“Mi mujer te tiene ganas”, le dijo el amigo. Él se quedó paralizado, pero sabiendo a qué se refería. La esposa de su amigo se había insinuado durante años pero él, un poco por respeto y otro poco por no meterse en líos, había hecho siempre caso omiso.
Pero la validación abierta y en la cara, la posibilidad de un encuentro con la mujer de su amigo, y el hecho de poner sobre la mesa un asunto que en cualquier otra circunstancia se habría mantenido oculto, generó más desconcierto que entusiasmo en el apelado. “Lo voy a pensar”, fue la respuesta.
Más allá del morbo o no que pueda generar una situación así, lo cierto es que se trata de una práctica cada vez más frecuente, al menos en Mendoza, entre parejas hetero que llevan muchos años de convivencia. Se la conoce con el término inglés cuckolding y tiene algunas variantes, pero el concepto central es el consentimiento por parte de la persona engañada.
La palabra proviene del acrónimo inglés formado por “cuck” (cuernos, cornudo) y “old” (adulto mayor), aunque la práctica no excluye grupos etarios.
“Si me va a engañar, prefiero que sea con un amigo, alguien de confianza. Que ella lo pase bien y que no implique un peligro para el matrimonio”, confesó M, de 46 años.
En principio, y por definición, esta práctica pone a la mujer en el lugar activo de “engañadora”, mientras que el hombre queda en una actitud pasiva consentida. Sin embargo, lo cierto es que corre por igual para ambos. Es decir, puede darse el caso en que la mujer sea la que permite a su pareja tener relaciones con otra mujer.
De acuerdo con Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo argentino, el cuckolding tiene como objetivo conseguir niveles altos de excitación con otras personas. Para nada deben aparecer celos, reproches ni ningún otro reclamo, en todo caso, si la práctica trae más problemas que beneficios la pareja tendrá que decidir cómo avanzar o terminar con el cuckolding”, asegura.
Se diferencia del “ménage à trois”, o trío, en que no se comparte el acto sexual, aunque puede ser que la persona “engañada” participe del encuentro como observador. Se diferencia del voyeurismo en que este se refiere a alguien que mira a otros que no saben que están siendo observados.
Para que el cuckolding se lleve a cabo dentro de los términos de una relación sana, previamente deben existir una serie de acuerdos en la pareja que debe, en lo posible, no dejar nada al azar. Cualquier aspecto que no haya sido contemplado y consensuado puede generar malestar en el futuro.
Entre los acuerdos preliminares, por ejemplo, se puede pactar que los encuentros fuera de la relación sean puramente sexuales, que no se cuenten los pormenores del encuentro, o que se mantenga especial cuidado con profilácticos. Otros aspectos que se pueden convenir son si el tercero debe o no ser parte del entorno de amistades, un desconocido o hasta alguien contratado; si debe estar al tanto o no de que es parte de un juego erótico; cuándo se deben dar los encuentros; con qué frecuencia y demás aspectos que pueden ser sensibles.
En algunos casos, lo interesante del hecho es, justamente, el relato posterior. “En el cuckolding el discurso está centrado en cómo fue la experiencia sexual con el tercero y tanto el relato en sí mismo como la fantasía son fuentes de excitación”, profundizó el sexólogo argentino. Según su visión, “el relato entonces se convierte en fetiche. Por supuesto que toda experiencia de este calibre subvierte y cuestiona la monogamia, pero además desafía al vínculo estable a ser respetuosos del acuerdo para no caer en la transgresión de un acto infiel”. explica Ghedin.
La práctica de cuckolding está tan expandida en otras partes del mundo que las parejas se convocan y cuentan sus experiencias en internet. Las búsquedas sobre el tema en Google se duplicaron en los últimos 12 años. Incluso Reddit, el sitio web de marcadores sociales y de noticias, le brindó un espacio al cuckolding.
“Algunas personas buscan estímulos nuevos, los aburre la monotonía y están atentos a nuevas prácticas. La necesidad de aventurarse a formas de excitación más arriesgadas los alienta a avanzar y a proponerlas a sus parejas. En algunos casos encuentran eco a sus pedidos, en otros un marcado rechazo”, manifiesta el sexólogo, de acuerdo a su experiencia en consulta.