puestos de trabajo de baja cualificación y productividad. Un dato significativo que arroja la investigación es un mayor nivel de informalidad que en áreas urbanas.
En tanto, en las zonas urbanas, los jóvenes se están insertando laboralmente en actividades de comercio y servicio y, en menor medida, en industria. El relevamiento arroja que se visibilizan mayores posibilidades de inserción en establecimientos de mayor tamaño (puestos de mayor calificación y formalidad).
Desde el punto de vista de sus prácticas culturales, los investigadores observaron que hay una relación con la institución escolar sigue siendo conflictiva. Y ello, especialmente, en jóvenes de los mundos rurales e indígenas de la provincia.
Por otra parte, en cuanto al aspecto cultural y normativo de la escuela secundaria, la Dra. Carla Rosales señaló que representa una sucesión de desencuentros e incomprensiones para la mirada adulta-urbana, caracterizados por la divergencia entre edades sociales y biológicas, disputas generacionales, moratorias sociales y vitales prolongadas, tensión entre roles de estudiantes y trabajadores, y acuerdos familiares en el contexto rural.