Con Eugene Ionesco ha sido posible una especie de reportaje neto –limpiamente, preguntas y respuestas-, sin necesidad de glosa, descripción o detalles circunstanciales.
Éste es el famoso autor de “La cantante calva”, “La lección”, “Jacobo o la sumisión”, “Las sillas”, “Víctimas del deber”, “Amadeo” y “Rinoceronte”.
-Su teatro, ¿es la negación del teatro de tesis, es el teatro anti-tesis?
-Sí. Todo teatro, lo quiera o no el autor, lo sepa o no, es anti-tesis, como lo es la pintura. Por ejemplo, el “Retrato de un hombre” o “Los impulsos secretos de los ritmos cósmicos” es o no pintura sólo si se ha logrado como tal. En Francia están los jóvenes críticos, que quieren salvar el mundo, y Sartre, que también quiere salvar el mundo. Ellos opinan que hacer teatro por hacer teatro es poco. No comprenden que la poesía sirve a hacer la poesía, la existencia a hacer la existencia.
-También “Rinoceronte” es teatro anti-tesis? ¿Puede afirmarlo?
-Sí. Es la tesis de la anti-tesis. Hay un tema como punto de partida; sin embargo, espero que la obra lo haya pasado.
-Se considera que es su defensa del individualismo.
-En efecto, lo es.
La escuela de París
-¿Usted piensa que su obra constituye la vanguardia de una corriente estética, literaria o teatral o bien que se halla inserta en una corriente?
-Algunos de nosotros hemos logrado crear una corriente que marca un esfuerzo hacia la teatralización. La prueba de su validez es que este teatro comienza a hacerse un poco en todas partes. Se puede decir que es la Escuela de París o el Estilo de París y que algunos –Beckett, Ghelderode, Jean Vauthier, Boris Vian, yo- la representamos.
-¿Cuáles otras tendencias distingue el teatro mundial?
-No veo gran cosa. Pero puedo decirle que hay un joven autor inglés importante. Se llama Pinter. Lucha solo contra el conformismo y los “bienpensantes”, los moralistas de derecha y de izquierda.
Las culpas de la merma
-¿El teatro se halla en riesgo de desaparecer?
-Eso se dice desde hace mucho tiempo, pero no me parece. Sólo una cosa puede hacerlo desaparecer: el teatro popular en realidad no es teatro popular. Hay un momento de crisis, pero pasajero.
-¿De quiénes es la culpa de esa reducción: de los autores, de los intérpretes y directores, del público o del cine?
-Es culpa de los autores, porque son burgueses (fijados por una esclerosis mental en piedra académica) o bien lo contrario, persiguen un objetivo de fijación de todas las clases de realismo y de moral social o de cualquier otra. Es culpa de los críticos, que en su mayoría tienen los mismos defectos que los autores. Y es culpa de una multitud de directores, que carecen de gusto, de audacia y de imaginación, que no tienen libertad creadora.
Ser de la época
-¿El teatro que usted representa, es de la época, está avanzando o en retardo con respecto a ella?
-El teatro constituye, a la vez, una estructura permanente y algo de su tiempo. Pero es difícil conseguir que se diga que un autor es de su época, porque todos juzgan que para ser de su época hay que pertenecer a la misma ideología de ellos. Más tarde se sabe (o se sabrá) si alguien respondió a su tiempo y a lo permanente.
-¿Qué consejo podría dar usted a los jóvenes autores y directores de teatro?
-Liberarse y reencontrarse.