En el 2002, Pablo Vio y Gonzalo Elizondo tenían 10 y 11 años y según su propio relato un cura del colegio al que asistían comenzó a abusar sexualmente de ellos. Por miedo y vergüenza, ambos jóvenes decidieron mantener el silencio hasta que de grandes y charlando con otros alumnos se dieron cuenta que habían sido muchos (más de diez) los abusados. Fueron al colegio a hablar con las autoridades y sólo recibieron unas disculpas indiferentes.
Pero esta semana presentaron un reclamo administrativo al colegio y a la congregación en busca de justicia. El cura en cuestión fue trasladado a Mendoza y falleció en 2015 de cáncer, mientras que por otra parte, el delito quedó prescripto.
Ahora ambos tienen 31 años y son ex alumnos del colegio Del Salvador, la histórica y tradicional institución de Callao 542 que pertenece a la comunidad jesuita, en Capital Federal. Se trata de uno de los pocos colegios del país que es sólo de varones. La cuota está a la par de las más caras del sector privado: 65.100 pesos por mes.
Pablo es comunicador y publicista, Gonzalo sociólogo.
El cura del que hablan era César Fretes, alguien de confianza de los alumnos, que funcionaba como tutor, consultor y asesor. Sin embargo, lo más polémico es lo que hicieron las autoridades al enterarse de los abusos, luego de que tres familias lo denunciaron en 2003.
El religioso lejos de sancionarlo y descomulgarlo, fue trasladado a otra institución y terminó siendo llevado a la comunidad Jesuita de Mendoza. En 2015 Fretes murió de cáncer.
Ambas víctimas mantuvieron un diálogo con Clarín y hablaron sobre cómo comenzaron los abusos y el reclamo administrativo que presentaron.
Pablo, en primera persona
“Fui al Colegio del Salvador a partir de sala de cuatro años. Tanto mi infancia como adolescencia transcurrieron en ese lugar, de lunes a viernes de 7 a 16 horas y muchas veces los sábados por alguna actividad que se realizaba en el colegio. Crecí y viví gran parte de mi vida en ese lugar”, comenzó diciendo el joven.
Luego agregó: “Ese primer tutor, esa primera figura que tuvimos como acompañante, fue el padre César Fretes. Era de esos curas que se te acercaba y sabía tu nombre, te daba un abrazo y te preguntaba cosas personales que no muchos otros curas dentro del colegio hacían. Generaba una confianza extra”.
“En 2002 empecé sexto grado... También empezaba a conocerme a mi, a mi cuerpo y las preguntas empezaban a surgir... César solía llamarnos a su despacho de forma individual... Lo confuso en mi cabeza es cómo eso derivó en el tema de la sexualidad, preguntándome si yo me masturbaba y si entendía que era lo que se generaba al masturbarse. Me explicó por qué y cómo el pene se paraba y ponía duro, me habló del líquido pre-seminal y de la eyaculación... Fretes dejó el colegio súbitamente en 2003″, recordó.
“En 2019 pasé Navidad con otro alumno del colegio, que me contó que su familia había denunciado al cura por el abuso de otro compañero. El rector era Rafael Velazco, que decidió trasladar a Fretes a Mendoza. Ese mismo fin de año uno de mis mejores amigos se acercó a contarme un hecho sucedido en el colegio en esa época con César Fretes. Me trajo recuerdos y le conté lo que a mí me había pasado. Esa charla obviamente destrabó en mí algo que hacía mucho tiempo tenía en la cabeza y no sabía cómo canalizar”.
“El 9 de septiembre de 2020, a la mañana, en un despacho del segundo piso del Colegio hubo una reunión con Rafael Velasco, Provincial de los jesuitas, y Andrés Aguerre, rector cuando se denunciaron los abusos. Fuimos con Gonzalo y tuvimos una reunión en la que nos escucharon y nos explicaron por qué habían decidido no hacer nada y el protocolo que tienen ahora. Nos pidieron que intentáramos no hacer mucho por fuera ya que había muchos padres llevando a sus hijos al colegio y eso no haría más que generar un problema a terceros”.
Gonzalo, en primera persona
“Toda mi educación primaria y secundaria transcurrió en el Colegio Del Salvador. En 2002, a mis 11 o 12 años, no recuerdo la fecha exacta, durante un “Encuentro con Cristo” (como llamaban a los retiros espirituales), fui abusado sexualmente por el Hermano Jesuita César Fretes, que era nuestro tutor en sexto grado”, comenzó.
“Mientras dormía en mi habitación, desperté en medio de la noche, y encontré a Fretes en mi cama, con una de sus manos dentro de mi pantalón, tocándome los genitales. Cuando desperté, comenzó a retirar su mano de mi pantalón y me dijo ‘estabas sonámbulo, te encontré en el pasillo y te traje a la habitación’. Nunca, ni antes ni después, fui sonámbulo...”, recordó.
uego agregó: “Fretes era responsable de acompañar a los niños de sexto grado, así que en más de una oportunidad tuve charlas privadas en su despacho, donde él intencionalmente direccionaba los diálogos a temas sexuales... Esos diálogos me resultaban sumamente incómodos e invasivos”.
“Durante años no comprendí lo que había sucedido, y lo consideré un error o mero accidente. La sorpresiva partida de Fretes a fines de 2003, trasladado a Mendoza y luego expulsado cuatro años más tarde de la Compañía de Jesús, y los rumores entre mis compañeros de que había abusado de otros, me hicieron resignificar aquella situación que había sufrido”, continuó.
“Ante el traslado de Fretes solo hubo silencio bañado en rumores. Con ese accionar, de claro encubrimiento, se logró que nadie hablara y así permanecí en silencio... Por largos años olvidé, a la par de una gran dificultad para hablar de mis sentimientos y emociones... Sin embargo, volvía a mi mente, y cada vez con mayor frecuencia en los últimos años. El contexto social, con numerosas denuncias de abuso, las campañas que destacan la importancia de denunciar... Mi dolor e indignación ante semejante encubrimiento despertaron hacer algo al respecto... pedí explicaciones”.
Agregó: “En febrero del 2020 recibí una carta... Sentí un gran dolor, decepción e indignación. Dolor, porque aún hoy tengo una gran dificultad para hablar de lo sucedido con mis seres queridos. Decepción, por cómo actuó la institución en el pasado, por dejarnos en el silencio a las víctimas, por sentir que nadie se preocupó por nosotros. Indignación, por la negación de lo sucedido, porque no se haya ido a la justicia, por sentir que aún hoy hay resistencia a que se sepa”.
“El 21 de junio del 2020, envié una carta al Papa Francisco, que también perteneció a la Compañía de Jesús, solicitando que interceda para lograr respuestas concretas por parte de la institución. No he recibido respuesta”, recordando el hecho.
“Resulta penoso que quienes fueran rectores del Colegio del Salvador y recibieron las primeras denuncias de abuso de Fretes, sean hoy las máximas autoridades de la Compañía de Jesús en la Argentina”, puntualizó.
Reclamo administrativo
Esta semana se presentó un reclamo administrativo ante las autoridades de la institución. El documento habla de daños morales, psicológicos y patrimoniales y de la reparación integral planteada por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos: “Lejos están ambas víctimas de contar con una reparación que pueda calificarse de integral”.
Cita a la Convención Americana de Derechos Humanos para definir la reparación integral: “Comprende la acreditación de daños en la esfera materia e inmaterial, al mismo tiempo que el otorgamiento de medidas como: a) la investigación de los hechos; b) la restitución de derechos, bienes y libertades; c) la rehabilitación física, psicológica o social; d) la satisfacción mediante actos en beneficio de las víctimas; e) las garantías de no repetición de las violaciones, y f) la indemnización compensatoria por daño material e inmaterial”.
“No es una denuncia, ni una demanda. No están reclamando al poder judicial, sino a la autoridad que estaba al tanto de los abusos. El objetivo es obtener una reparación integral, como pasa en Europa. Si fracasa el reclamo se irá a la justicia, por la posible denuncia penal contra las autoridades por encubrimiento”, explica a Clarin el abogado Carlos Lombardi, especialista en Derecho Canónico.
El reclamo administrativo presentado cita al Papa Francisco: “Los delitos de abuso sexual ofenden a Nuestro Señor, causan daños físicos, psicológicos y espirituales a las víctimas, y perjudican a la comunidad de los fieles. Para que estos casos, en todas sus formas, no ocurran más, se necesita una continua y profunda conversión de los corazones, acompañada de acciones concretas y eficaces que involucren a todos en la Iglesia…”.
La respuesta de la congregación
“Son hechos que se remontan a comienzos de los años 2000, contra un jesuita, el Hermano César Fretes, ya fallecido. Con estos exalumnos y otras víctimas estamos en contacto, acompañamos como se puede. Ahora piden en el foro canónico una indemnización, vamos a estudiar el tema”, explica a Clarín Alvaro Pacheco, responsable de la Compañía de Jesús (en Argentina y Uruguay) de tomar las denuncias de abusos contra los miembros de la congregación religiosa.
“En 2003 fueron tres familias las que alertaron el tema, pero no quisieron hacer la denuncia penal. Hace unos años se presentaron estos dos exalumnos, Pablo y Gonzalo. Es difícil cuantificar el número y el tipo de abuso. Como no hubo denuncia penal de las familias, la Compañía hizo la investigación canónica, se lo trasladó para facilitar la investigación y para que no pudiera hacer más daño; de hecho, la investigación terminó con la dimisión”, asegura Pacheco.
Con respecto a la denuncia de Pablo y Gonzalo, sostiene que “se reconoció su testimonio, se les pidió perdón”.
“¿Por qué hubo y sigue habiendo abusos en la Iglesia católica?”, pregunta Clarín.
Dice Pacheco: “Algunos dicen que es por el celibato, otros que más bien por la relación de confianza asimétrica que se da en los lugares de Iglesia, sean colegios o parroquias, en ambientes que en otra época eran además muy cerrados. Creo que por ahí va la respuesta”.
En Argentina se denunciaron 63 curas por abuso sexual, pero se estima que las denuncias son sólo el 10% de los abusos reales. La Campaña Contra la Prescripción de los Delitos de Violencia Sexual de Argentina busca equiparar este delito con la tortura.