La primera semana de presencialidad total en ciertos niveles en Mendoza ya concluyó. Y con ella, la conclusión de que al menos un problema, más o menos inesperado, se presentó en medio de la alegría pro ese regreso: maestras y directivos de distintos establecimientos coinciden en la dificultad que atraviesan los alumnos de primer grado para adaptarse a las normas y reglas del cursado en el aula.
Muchos de los chicos cursaron sala de cinco de manera virtual, o mixta con una semana presencial en sistemas de burbujas y otra virtual. Esto generó que muchos hábitos y aprendizajes que se trabajan en nivel inicial no fueran desarrollados, incorporados y aprendidos por los pequeños, que hoy se enfrentan a un cursado con normas y reglas.
Los educadores remarcan que en primer grado, incluso, se están viendo obligados a trabajar (en algunos casos “desde cero”) los saberes de jardín de infantes, como el guardar silencio y prestar atención a la maestra, esperar el turno para hablar, ubicarse en el espacio y hasta agarrar un lápiz. Esta situación, sumada al cumplimiento de los protocolos por Covid-19 y, claro, el desapego al dejar a la mamá y al papá.
“Lloraban cuando los padres se iban”
Silvia Murichi, directora de escuela Patricias Mendocinas (en Ciudad), relató: “Los primeros días sucedió que algunas alumnas lloraban al dejarlas, típica conducta que se da en jardín de infantes. Les ha costado comenzar. Hay que trabajar los hábitos, el ubicarse en el aula, los tiempos de recreo... Los baños, en general, en las salitas de 5 están dentro del aula, y en primer grado no es así, por ejemplo. Los bancos también cambian, y dejan los juegos, además. Nosotros hacemos una articulación, en la que las alumnas van conociendo la escuela, cuál va a ser su próxima salita, y el año pasado no pudimos hacerlo”.
La adaptación, dice la directora, no es nada fácil: “En primer grado el trabajo oral es fundamental, el respetar los turnos, el silencio, son pautas que se trabajan en jardín, y se ha tenido que hacer este año. Es muy importante el trabajo de adaptación y psicomotricidad que se hace en sala de 5. En primer grado se necesitan distintos tipos de letras, y la psicomotricidad que da el jardín para la letra cursiva, por ejemplo, es fundamental. Y se nota la ausencia de presencialidad en sala de 5. Un día de clases perdido es valiosísimo.
En cuanto al cumplimiento del protocolo, la directora explicó que ha costado lograr el cumplimiento porque son hábitos que no aprendieron en el jardincito, pero que día a día las pequeñas se van adaptando. “Hoy cumplen bastante, usan el barbijo, les pedimos que traigan su bolsita de higiene y le enseñamos a limpiar el lugar donde van a estar. Pero es difícil evitar el contacto entre ellas”, se sinceró Murichi.
Por su parte, Belén, maestra de primer grado de una escuela del Este, expresó: “Con los pequeños de primero está costando mucho el tema de la enseñanza y el aprendizaje, son muchas las variables que tenemos porque es el tiempo, la pandemia, el primer cuatrimestre que fue en burbuja, el cual fuimos acomodando para atender sus dificultades, hay chicos que el año pasado estuvieron conectados con sus maestras de jardín, y que sus maestras aportaron desde su lugar todo lo que era necesario para que ellos aprendieran”.
“Después tenés pequeños que han estado un poco menos conectados con su maestra o que han realizado las tareas todas juntas en uno o dos días para entregarlas. Esto ha sucedido porque hay alumnos que los papás trabajan durante todo el día, y llegar a la noche y ponerse con las tareas se les ha dificultado. Los papás pasaron de ser los controladores de tareas, por así decirlo, a enseñarles y ocupar un lugar del que no están acostumbrados ni capacitados”, agregó la docente.
Belén destacó el hecho de que también hay chicos que no tuvieron ningún contacto con sus docentes, por falta de dispositivos, internet, o porque los padres decidieron no hacerse cargo de la educación en la casa. Lo que llevó a que estos chicos no puedan identificar saberes básicos como que es una hoja, un lápiz o los colores, trabajar con plastilina, recortar cartulina, etc.
“Con respecto a las normas, el silencio y los horarios, los chicos al no tener sala de cinco se complica más porque no tienen los hábitos de orden, de cuidado de sus cosas, de la escucha y eso hace difícil el trabajo. En sala de cinco es donde se hace el ajuste de estas cosas. En jardín se les enseña que ellos tienen un lugar, que tienen que cuidarlo, donde tienen que colgar o guardar sus pertenencias. También, que cuando la seño pide silencio para poder explicar hay que callarse sino no entendemos. Con algunos chicos hay que empezar de cero”, detalló la maestra.
Con los nuevos parámetros educativos hay criterios que van modificándose, antes se trabajaba en el silencio absoluto, y los alumnos sabían que no podía “volar ni una mosca cuando la seño hablaba”. Belén nos explica que hoy el trabajo va por otro lugar: “Hay que entender que los chicos tienen 6 años y quieren jugar, por eso el silencio sólo lo pido cuando voy a leerles o explicarles algo o cuando ellos leen, después el grado se convierte en risas, en charlas, gritos. Hoy se trabaja de otra manera, desde el respeto, y dejando que puedan generar sus propios criterios, que sean pensantes, que puedan discutir algunas situaciones y dar su punto de vista”.
En referencia a esta situación, Melisa, maestra de primer grado de una escuela de Ciudad, contó: “Es muy difícil y cuesta un montón mantenerlos sentados y que presten atención porque se dispersan mucho. Y si un compañero habla todos hablan, no respetan al compañero cuando habla”.
“Además, es muy difícil cumplir con el protocolo de seguridad, se prestan los materiales, se bajan el barbijo, se tocan, sobre todo cuando juegan. Antes era difícil, y ahora que son más es peor, por más que insistamos y les repitamos mil veces lo mismo, son muy chicos”, cerró la docente.
“Mi hijo va a primer grado y está muy contento con volver a la escuela, valora mucho el juego con los amigos y compañeros, ya que el año pasado estuvo muy encerrado en casa. No siento que le esté costando”, relató, en contraste, Valeria, mamá de un alumno de primer grado y pedagoga.
“La maestra nos pidió a las familias que habláramos con los chicos respecto de las normas de seguridad”, agregó.
Vacíos pedagógicos
Por su parte, una profesional de la psicopedagogía, que prefiere preservar su nombre, aportó: “El nivel inicial permite compartir, formar en actividades sociales. Saber la hora de la merienda, ir a lavar las manos, preservar su lugar, saludar al ingreso y al salir, Izar la bandera. Y esos hábitos básicos y simples generan una rutina escolar que se hace extensiva a la vida del chico”.
Y agregó: “Es notorio cuando un niño fue a la guardería antes de ir al nivel inicial. Y acá se dio un salto cuantitativo en un año donde no hubo presencialidad. Hay hábitos que hacen a las normas de convivencia y a la capacidad de escucha, por ejemplo, qué hacer cuando toca el timbre del recreo. Son hábitos que estos chicos no han tenido”.
“Los docentes van a tener que hacer un diagnóstico en habilidades sociales de los chicos. Van a existir muchos vacíos pedagógicos que van a tener que ir recuperando, también de contenido. Muchos aprenden por imitación, y eso es lo que se dio restringido en la educación por Zoom”, cerró la profesional.