8 de febrero de 2025 - 08:10

Cruce de los Andes: una aventura única que revive desde Tunuyán

Luego de cinco años, el Andino Club de Tunuyán retoma la legendaria travesía que sigue los pasos del Libertador en la cordillera. Una experiencia que desafía los limites personales.

El cruce de los Andes no es un simple ascenso en montaña. Los ascensos tienen una cima, un punto final donde la meta se alcanza. El cruce es una transición, un pasaje que deja huella indeleble en quienes lo atraviesan. “Vos me preguntas cuándo empezó el cruce, y yo te respondo que empezó el día que lo soñé, y no termina nunca, porque es una realidad que quedará conmigo por siempre”, confiesa Santiago, un integrante de la expedición.

Tras cinco años, el Andino Club de Tunuyán retoma la legendaria travesía, una iniciativa que comenzó en 1994 de la mano de Henry Ramonda con la intención de que el paso Portillo-Piuquenes uniera dos pueblos hermanos, así como lo unió el Libertador San Martín, fomentando el disfrute de la montaña y la creación de una huella turística. Henry, precursor del Andino Club y montañista de alma, hoy habita en los relatos de quienes lo conocieron.

Rubén Romero, actual vicepresidente del club, retomó este legado y en octubre de 2024 comenzó a unir al grupo proyectando la temporada de verano. Desde mensajes por WhatsApp hasta posteos en Facebook, la gente se fue enterando de que en octubre iniciaba el calendario de entrenamientos.

El cruce tiene nuevos protagonistas

Heterogéneo, diverso, amplio. Entre 19 y 64 años. Profesor, enfermero, ingeniero, odontólogo, farmacéutica, geólogo, estudiante y comerciante. Pero, “acá, la profesión pasa desapercibida”. “En la inmensidad de la cordillera, todos somos iguales”, adelanta Carlos Simón, guía de la travesía y fundador de The Andes Expedition.

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Para Valentina, la travesía tiene un significado especial. Su padre, geólogo de profesión, consideraba la montaña su oficina. “Cuando me dijo de ir, lo entendí como su regreso a ese lugar que tanto ama, y también como algo que quería hacer antes de que ya no pudiera”, relata. No sólo lo acompañó, sino que sumó a su hermana y su pareja.

Santiago, un cordobés con un propósito pendiente, soñó este viaje con su hermano. “Pero podría decir que se cumplió mi sueño y más aún. Fui con mis hijos, pero también con mi hermano acompañándome desde el cielo y en el corazón”, comparte con emoción.

Como un anhelo y reto personal, así define Gastón el comienzo. “Muchos te dicen que necesitás el estado físico para cruzar la cordillera, pero también necesitás tener la convicción dentro de la cabeza porque es un esfuerzo importante”, admite.

“Muchos te dicen que necesitás el estado físico para cruzar la cordillera, pero también necesitás tener la convicción dentro de la cabeza porque es un esfuerzo importante” “Muchos te dicen que necesitás el estado físico para cruzar la cordillera, pero también necesitás tener la convicción dentro de la cabeza porque es un esfuerzo importante”

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La iniciativa comenzó en 1994 con la intención de unir Argentina y Chile y fomentar el disfrute de la montaña. | Foto: gentileza

La iniciativa comenzó en 1994 con la intención de unir Argentina y Chile y fomentar el disfrute de la montaña. | Foto: gentileza

En los entrenamientos previos, Carlos Simón repite una frase digna de enunciar: “Yo te lo puedo contar o te lo puede contar el mejor poeta, lo puede dibujar el mejor pintor, el más experto fotógrafo puede sacar su mejor foto, pero lo que queda grabado en tu retina no se compara con nada. Cada paso que das es algo distinto y te llena de emoción”, sentencia.

Tras los pasos de San Martín

Desde el Andino Club, las mochilas están listas. Aislante, carpa, comida de marcha, abrigo, protector solar y documentos. Son 29 personas, entre ellas expedicionarios, guías (Carlos Simón y Ana Ugarte) y médicos (Federico y Eduardo Giner), arrieros y colaboradores se suman a la aventura. Del lado chileno, la logística está en manos de la familia Dibatista y Danio Ramonda.

Unos caminando, otros a caballo, las mulas acompañando, así inicia el primer día. Trámites migratorios en Portinari, para luego caminar hacia el Real de las Yaretas, a 3.500 msnm. Allí se monta campamento para descansar, alimentarse y comenzar la jornada posterior a las 6 de la mañana.

La comida, desayunos, meriendas y cenas son elaboradas por miembros del Club. La carta es digna de un bodegón de montaña: pollo asado, ravioles, guiso de lentejas. “Bien suculento para recuperar la fuerza” confirma Rubén.

El segundo día es el más exigente. El trayecto es Yaretas - Portillo - Real de la Cruz. El filo de la cordillera es imponente. Por momentos los ojos bien atentos no pueden despegarse del suelo, el viento y la huella exigen un contundente pie delante del otro.

Al levantar la mirada aparece la ventana cordillerana, el Portillo Argentino, a 4.380 msnm. Majestuoso. Es desafiante y la vista compensa cada esfuerzo. “El Portillo impone fuerza desde la primera mirada”, asegura Santiago.

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Cruce de los Andes: una aventura única que revive desde Tunuyán. | Foto: gentileza

Cruce de los Andes: una aventura única que revive desde Tunuyán. | Foto: gentileza

La marcha debe seguir. Tras ocho horas de caminata, el grupo llega al refugio Real de la Cruz, a orillas del río Tunuyán. La gran estructura de piedra se posa frente a ellos. El refugio militar representa el hotel cinco estrellas en lo inhóspito. El descanso es necesario.

En el tercer día se preparan las sopaipillas para compartir. Antes de dormir, comparten el “ritual del mate”, la charla vira en buscar las palabras para enunciar los sentimientos. Un momento para hablar de la experiencia y dejar andar a las emociones. “Se corrieron un par de lágrimas”, apunta Gastón. “Nunca había tenido tanto tiempo para hablar con mis hijos”, confiesa Santiago.

“A las 8.30 se arría la bandera junto a los militares”, añade Renato, un tanto rememorando su patriotismo, un tanto sorprendido.

El cuarto día marca en itinerario: cruzar el naciente río Tunuyán para continuar hasta el Real de las Ovejas 3.500 msnm. “Estar allí arriba era duro, el cansancio se sentía pero valía la pena mil veces. Sentí un gran orgullo por lo que estaba haciendo” expresa Valentina.

Con el correr de los días, la adversidad del terreno, el fuerte viento, el calor extremo de día, pero las bajas temperaturas por la noche, hacen del grupo una comunión. La fatiga se hace sentir. Romero lo sabe bien y comenta sus estrategias para motivar al grupo. “El cansancio genera momentos de intolerancia, ahí es cuando tratamos de relajar el ambiente con charlas y recordando que lo más difícil ya pasó”, dice. Es una frase clásica de los guías: “Lo peor ya pasó”. Aunque siempre hay una “vueltita más”, una subida más.

Ya en el Paso de las Ovejas arman carpas, preparan la cena y descansan. Allí pasarán la última noche bajo un cielo estrellado, lejos de la contaminación lumínica y donde el cielo parece estar al alcance de la mano. “Para mí, este es el lugar más impresionante”, afirma Carlos, guía del grupo.

Quinto día y el Ito Piuquenes a 4080msnm es una realidad, en el límite entre Argentina y Chile. A lo lejos se logra ver su estructura rojiza por el óxido de la intemperie expuesta. El grupo coincide al señalarlo como el momento más emocionante. “Lo logramos”, “valió la pena”, lágrimas, abrazos y la foto que sella el momento.

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Cruce de los Andes: una aventura única que revive desde Tunuyán. | Foto: gentileza

Cruce de los Andes: una aventura única que revive desde Tunuyán. | Foto: gentileza

“Con el corazón a flor de piel, procedemos a descender y encontrarnos con nuestros hermanos chilenos, que nos reciben cada año como héroes. Como en su época San Martín cruzó para liberar a un pueblo, nosotros reafirmamos la hermandad de dos naciones que, aunque separadas por la cordillera, están más unidas que nunca”, sostiene Rubén con emoción.

El grupo de expedicionarios desciende hasta San Gabriel, donde realizarán migración, confirmando que la hazaña fue un éxito. El regreso es por el paso internacional y culmina cuando llegan al Club. “El cruce termina cuando nos despedimos todos desde el Andino para dirigirnos a nuestras casas, orgullosos de lo que hemos logrado y algo nostálgicos por lo que vivimos”, afirma Rubén.

Volver a casa: la melancolía de la euforia

Cuando alguien pregunta por la travesía, Santiago responde con orgullo: “Cuando te preguntan a dónde fuiste y decís que hiciste el cruce de los Andes, ya les parece raro. Y después te preguntan: ‘¿Pero por dónde fuiste?’ Por el mismo camino que recorrió el Capitán Lemos, quien llevó parte del Ejército Libertador”.

Pensar en el cruce es pensar en San Martín y su gesta, pero también es pensar en la superación personal, en la exigencia de la adversidad y en lo infinito de la memoria visual.

“La grandeza de la montaña es difícil de poner en palabras. La montaña nos muestra su energía imponente y nos hace sentir que el cielo está al alcance de las manos. Es un viaje fantástico”, expresa Gastón con admiración. “La montaña también nos convierte en amigos. Es algo curioso, pero allá arriba, a más de 4.000 msnm, todos somos compañeros”, completa Valentina.

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