Un reciente estudio científico ha revelado que los ciclos menstruales irregulares están relacionados con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, infarto de miocardio o fibrilación auricular en mujeres.
El análisis, llevado a cabo en más de 58.000 mujeres a lo largo de 12 años, ha arrojado resultados significativos que alertan sobre la importancia de monitorear los ciclos menstruales como un indicador vital de la salud cardiovascular femenina.
Según el estudio publicado en el Journal of the American Heart Association, los ciclos menstruales de menos de 21 días o de más de 35 días se asociaron a un riesgo un 19% mayor de cardiopatía y un 40% mayor de fibrilación auricular en comparación con los ciclos menstruales regulares de duración entre 22 y 34 días.
A la vez, los ciclos menstruales más cortos se relacionaron con un 29% más de riesgo de enfermedad coronaria, infarto de miocardio, fibrilación auricular, ictus e insuficiencia cardíaca, mientras que los ciclos menstruales más largos presentaron un 11% más de riesgo de enfermedad cardiovascular.
La investigación destaca que estas asociaciones se mantuvieron incluso después de tener en cuenta otros factores de riesgo, como la edad, el origen étnico, el índice de masa corporal, el hábito de fumar o el consumo de alcohol. Estos hallazgos tienen importantes implicaciones de salud pública, ya que podrían contribuir a la prevención de la fibrilación auricular y el infarto de miocardio en las mujeres.
El estudio también reveló que los ciclos menstruales irregulares están relacionados con múltiples factores de riesgo de cardiopatías, como la resistencia a la insulina, el colesterol alto, la hipertensión, la inflamación crónica y el síndrome de ovario poliquístico. Además, fluctuaciones hormonales durante el ciclo menstrual pueden aumentar el riesgo de sufrir arritmias, o latidos irregulares del corazón.
A pesar de los hallazgos significativos, el estudio tiene algunas limitaciones, como la subjetividad en la interpretación de la regularidad menstrual por parte de las participantes y la falta de datos sobre los niveles hormonales en diferentes etapas de la vida.
Además, los resultados se basaron en una población mayoritariamente blanca y de edades comprendidas entre los 40 y los 69 años, lo que puede limitar su generalización a mujeres más jóvenes o de distintos orígenes étnicos.