La historia de los refugiados es tan vieja como el mundo, siempre asociada con el conflicto y en particular cuando este supera cualquier instancia de negociación. En la composición de cualquier sociedad encontramos aquellos que buscan su bienestar y el de su entorno, mediante el esfuerzo del aprendizaje y el trabajo.
Otros buscan lo mismo, pero desde otras motivaciones y circunstancias y/o con otros propósitos, en ambos casos suelen ser origen de la migración, o sea personas o grupos que se trasladan a otros lugares por razones diversas con la particularidad que pueden volver a sus territorios cuando lo deseen.
Los conflictos sociales, políticos o económicos y por supuesto las guerras y hambrunas han sido siempre una razón importante en la aparición de la figura del refugiado, personas o grupos que huyen de eventos traumáticos como los citados que ponen en peligro sus vidas y por lo tanto deciden trasladarse a otros lugares o países, la mayoría de las veces sin otra opción.
En la actualidad y desgraciadamente todas estas causas de migraciones, forzadas o no, continúan existiendo, inclusive las menos deseables como las ocasionadas por las guerras, que sólo dependen de las acciones directas de los hombres, o aquellas originadas en eventos climáticos que si bien son naturales en los últimos años vienen siendo más intensas y frecuentes por causa del comportamiento humano en la forma de usar y consumir los recursos naturales a disposición.
El tema es abordado por la película “Las nadadoras”, dirigida por Sally El Hosaini, y refleja la vida de dos hermanas, Mardini de apellido, que huyeron de una Siria en guerra, en 2015. Una de ellas llego a competir en las Olimpíadas de Brasil (2016).
Conflictos a la vista
Entre las razones más visibles de aquellas que nos interesan en esta nota, podremos encontrar al aumento del nivel de los océanos, la desertización, la tala o el incendio de bosques, las inundaciones y sequias, o la disminución de las reservas de agua dulce. Como consecuencia de todo esto vemos también que los migrantes ambientales van aumentando en proporción directa al aumento de estos fenómenos.
Casi no es necesario decirlo,pero esto es porque los territorios donde estos grupos viven sufren tal degradación que no pueden producir alimentos, o no consiguen agua o el aire que respiran está demasiado contaminado. ¿Cuál es la solución entonces? Emigrar a otro sitio donde consigan vivir con más seguridad y menos vulnerabilidad y en la mayoría de los casos donde puedan desarrollarse personal y familiarmente.
El refugiado ambiental, es un concepto que se le atribuye al prestigioso profesor americano Lester Brown (88), a quien se considera como uno de los padres del conservacionismo y creador del Worldwatch Institute de Washington, uno de los máximos centros de investigación medioambiental.
Brown afirma que en los hechos ya existe esta figura representada por la persona o grupo que hace abandono de sus hogares por causa de los efectos climáticos y muchas veces sin opción también como en los casos de violencias de otro orden.
Por su parte, el UNHCR que es la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados admite esta clasificación y afirma que en 2019 había 26 millones de personas en esa situación. Además, predice que para 2050 habrá unos 500 millones. Cabe aclarar que el refugiado ambiental no tiene protección legal por carecer de legislación específica como es el caso del refugiado político o social.
Esto es indudablemente una preocupación tanto de los afectados como de los gobiernos porque ello significa desestabilización tanto de los ecosistemas como de la vida social de las comunidades. Inclusive pueden aparecer nuevos riesgos tales como la convivencia ya sea dentro de un mismo país o de conflicto internacional cuando el proceso migratorio afecte a más de una jurisdicción.
La cuestión de los refugiados ambientales, de continuar su curso en la misma intensidad, podría convertirse en la mayor crisis humanitaria de nuestra época, según el profesor Norman Myers (1941-2022) del Green College de la Universidad de Oxford, Inglaterra, mientras que el doctor János Bogardi (1909-1998, Universidad de Bonn–Alemania) consideraba que es en los lugares rurales más pobres donde se concentra la mayor causa de estos movimientos debido a que en esas áreas es donde se presentan los mayores efectos de la degradación.
En efecto, continuaba Bogardi, ya sea por desertización, por salinización o inundación se reduce la superficie cultivable y esto es lo que disminuye y en muchos casos termina con la producción de alimentos.
Ciudades superpobladas
Anthony Oliver Smith (80), antropólogo e investigador de la Universidad de Florida, EEUU, afirma que muchas ciudades superpobladas en regiones costeras no saben cómo manejarse de manera eficiente con este presente que hace que gran parte de sus habitantes terminen yendo a vivir a asentamientos ante olas de fenómenos ambientales violentos que dañan o destruyen sus viviendas, así como sus medios de vida.
Nadie está libre de estos problemas a pesar de que hay regiones del mundo más castigadas, como son diversos países que conforman el África subsahariana y el llamado Cuerno de África, además del norte de dicho continente en la zona del Magreb con 1.000 km2 de tierra fértil afectada por la desertización. Se calcula que 100 millones de personas en el mundo viven en territorios que están por debajo del nivel del mar y zonas bajas con riesgo de inundaciones.
Finalmente, y por citar otras regiones castigadas por la degradación encontramos a Gobi, entre Mongolia y China, cuyo desierto se expande por 10.000 km2, algo parecido en la región india de Calcuta y Bangladesh, zonas costeras inundables o de la estepa siberiana por derretimiento del permafrost.
Todos estos fenómenos en forma conjunta son los que van creando los problemas migratorios de los que hemos hablado, cuyas consecuencias se ven principalmente en los países desarrollados de Europa y América del Norte, que son los que están soportando la presión invasiva proveniente de aquellos lugares que en muchos casos pasan a ser los nuevos refugiados.
Para terminar, unas pocas palabras sobre la cumbre COP27 celebrada en Sharm el-Sheij (Egipto) en las dos primeras semanas de noviembre pasado, sin muchos resultados efectivos, lo cual refleja la poca predisposición de los líderes mundiales en terminar con la quema de combustibles fósiles, algo que no es lo que expresan en sus discursos llenos de promesas de lo que surge que no pueden, no saben o no quieren cumplir respecto de los compromisos firmados en Paris 2015. Las palabras de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, lo dicen todo: “El mundo está en una autopista al infierno climático”.
Medidas a tomar
Me gustaría dejar al lector una reflexión final acerca de cómo encarar algunas posibles acciones de mitigación adicionales a la reducción del uso de fuentes fósiles para producir energía. Varios estudiosos del tema han señalado que una acción fuerte sería conseguir la estabilización de la población mundial a los efectos de garantizar que la producción de alimentos esté acorde a los niveles de consumo global pues este es otro riesgo importante en caso de que la población llegase a los 10.000 millones o sea 2.000 millones más que ahora.
El objetivo final tendría que tender a mantener los suelos y mares útiles y limpios para la producción de alimentos y la calidad de vida. La drástica reducción de la emisión de los gases GEI, así como mantener las selvas en pie nos permitirían respirar mejor y con temperaturas más estables, con menos riesgos de desequilibrios climáticos y conservando el volumen de los glaciares. Finalmente, cuidar el agua dulce que es el otro vital elemento que asegura nuestras vidas.
La indiferencia podría significar que algunos o muchos de nosotros y principalmente nuestros descendientes seamos los próximos refugiados ambientales.
*El autor es especialista en temas ambientales
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar