Los restos Esteban Nicolás Lagos, el efectivo de la Policía Federal (PFA) asesinado ayer en un asalto a bordo de un colectivo en el barrio porteño de Barracas, fueron despedidos y sepultados hoy con todos los honores con profundo dolor entre sus familiares, amigos y camaradas en el cementerio municipal de Ezpeleta.
El traslado con medidas de protocolo por la pandemia de Covid-19 se realizó poco después de las 9 con no más de 15 personas que ingresaron al cementerio para la despedida, entre los que estaban la mujer del suboficial asesinado, su hija de 2 años, sus padres, hermanos y primos, muchos de ellos integrantes de una familia policial.
El cortejo fúnebre con cuatro autos de la casa de sepelios “Cuellar” salió de calle La Guarda 220 de Ezpeleta, acompañado por una doble fila de motos de la División Motorizada de la PFA y autos oficiales que recorrieron unas diez cuadras hasta llegar al cementerio, entre aplausos de vecinos del barrio.
Los restos de Lagos fueron sepultados en la bóveda 29 en la fila ‘F’ del cementerio municipal de Ezpeleta con una breve ceremonia religiosa con el capellán policial.En la entrada al cementerio, estuvieron presentes esperando la caravana el secretario de Seguridad y Política Criminal de la Nación, Eduardo Alfredo Villalba; el jefe de la PFA, comisario general Juan Carlos Hernández; y autoridades de otras fuerzas de seguridad nacionales y provinciales.
Natalia, la pareja de Lagos, le dejo un emotivo mensaje para recordarlo en su cuenta social Instagram, que decía: “Todavía no puedo creerlo, te amo con toda mi alma y mi corazón, nunca te voy a olvidar, solo decime como hago para superar todo esto sin vos”.Por otro lado, los restos de la segunda víctima del asalto en el colectivo de la línea 100, el barrendero Juan Roberto Bonifacio (34), empleado de la empresa Higiene Urbana AESA-Veolia de la ciudad de Buenos Aires, aún no fueron entregados a la familia y esperan por su velatorio en la zona sur bonaerense.
El hecho ocurrió el lunes a las 23.40 arriba del interno 4845 de la línea 100, ramal 1, que circulaba por la calle Vieytes, entre Quinquela Martín y Suárez, cuando dos ladrones subieron armados y con intenciones de robo. En el momento del hecho en el colectivo viajaban entre 8 y 10 personas más el chofer de la unidad, identificado como Pablo Ramírez.
Según lo que pudieron reconstruir los investigadores en base al relato del chofer y los pasajeros, cuando abordaron el colectivo, uno de los ladrones pasó saludando hacia el fondo y el otro se quedó en la parte delantera, extrajo un arma y anunció que se trataba de un asalto."¡Bueno, están todos regalados!", fue la frase que ese delincuente gritó al iniciar el robo, tras lo cual tomó como “escudo humano” a un joven de 29 años que viajaba en el primer asiento detrás del chofer.
Al ver la situación, Lagos, quien viajaba entre el pasaje uniformado y con su chaleco antibalas colocado, se levantó de su asiento para dar la voz de alto, pero de inmediato comenzaron los disparos. La autopsia determinó que el policía recibió cuatro disparos de frente: uno en el cuello, otro en el pecho, un tercero en un brazo y el restante en una pierna. En el caso del recolector de residuos Bonifacio, fue alcanzado por un único disparo que ingresó por la espalda, ya que viajaba en un asiento que miraba hacia la luneta trasera del colectivo.
Otros dos pasajeros, de 30 y 34 años, resultaron baleados, uno en una pierna y el otro en un pie, con heridas que no revistieron gravedad. Los dos delincuentes -uno descripto como de 45 años y el otro más joven-, resultaron ilesos y escaparon de la unidad luego pedirle al chofer que abriera la puerta y de robar la pistola 9 milímetros reglamentaria al policía baleado.
La causa es investigada por Martín López Perrando, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional 12, quien ordenó una serie de tareas investigativas para localizar a los dos criminales, que aún no fueron identificados ni detenidos.