Una fiesta de disfraces fue la excusa perfecta para que Marina Szostak le presentara un chico a su amiga. Era la noche del 23 de noviembre de 1999 y estaba feliz con su rol de celestina.
Pero inesperadamente el plan falló. La chica faltó a la cita y, cuando Marina quiso acordar, se encontró muy entretenida charlando y riéndose con aquel candidato. Se trataba de Matías Abraham y enseguida quedó encantada: “era sano, humilde y divertido”.
El destino a veces tiene vueltas impensadas y puede cambiar una vida en un abrir y cerrar de ojos, y modificar su rumbo hacia un futuro jamás imaginado.
Ésa es su conclusión después de más de 20 años junto a quien considera el amor de su vida, el hombre que le supo dar la familia que ella jamás tuvo; el que la apuntaló y le dio cuatro maravillosos hijos: trillizos luego de varios tratamientos y uno del corazón.
“Me siento afortunada, una elegida por Dios. Mi vida fue un antes y un después desde aquella noche en que apareció en mi vida el hombre perfecto para mí”, resume con una sonrisa de oreja a oreja y en medio del bullicio de los chicos.
“Podría estar muerta hace mucho -confiesa- porque era una persona sin rumbo ni familia. Matías y su familia me adoptaron y yo a ellos. Siento que, de alguna manera, me salvaron”, rememora eternamente agradecida.
La noche siguiente a aquella fallida presentación, Matías invitó a Marina a cenar a un carrito de comidas rápidas. Bastó un minuto para que ella se enamorara.
“Creo mucho en el propósito que Dios tiene para cada uno de nosotros”, advierte, para señalar que las épocas cambiaron y que hoy mujeres y hombres escapan al compromiso y al encuentro y que nadie aguanta nada.
Ocho años después, el 16 de noviembre de 2007, dieron el “sí” en una ceremonia en la parroquia San Juan Marón, de Godoy Cruz, y festejaron la unión con 500 invitados. El deseo de ser padres estuvo siempre latente. Pero eso forma parte de otro capítulo de sus vidas.
La llegada de los hijos
“El bebé no llegaba, pensamos en adoptar, nos inscribimos y al mismo tiempo iniciamos un tratamiento que luego fue más que uno, muchísimos ¡No había caso!”, recuerda.
Así fue que, finalmente, y luego de 17 intentos, el 10 de abril de 2010 llegaron al mundo los trillizos Rashi, Kamal y Milo.
Poco tiempo después, la familia se completó con Nicolás, que llegó al hogar a los 13 años y fue “un regalo que envió el Señor”, según define ella con su sonrisa eterna.
La familia vive en un barrio de Las Heras. “Tengo muchísimo más de lo que jamás pude imaginar. Pero, ojo, hay que trabajar todos los días y nunca cruzar los brazos o dar todo por sentado. El amor se edifica día a día sorteando los momentos no tan buenos, superando las crisis que siempre aparecen, reinventarse y salir de la rutina”, define.
Marina concluye que los tiempos modernos conspiran contra la tolerancia y que por eso las consecuencias se observan a través de la indiferencia, los engaños y las relaciones livianas.
El amor y el respeto. “Uno sin el otro no tiene razón de ser”, finaliza, mientras le repite a Dios todos los días “gracias, con mayúsculas”, aclara. Un “gracias” grande como una casa.