Aquel 9 de enero de 2018, con los últimos rayos de sol que se escondían en el mar chileno, Agostina Asolino y sus amigas salieron a bailar como miles de mendocinos lo hacen cada año en los populares after beach que hay en Reñaca. Para todos era una salida más como la de cada día durante sus vacaciones, pero para Agostina fue un antes y un después en su vida.
En las primeras horas de aquella noche, en uno de los pisos superiores, dos chicos se cayeron, produciendo la rotura de un vidrio de gran tamaño. Agostina se encontraba a poca distancia, por lo que uno de estos fragmentos le cortó por detrás una de sus piernas a la altura de la rodilla: “Yo me veía manchada con sangre, pero no veía cuánta sangre estaba perdiendo. Notaba que toda la gente se me alejaba, y no me voy a olvidar más la cara de pánico del chico que se acercó a ayudarme”. “Sabía que era muy grave lo que me estaba pasando”, recordó la protagonista en diálogo con Los Andes.
A pedido de ella, un sanjuanino que estaba cerca, Exequiel Bordón, le hizo un torniquete con su remera para disminuir la pérdida de sangre, y junto a sus compañeros de rugby lograron llevarla, a una velocidad asombrosa, hasta una ambulancia que estaba afuera. Agostina perdió cerca de tres litros de sangre entre ese momento y el trayecto al hospital. “Pasaban dos minutos más y se desangraba”, le dijeron los médicos a su padre en aquel momento, pues se había cortado la arteria y la vena poplítea, ambas de su pierna izquierda.
En aquel momento Mario, el papá, sintetizó el hecho a Los Andes: “Los médicos me dijeron que sucedieron tres cosas para que mi hija estuviera viva: que estudia Medicina, por lo que le pidió a un chico que le hiciera un torniquete; que justo había una ambulancia en el lugar que habían llamado para otra chica; y que estaba en el hospital de guardia el cirujano vascular Carlo Zúñiga, quien la operó”.
Todo eso confluyó inexplicablemente para que hoy sólo sea una “experiencia de aprendizaje” para Agostina. Así lo describe ella en la actualidad, y asegura que durante todo el proceso se sintió “tan bien acompañada, y tan bien tratada, que siempre lo recuerdo bien. Si bien fue una experiencia chocante, lo recuerdo como un momento en el que estuve bastante feliz por el acompañamiento que tuve”.
Pero para eso hubo un momento en particular que parece ser uno de los puntos de inflexión para que Agostina, en su interior, decidiera dar a toda costa esa batalla que la vida le había presentado: “Cuando iba en la ambulancia, entre todo el miedo y el pánico, iba rezando y le pedía a Dios que por favor me dejara vivir, porque mi gran sueño era ser mamá”. En ese instante, el más difícil tal vez, la joven se aferró a su más grande sueño para soportar todo y salir adelante. Todavía no lo sabía, pero allí terminaría el antes, y empezaría el después.
La recuperación y el sueño cumplido
“Es muy loco: un día estás ahí, como diría mi papá ‘por tocar el arpa del ángel’, y al otro estás en una situación que no te imaginás, dando vida”, meditó Agostina en la charla, con una leve sonrisa que denota este final feliz. Es que hace tan sólo unos días, el 12 de octubre de este año, dio a luz a su hija Bruna, y finalmente cumplió su anhelo más grande. “Este día es para celebrar que los sueños se cumplen, que Dios me regaló lo mejor de mi vida después de desearlo tanto. Soy tan feliz y estoy tan enamorada de mi niña, me llena el alma”, redactó en su cuenta de Instagram con motivo del último Día de la Madre.
Después de su internación y operación en Chile, la joven sanmartiniana (hoy de 23 años) afrontó una rehabilitación que le demandó largas semanas sin caminar, otras en silla de ruedas, algunas más con muletas y también con andador, logrando finalmente recuperar la movilidad y volver a caminar. El tratamiento anticoagulante y de medicamentos duró varios meses más, “porque se me hizo un trombo en el vaso sanguíneo”. Pese a todo ello, “estoy muy contenta, muy feliz. Ha cambiado todo realmente un montón”, manifestó a este diario sobre su presente.
Inevitablemente, las emociones que está viviendo le trajeron a la memoria lo que tuvo que atravesar antes de llegar a esta felicidad, y con el recuerdo vivo, no dudó: “No cambiaría nada de lo que pasó. No te voy a decir que me gustó pasar por eso, pero lo recuerdo con alegría, en aquel momento me sentí feliz de saber que hay gente que está con vos”. Con la madurez que sólo otorgan circunstancias difíciles, analizó que “el accidente y ser mamá, si bien una fue trágica y la otra todo lo contrario, fueron y son situaciones difíciles. Te cambia la vida totalmente, y más siendo mamá”.
Es por eso que para Agostina “lo principal es la fe que tengo en Dios, me ayudó muchísimo a soportar el momento y atravesarlo, al igual que ahora. Fue bastante importante en mi vida, tanto en ese momento como ahora que me enteré que iba a ser mamá. Es una enseñanza para mí que mi fe es algo fundamental en mi vida y que lo necesito siempre para atravesar cualquier cosa, ya sea buena o mala”. Además, confía en la importancia de “aferrarse a la gente que tenés al lado y que son tu apoyo: la familia, amigas, novio… es lo primero, aferrarse a esa gente con la que sabemos que podemos contar y que hacen que todo sea más fácil”. “Es cuestión de actitud y de las ganas de seguir adelante que uno tiene”, concluyó la joven.
Ahora, Agostina asegura que “la situación por la que pasamos nos enseñó que así es la vida, que pase lo que pase, tengas miedo o no, no sirve: las cosas pasan igual. Quiero decir que viviría las cosas con menos miedo que antes”. Y con esa impronta, cree haber encontrado una perspectiva que aconseja a los demás: “Disfrutar el día a día, y no tener miedo a lo que va a pasar y vivir pensando o preocupándote por cosas que, me preocupe o no, pueden pasar igual. Les aconsejo tener fe de que va a estar todo bien, a pesar de todo”.