Demetrio Navajas, español de pura cepa, va camino a los 100 años con una actitud envidiable y una sonrisa afable.
En el barrio Romairone o Bombal Sur, de Godoy Cruz, sobre la esquina de Ameghino y Patricias Mendocinas, donde instaló su almacén cuando América le prometía una vida mejor, en la posguerra, aún sigue barriendo la vereda temprano en la mañana y atendiendo a su público tan querido.
Nacido el 22 de diciembre de 1921 en Castilla La Vieja, región histórica española, aún no había cumplido los 14 años cuando se trasladó a Madrid para trabajar en el comercio.
Allí vivió en carne propia los efectos de la Segunda Guerra Mundial y cuando el horizonte en la Argentina se avizoraba mucho mejor que en Europa, allá por 1949, se decidió a tomar el barco junto a sus hermanos Felipe e Isabel y emprendieron la marcha hacia estas tierras, del otro lado del Atlántico.
Demetrio no imaginaba que aquella travesía hacia este continente iba a ser la primera y la última: nunca más regresó a su Patria ni pudo ver a sus padres, Felipe y Florentina. Mucho menos al resto de sus familiares.
Fueron tiempos difíciles por la angustia y el desarraigo en una nación nueva y desconocida, pero Demetrio supo salir adelante con la actividad que hasta aquel momento había desarrollado con tanta pasión: el comercio.
Primero recaló en el Puerto de Buenos Aires y más tarde se dirigió a Mendoza, donde una tía –hermana de su madre—ya estaba instalada buscando horizontes de progreso.
Y así fue que este joven buen mozo pudo adquirir esa esquina ya emblemática que aún conserva, donde formó su familia y vivió prácticamente la mayor parte de su vida.
Hoy lo acompaña su nieto Emiliano, porque Demetrio quedó viudo hace más de 20 años. Se había casado con Cayetana Gasco, una compatriota.”Esta esquina es parte de mi vida. Aquí compré y aquí me quedé. Nunca más regresé a España, uno va teniendo hijos y armando su vida y ya no es fácil”, recuerda.
Además, advierte, “el comercio no es para dejar a cualquiera detrás del mostrador mientras uno viaja”.
Al contrario, requiere la presencia permanente y la atención personalizada de sus dueños, si es posible, como siempre lo hizo él, dando el ejemplo a sus descendientes.
Por eso las novedades familiares las conoció siempre por correo postal y así también se iba enterando del fallecimiento de sus seres queridos.
Demetrio y Cayetana, que se conocieron en Mendoza pero habían nacido en la misma región de España, tuvieron dos hijas, Alicia -que colabora en el negocio familiar- e Isabel, que vive en El Chalten. Tiene cuatro nietos: Emiliano, Gastón, Natalia y Gabriel.
Apoyado en el mostrador y con la ayuda de un bastón, recuerda que Mendoza lo recibió maravillosamente, aunque eso sí: fue “Sarmiento” en el trabajo y siempre pudo ahorrar algún peso. “Así fueron mis últimos 60 años y todavía sigo”, asegura.
Se levanta alrededor de las 9 y poco después barre la vereda. La clientela nunca le falla.
Apenas requiere una medicación para la presión arterial y se alimenta variado y abundante. “Tiene una salud de fierro”, lo describe su hija, mientras cuenta que aún no recibió la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19. Aún se encuentra en lista de espera. De a poco fue perdiendo la capacidad auditiva, pero se encuentra lúcido pese a los casi 100 años de una vida fructífera y repleta de coraje, logros y recompensas.
Sonríe y se despide, atento, como todo caballero español que conoce el dolor de vivir en un país en guerra pero también la gratificación que recibió cuando la Argentina lo cobijó en su tierra.
