Hay muchas formas de expresar buenos sentimientos. Un apretón de manos, una palmadita en la espalda, buenas palabras para saludar: sí, son muchas las expresiones que uno tiene para demostrar cariño.El abrazo es una de ellas. Uno abraza de cuerpo entero, se entrechocan los cuerpos en el saludo y uno siente al otro en toda su envergadura.
Se usa en todos lados, cuando nos encontramos con alguien conocido en la calle, cuando tenemos que despedir o recibir a alguien en alguna terminal o aeropuerto, cuando tenemos que expresar sentimientos de pesar o de alegría.
Nos abrazamos, nos aferramos al otro, no lo dejamos escapar. Se da en las competencias deportivas: cuando alguien hace un gol jugando al fútbol seguramente recibe una catarata de abrazos de los compañeros, porque en el fútbol es la alegría máxima. También en otros deportes colectivos: en el tenis no, porque con quién se va a abrazar el jugador después de un tanto magnífico si está solo en el terreno de juego...
El abrazo es lo más cercano que podemos estar del otro y a veces sirve como reparo, o a veces como explosión de alegría. No hay otra forma de expresarse de cuerpo entero que reemplace al abrazo, es como una transfusión de vida entre dos cuerpos.
Hace mucho tiempo que tenemos el abrazo prohibido. Las condiciones de la pandemia le han puesto un parate a esta práctica tan habitual entre argentinos. Pueblo saludador el nuestro, que encuentra en el abrazo la máxima expresión del sentimiento.
Pero por ahora no puede ser, la distancia social impone una lejanía entre los cuerpos y el abrazo puede ser portador de contagios en esta pandemia.
Hay algunos que lo siguen practicando, pero se arriesgan, se ponen al servicio de la transmisión del virus. Tenemos el abrazo talado y no podemos manifestarnos con toda la integridad de nuestra vida.
Uno se siente impulsado a practicarlo. Desde adentro algo nos dice: “Dale, abrazalo”, pero uno recuerda las recomendaciones recibidas y entonces el abrazo se transforma en un insulso golpe de puños.
Un golpe de puños: qué manera más insulsa de saludar. Es como trompearse sin que medie un disgusto de por medio. En el entrechocar de los puños debe ir inserto nuestro cariño y nuestro cariño no merece ser demostrado a las trompadas. O el entrechocar de los codos, que es más o menos similar. Es la forma que hemos encontrados de demostrar nuestros sentimientos en esta época de pandemia.
Pero el abrazo es irreemplazable. Nada puede sustituirlo en su voluntad de cariño. Volveremos algún día a manifestarnos plenamente, sin obstáculos, con la absoluta libertad de decir con el cuerpo lo que guarda nuestros sentimientos.
Por lo pronto está vedado. Nos han cercenado el saludo. La amistad se manifiesta de otra forma y tenemos los brazos caídos cuando bien podrían abarcar a otros brazos y a otras personas.
El abrazo es irreemplazable. Ojalá llegue el día en el que se decrete “abrazo libre”.