Cosa de niños: tres historias de realidades muy distintas, pero con la misma inocencia

Día de la niñez. Mercedes tiene un don para la música, Juan Francisco siente pasión por el golf y Kevin deja volar su imaginación en el campo.

Cosa de niños: tres historias de realidades muy distintas, pero con la misma inocencia
Mercedes Meli Giuliani es violista de la Orquesta Escuela de la Municipalidad de San Martin, tiene 14 años y en sus tiempos libres se dedica al arte de pintar. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Aunque puede parecer trillado, sigue siendo una gran verdad: los niños son el futuro, la luz de esperanza para la humanidad y la fuerza del cambio. En todas las épocas.

Kevin, Mercedes y Juan Francisco tienen en común: su Mendoza natal, la inocencia y la pureza de todos los niños, aunque los tres viven realidades diferentes. Juan Francisco Ponce nació con una habilidad innata para jugar al golf. Mercedes Meli Giuliani tiene un don especial para la música, mientras Kevin Reyes deja volar su imaginación en el campo, junto a su único juguete, una vieja cortadora de césped.

Juan Francisco, el niño que brilla en las canchas de golf

Juan Francisco Ponce tenía cuatro años cuando pasaba horas en su casa de Guaymallén mirando partidos de golf en la televisión.

Sano, inquieto, alegre, señalaba la pantalla y decía a sus papás, Graciela y “Chicho”: “Quiero eso”.

En su familia no se explicaban cómo “Juanfran” demostraba tanto interés cuando nadie se lo había inculcado. De hecho, sus padres jamás habían pisado una cancha.

Juan Francisco Ponce 11 años, un niño que practica golf -
Juan Francisco Ponce 11 años, un niño que practica golf -

Así fue que, de vacaciones en un lugar “soñado”, con juegos y playa, el niño, sin embargo, terminó de enamorarse del deporte. Desde la habitación del hotel se divisaba el césped inmaculado que representaba la cancha y era tal la “desesperación” que lo anotaron en minigolf.

“Resultó una experiencia maravillosa y, de hecho, al regresar del viaje, solo se acordaba del golf”, evoca el papá.

De vuelta en Mendoza, a Chicho le sugirieron que su hijo tomara clases en el Club Andino, en el Parque San Martín. Y así fue que empezó a asistir a la escuela de verano.

“Poco después me llamó el profesor pidiéndome que no desperdiciáramos su pasión y su habilidad. Y así lo hicimos”, relata.

De allí en adelante, Juan Francisco, que hoy tiene 11, se destaca notoriamente en el deporte: jamás falta a una clase y participa de todo torneo que pasa por delante suyo.

Hace poco fue elegido revelación del club de menores y luego empezó a participar de los torneos de la Federación de Cuyo. Poco después, como junior, participó en cuatro torneos nacionales con la presencia, incluso, de jugadores de países limítrofes. Siempre con un desempeño asombroso.

“Juanfran” tiene la palabra: “Me genera mucha felicidad y me enseña a tener paciencia, caballerosidad, concentración”.

También recuerda a su primer profesor, Héctor “Loco” Benavidez, quien le enseñó desde lo básico hasta lo más importante.

“Entreno mucho, mejoro cada golpe, miro bien la pelota y le pego. Es un deporte que amo por su dificultad, la ´cabeza´ y la postura que hay que tener ante cada golpe”, detalla.

Mercedes y su pasión: la viola

Mercedes Meli Giuliani tiene 14, vive en San Martín y encontró en la viola su verdadera pasión: forma parte de la Orquesta Escuela de la Municipalidad y advierte que su vida cambió desde que pasó a integrarla, hace tres años.

“Empecé tocando el piano y luego me anoté en la orquesta, donde me enamoré de la viola”, relata Mercedes, quien destaca el profesionalismo y la entrega del plantel docente, que incluso durante la etapa más estricta de la pandemia mantuvieron entusiasmados a los alumnos.

“Claro que cuando volvimos a los ensayos presenciales fue una alegría enorme porque no hay nada mejor que oír cada instrumento y luego interpretarlos todos juntos”, reflexiona.

Mercedes confiesa que la energía que siente en cada clase es indescriptible. “Se me pasa la hora volando”, dice, para agregar que forman un gran equipo de músicos donde todos brindan lo mejor.

El menor reconocimiento que Mercedes pudo haber sentido días atrás, mientras estaba en la escuela, fue la noticia de que las entradas para el concierto del viernes 20 de agosto se agotaron enseguida.

“Me anunciaban que se agregaban otra función y salté de alegría. Porque nada es más hermoso que nuestra música le agrade al público”, concluye.

Una máquina rota de cortar césped, el juguete de Kevin

Tan frágil y pequeño fue Kevin al nacer, que en el Hospital Scaravelli de Tunuyán los médicos le dijeron a su mamá, una adolescente de 16, que no iba a sobrevivir.

Gabriela Reyes se angustió tanto que hizo una promesa: si su hijo salía sano y salvo del sanatorio, le dejaría crecer a Kevin un mechón de cabello hasta los 10 años. Ese día, ese cumpleaños, irían al santuario del Gauchito Gil para agradecer.

Kevin, que tiene seis años y vive en un asentamiento cercano al basural de Villa Bastías, creció con ese relato y por eso lo cumple a rajatabla: aguarda ese día con ansiedad mientras transcurre una infancia libre y feliz, aunque con numerosas necesidades.

Kevin tiene 9 años y vive en un asentamiento al costado de un basural. Creció jugando con juguetes rotos. Reside en una precaria casa de nylon y cartones que construyeron su mama con su abuela -
Kevin tiene 9 años y vive en un asentamiento al costado de un basural. Creció jugando con juguetes rotos. Reside en una precaria casa de nylon y cartones que construyeron su mama con su abuela -

Inteligente, pícaro y alegre, asiste al primer grado en la escuela Tomás Silvestre y su único juguete es una vieja máquina de cortar pasto que sus abuelos encontraron entre la basura. Es un cuatriciclo con el motor roto.

“Toda mi familia se dedica a buscar todo lo que sirve entre los residuos y allí apareció la cortadora que le trajeron a Kevin y que usa como vehículo, puede pasar horas entretenido con ella”, cuenta Gabriela.

El reciclado es la forma de vida en este lugar de pobreza extrema de Tupungato. Familias enteras rescatan vidrio, cartón y hierro entre los desechos para luego venderlos.

Kevin, su mamá y su hermana menor, Yeimy, de un año, viven en un habitáculo de caña y nylon y pasan muchas necesidades.

“Es cierto que vivir cerca de un basural es contaminante, por eso prefiero trabajar en finas. Pero Kevin muchas veces suele acompañar a sus abuelos a buscar restos de alimentos para su caballo, pan duro, zapallo, lechuga…”, relata.

La devoción por el Gauchito Gil viene de generación en generación y también recayó en el pequeño, que acostumbra a ir con su abuelo hasta el acceso a la localidad para pedir y agradecer.

Kevin Reyes sueña con ser policía y mientras espera el día en que cumplirá su promesa y agradecerá estar vivo, sigue jugando inocentemente con su cortadora de pasto y muy cerca de su caballo. Creciendo lejos de la tecnología pero, con el ingenio a flor de piel.

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