Ecología: muchas bocas para alimentar

¿Cómo alimentar a un mundo en crecimiento sin dañar a la naturaleza? Nos encontramos en un momento en el que es necesario apostar por propuestas alternativas. El desafío es reducir la pérdida de alimentos.

Ecología: muchas bocas para alimentar
Plantas nativas entre hileras de un viñedo ofrecen beneficios: mejoran el suelo y albergan insectos que ayudan a controlar las plagas. / Guillermo Debandi (Gentileza)

Nos encontramos ante el enorme desafío de asegurar un acceso estable y suficiente a una alimentación de calidad para una población en continuo crecimiento. Este compromiso parece ser muy complejo. Por un lado, se espera que miles de millones de personas engrosen las filas de la población mundial en los próximos 30 años. Por otro lado, y aunque parezca mentira, cientos de millones de personas padecen hambre actualmente en el mundo. Un objetivo para abordar este desafío es reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. En Argentina, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca estimó que el 12,5% de los alimentos que se producen en nuestro país no llegan a consumirse. Considerando la magnitud del crecimiento poblacional y el hambre, aprovechar estos alimentos es importante pero no suficiente. Vamos a necesitar por lo menos un tercio más de comida para alimentar a todas esas bocas. Entonces, muy posiblemente la producción tenga que aumentar. Dos preguntas fundamentales son ¿dónde? y ¿cómo?

Actualmente, los cultivos y las pasturas ocupan aproximadamente el 40% de la superficie de la Tierra (Foley. Charla La otra verdad incómoda). La frontera agropecuaria se ha expandido, avanzando sobre los ambientes naturales y remplazando pastizales, sabanas, bosques templados y tropicales. Estos cambios son una de las principales amenazas a la vida en nuestro planeta, por lo que no deberían continuar ocurriendo. Entonces, ¿dónde podemos producir más alimentos? Una solución posible es aumentar la producción en las tierras agropecuarias ya existentes. Aquellas tierras en las que el rendimiento sea menor al esperado, ya sea por problemas de manejo o porque estén deterioradas o abandonadas, parecen ser las más indicadas. Esta idea es particularmente relevante en una zona árida como Mendoza. En nuestros oasis, la producción de alimentos depende del riego artificial, el cual no puede extenderse indefinidamente por cuestiones logísticas y económicas.

La otra pregunta importante es cómo producir más alimentos. Las prácticas agrícolas tradicionales (monocultivo, riego, uso de plaguicidas y fertilizantes) han traído consecuencias negativas para el ambiente en todo el mundo: degradan el suelo, demandan mayor cantidad de agua y energía, y contaminan el aire y el agua. Esto es muy relevante para los oasis mendocinos, en los que necesitamos cuidar especialmente el agua, evitando su contaminación y aumentando la eficiencia de los sistemas de riego. En este contexto, es imperioso pensar nuevos sistemas de producción. La restauración puede brindar herramientas para satisfacer nuestras necesidades mientras protegemos el ambiente. La restauración productiva busca recuperar el funcionamiento de la naturaleza y generar bienes económicos para la población local de una manera que pueda perdurar en el tiempo. Volvamos a los oasis mendocinos y pensemos en un problema muy común: la salinización del suelo. Dos medidas de restauración que pueden usarse para recuperar ese suelo son la reforestación (se plantan árboles para hacer descender el nivel freático y mejorar el drenaje del campo) o la fitorremediación (se aprovechan plantas que naturalmente sobreviven en suelos salinos para que capturen las sales en sus tejidos y así queden menos sales en el suelo).

Para que la producción de alimentos pueda perdurar en el tiempo sin dañar al ambiente, la restauración productiva se apoya en la agroecología. Ésta propone un conjunto de técnicas que permiten conservar los recursos naturales, aprovechando y respetando al máximo el funcionamiento de la naturaleza. Combinando saberes tradicionales con los de la ecología y la agronomía, la agroecología permite producir alimentos de manera menos dañina para el medioambiente y los productores. Estas prácticas permiten aumentar el rendimiento por hectárea, la rentabilidad y el capital financiero, al mismo tiempo que mejoran el suelo. Si bien las prácticas agroecológicas pueden requerir mayor trabajo, también requieren menos insumos. Por ejemplo, en un experimento de manejo agroecológico de vid en Luján de Cuyo, se mejoró la fertilidad del suelo, manteniendo la productividad y los costos del manejo tradicional.

Los desafíos complejos a los que nos enfrentamos nos invitan a repensar nuestra realidad y apostar por propuestas alternativas. Es necesario buscar soluciones que nos permitan encaminarnos a asegurar el bienestar de la población y, al mismo tiempo, cuidar a la naturaleza. La restauración productiva nos ofrece herramientas para alcanzar ambos objetivos de manera equilibrada. Como productores, podemos minimizar la pérdida de alimentos y apostar por sistemas de producción que estén en armonía con el ambiente. Como consumidores, podemos disminuir el desperdicio de alimentos y optar por productos agroecológicos. Es valioso el aporte de cada uno de nosotros para lograr el mejor futuro posible para todos, sin importar cuántos seamos. Seguramente las mejores soluciones las encontraremos entre todos.

*La autora de la nota forma parte del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (CCT-Conicet Mendoza). Ademas es docente Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UNCuyo.

Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar

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