Esas dos nubes plagadas de estrellas, que alguna vez usted ha observado en el cielo nocturno mendocino, no son un mero acopio de luces brillantes. No tienen una forma definida, ni brazos espirales rotando a gran velocidad, ni un bulbo incandescente. No son parte de la educación popular astronómica que pondera a la Cruz del Sur y a las “Tres Marías”. Y sin embargo, esas dos nubes son dos extranjeras que están fuera de la Vía Láctea. Esas dos nubes son galaxias que tenemos el privilegio de ver desde los cielos del sur. Esas dos galaxias tienen nombre propio: las Nubes de Magallanes y están “cayendo” hacia nosotros.
En el año 964 el astrónomo persa llamado Abd al-Rahman al-Sufi (903 d.C-986 d.C) publicó, bajo el título de “Libro de las estrellas fijas”, un extenso trabajo en el que daba cuenta de la existencia de dos nubes compuestas de una gran cantidad de estrellas observadas en el cielo de Yemen. Mientras que, desde el suelo chileno, los mapuches nombraron a esas dos nubes como “las lagunas”, el nombre hace referencia a la comparación entre las estrellas y el agua.
El 20 de septiembre de 1519 al mando de Fernando de Magallanes, junto con Sebastián Elcano y Antonio Pigafetta, partía la expedición marítima española que se propuso dar la vuelta al mundo con el fin de abrir una nueva ruta comercial. Pigafetta fue el cronista de la expedición. En su regreso, tres años después, publicó “Relación del primer viaje alrededor del mundo”. En una de sus descripciones del cielo nocturno se lee: “Pueden observarse muchas pequeñas estrellas aglomeradas a modo de dos nubes separadas una de las otras y algo débiles”. Pigafetta las bautizó como Nubes de Magallanes en honor a su capitán, quién murió en la travesía. Esta versión europea es la que prevaleció y les dio nombre a esas dos galaxias cercanas.
Sin tantos preámbulos históricos las Nubes de Magallanes podrían resumirse así: son dos galaxias irregulares, una de ellas llamada Nube Mayor y la otra Nube Menor. Se encuentran a una distancia de 163.000 años luz y 200.000 años luz, respectivamente. Es decir, la luz que vemos hoy partió de sus estrellas en el momento en que el homo sapiens se expandía en tierras africanas. Sí, allá lejos y hace tiempo. Ambas galaxias están conectadas entre sí por un puente hecho de gas, polvo y estrellas. Además, están envueltas en una gran corriente de gas interestelar producto de las fuerzas gravitatorias entre ellas y también con la Vía Láctea.
Hace 32 años desde las cálidas y paradisíacas tierras de Florida, en Cabo Cañaveral, partía hacia el espacio el hoy célebre Telescopio Espacial Hubble. En su registro de estrellas, galaxias, polvo y gas nos ha regalado fotografías inolvidables. Menos fotogénicos, pero no por ello menos asombrosos, fueron los datos que arrojó el Hubble sobre el movimiento de las Nubes de Magallanes.
Una serie de estudios científicos (Kallivayalil, Piatek y Besla, 2006) analizó el movimiento de nuestras galaxias vecinas y llegó a la conclusión que no están orbitando alrededor de la Vía Láctea como se pensaba. Hasta ese momento la imagen que se tenía era similar a la del sistema Tierra-Luna, es decir, se creía que las Nubes de Magallanes eran satélites de nuestra galaxia.
Esto implica un cambio de paradigma en cuanto a la historia de formación y evolución de las Nubes de Magallanes. Los últimos estudios indican que la Nube Mayor de Magallanes está “cayendo” hacia la Vía Láctea completando su primer pasaje orbital. Incluso algunas simulaciones realizadas en la computadora EAGLE de la Universidad de Helsinki van más lejos y estiman que la Nube Mayor de Magallanes colisionará con nuestra galaxia dentro de 2000 millones de años.
Estas galaxias inusualmente cercanas se comportan para nosotros como un laboratorio único que nos permite estudiar fenómenos tan variados como la formación de estrellas, efectos de marea entre galaxias, aparición de supernovas, cinemática y dinámica de galaxias e incluso la evolución de nuestra propia Vía Láctea. Lo expuesto deja claro porque los grandes observatorios del Hemisferio Sur y la sonda espacial GAIA actualmente han dado a conocer importantes descubrimientos en las Nubes de Magallanes.
Si la noche acompaña con un cielo despejado, la luna no entorpece con su brillo y se encuentra lejos de las luces de la ciudad, entonces puede elevar sus ojos hacia el estrellado cielo mendocino, dirigir la mirada hacia el sur y divisar dos nubes pobladas de estrellas. Revivir el asombro que sintió la tripulación de Magallanes, el pueblo árabe, la comunidad mapuche. Con una diferencia a su favor, usted sabe que esas nubes son dos galaxias y que la mayor de ellas está “cayendo” hacia nosotros.
Astrónomos en Mendoza
En la ciudad de Mendoza se encuentra el Grupo de Astronomía y Astrofísica (GAAS), un equipo de investigación liderado por el doctor en Astronomía Andrés Piatti e integrado por graduados en física y estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UNCuyo). El grupo está dentro del Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas (ICB, Conicet-UNCuyo).
Actualmente tiene variadas líneas de investigación como evolución y formación de la Vía Láctea (en ella trabajan alumnos de grado), astronomía observacional, astrofísica computacional, cúmulos estelares y astronomía extragaláctica (en ella trabajo como becario doctoral de Conicet), particularmente en la cinemática de la Nube Menor de Magallanes.
Uno de los hallazgos más recientes del GAAS fue la primera evidencia de una colisión entre dos cúmulos estelares abiertos en la Vía Láctea. Publicado en una revista científica de prestigio internacional.
*El autor es Lic. en Física. Grupo de Astronomía y Astrofísica ICB,Conicet-UNCuyo
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar