La prensa internacional ha venido propagando una noticia alarmante: Japón estaría arrojando al mar millones de metros cúbicos de agua contaminadas con sustancias radioactivas. Como muchas de la información que nos llega, es una verdad a medias que origina una connotación (¡peligro para la humanidad!) muy diferente a su real denotación. Este artículo y el subsiguiente tienen por objeto testimoniar sobre la situación real.
El 11 de marzo de 2011, ocurrió bajo el mar del Japón un gran sismo: el Gran Terremoto del Este de Japón. El movimiento telúrico fue destructivo para edificios, puentes, carreteras y devastador para los afectados y resultó responsable de la muerte de miles de personas. Una de las pocas construcciones en la región afectada que salió indemne fue la Central Nuclear de Fukushima Dai-Ichi. Sus reactores nucleares no sufrieron daño y se detuvieron en forma segura… ¡Pero, lamentablemente, aquí no finaliza la historia!
Los reactores nucleares, aún apagados, necesitan refrigerar su calor remanente y para ello necesitan energía eléctrica para que sus bombas de agua funcionen, pero ¡el terremoto había arrasado las líneas eléctricas de la región! No obstante, la central nuclear estaba preparada para esta eventualidad. Varios generadores diesel de emergencia se pusieron en marcha automáticamente y comenzaron a generar la electricidad necesaria para refrigerar el calor remanente…Sin embargo…¡no hay dos sin tres!
Es que el terremoto había ocurrido en el fondo del mar (ver figura 1) y el movimiento del suelo subacuático originó un tsunami que llego a la costa con cierto retardo y con crestas de ola altísimas que causaron ‘subidas’ aún mayores en la costa (ver figura 2). Esta segunda catástrofe afectó grandemente a la Central Nuclear arrasando sus generadores diesel y dejándola sin la necesaria electricidad para refrigerarse.
Como resultado el núcleo de tres de los reactores colapsó y se fundió creando de paso hidrógeno explosivo, el que detonó y destruyó los edificios de contención, generando una emisión incontrolada de material radioactivo al medio ambiente. Así ocurrió el mentado ‘accidente de Fukushima’ del que se han escrito miles de paginas y cuya descripción detallada puede estudiarse en el informe ad hoc del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) (las figuras en esta nota se han tomado de ese informe) … pero, como veremos… ¿no hay tres sin cuatro!
Es que, si bien el sitio de Fukushima es una alta barranca, la Central se emplazó a nivel del mar (ver la Figura 3). Esto permitía ahorrar la energía eléctrica, que se hubiese necesitado para bombear el agua necesaria para la refrigeración de los reactores en funcionamiento, desde el mar hasta arriba de la barranca. Esta fue una causal del accidente, porque si la Central Nuclear había estado situada sobre la barranca el tsunami no la hubiese afectado. Pero allí no termina la historia; hay un cuarto acto de esta saga: la ubicación deja cercanas las aguas de las napas subterráneas (ver la línea azul en la figura 3), la que fluye ininterrumpidamente hacia el sitio, junto con la que se junta por lluvia y uso. Obviamente, esas aguas se contaminan con sustancias radiactivas residuales del accidente. Las autoridades japonesas construyeron rápidamente barreras para que esas aguas contaminadas no fluyeran hacia el mar…pero las aguas seguían llegando y, hasta el día de hoy, se sigue generando agua contaminada a causa de este proceso. Dispusieron entonces que las aguas fueran recolectadas y almacenadas en tanques ubicados en el sitio. Estos tanques están agotando su capacidad de almacenaje. La cantidad de agua ya acumulada supera el millón de metros cúbicos.
En abril del 2021, el gobierno de Japón anunció que descargaría al mar esas aguas, previo tratamiento con un sofisticado sistema avanzado (identificado con el término ALPS, acrónimo del inglés Advanced Liquid Processing System). La decisión suscitó preocupaciones sobre su impacto sobre la población y su medio ambiente, manifestada principalmente por los gobiernos de países vecinos, primordialmente las repúblicas de Corea y China y la Federación de Rusia, y también por parte de grupos locales.
Las preocupaciones se centran en los posibles riesgos residuales del agua tratada por el ALPS. Si bien, las sustancias radioactivas presentes son filtradas por el ALPS, no puede filtrarse el elemento radioactivo denominado tritio, que es un isotopo radioactivo del hidrógeno. El tritio tiene las mismas características químicas del hidrógeno común; como este, se oxida convirtiéndose rápidamente en agua, usualmente denominada agua tritiada, la que tiene las mismas propiedades que el agua común y es muy difícil de filtrar y separar del agua común. En resumen, si bien la radioactividad de las aguas es filtrada por el ALPS, el contenido de tritio queda inalterado.
Respondiendo a la preocupación generada por la decisión de descargar las aguas al mar, el Gobierno de Japón solicitó al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que proveyera la aplicación de los estándares internacionales de seguridad aplicables para proteger a las personas del riesgo de la exposición a sustancias radioactivas, incluyendo las que contienen tritio, por el organismo humano. El OIEA es la agencia de las Naciones Unidas competente en estos temas y los estándares que aplica son universales y están copatrocinadas por todas las organizaciones internacionales relevantes, a saber: la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el OIEA, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Agencia para la Energía Nuclear de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (AEN/OCDE), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Programa de Protección y Seguridad de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); y, la Organización Mundial de la Salud (OMS). La aplicación de los estándares a pedido de un Estado, en este caso el Japón, es una función estatutaria del OIEA.
Para ejercer esta función el director general del OIEA estableció un Grupo de Trabajo (o ‘Task Force’) constituido por doce expertos independientes, del que el suscrito forma parte. La asignación de la responsabilidad de participar en este selecto Grupo de Trabajo no es un hecho fortuito. Tras el accidente de Fuskuhima prestamos asistencia para la evaluación de las secuelas del accidente a organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales japonesas e internacionales, tales como el OIEA, al Comité de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (Uncear) y a la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP).
Nuestra actual labor de corroborar que las aguas residuales de Fukushima no causen daño ni a los seres humanos ni al medio ambiente se describirá en una segunda nota.
*El autor es ingeniero-UBA. Además es miembro pleno de las Academias Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Argentina de Ciencias Ambientales, Argentina del Mar y de la Academia Internacional de Energía Nuclear. Actualmente es: asesor superior de la Autoridad Reguladora Nuclear (ARN) de Argentina; Representante en el Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (Uncear); miembro de la Comisión de Normas de Seguridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar