Después de haber transcurrido gran parte de su vida esquiando o a bordo de una tabla de snowboard, Luciano Vitaliti (29), nacido y criado en Tunuyán, puede hablar del presente de Las Leñas con conocimiento de causa y una determinación que asombra: según advierte, más allá de la impecable infraestructura que observó el año pasado en Andorra, cuando trabajó durante la temporada invernal, nada se compara con el centro de ski situado en Malargüe, donde la nieve y la calidez de la gente lo posicionan como punto de referencia mundial.
Fue recién en 2022, después de muchos años ejerciendo como instructor, que decidió junto con un amigo probar suerte en ese principado ubicado en el suroeste de Europa, entre España y Francia. Luciano y Francisco tenían experiencia de sobra y ganas de trabajar, por eso no dudaron en lanzarse a esa vivencia, aunque con algo de temor e incertidumbre.
“La situación me generaba dudas, sentí algo de miedo, si bien el lugar estaba sobrevalorado en cuanto a posibilidades, también se rumoreaba que se encontraba colapsado de argentinos y que no había alojamiento suficiente para todos, algo realmente cierto”, repasa.
La experiencia, finalmente, fue muy satisfactoria, lo suficiente para conocer y explorar un lugar nuevo y maravilloso, pero también como para decidir que su provincia tiene todo lo que necesita. Luciano se desempeñó en el área de Facturación del centro de ski de Grandvalira en medio de un gran clima de trabajo y de un salario para nada despreciable.
“Me abrieron las puertas, me dieron una mano enorme. Ganaba bien, 1300 euros mensuales, y me descontaban 200 por el alojamiento, de modo que pude vivir tranquilo a diferencia de algunos amigos que ganaban alrededor de 1400 euros, pero invertían 600 en su departamento, por lo tanto, con el resto no podían hacer demasiado en Europa”, señala.
Luciano es consciente de que Andorra le lleva “años luz” a Las Leñas en cuanto a prestaciones e infraestructura. En aquel pequeño país, dice, todo funciona perfecto.
“Pero no todo se trata de eso, aquí hay más calidad humana, todos tiran del mismo carro y el esfuerzo de la gente se ve en todo momento. Es admirable cómo todos ponen el hombro y trabajan codo a codo para que sea siempre la mejor temporada”, opina.
Luciano agrega, categórico: “Los catalanes consideran que somos latinos y que solo vamos a trabajar. Hay un trato despectivo para con el argentino y eso fue, justamente, lo que menos me gustó”.
Sus compromisos en Tunuyán, apenas finalice la temporada en Las Leñas, lo obligan a permanecer en Mendoza. “No volvería a irme, pero ojo, fue una gran experiencia”, diferencia.
Luciano tiene una productora que organiza eventos. También estudia Programación. Además, como nativo de Tunuyán, aventurero y deportista, conoce todos los rincones turísticos explotados y por explotar, como Manantiales, una montaña sin ningún tipo de infraestructura aunque, según asegura, ideal para esquiar.
“Mi vida aquí es fascinante, por eso comparto todos esos contenidos en mi Instagram (luchovitaliti) y también cada paso que doy”, señala, con fanatismo.
Sus inicios en la nieve
Fue precisamente en el Manzano Histórico, un día de invierno de hace muchos años, cuando su papá cargó en su camioneta Ford F 100 todos los skies que había en la casa y llevó a sus cuatro hijos a disfrutar del manto blanco que había caído la noche anterior.
“Fue mi primera experiencia en el mundo de la nieve, estuvimos esquiando todo el día y me pareció increíble”, relata. Lo mismo experimentaron sus hermanos Natalio, Melanie y Stefano. Pero Luciano no se conformaba con eso: mientras iba a la escuela practicaba todos los deportes habidos y por haber, como mountain bike , vóley, paddle.
Poco después, a los 14 o 15 años, creó junto con amigos un emprendimiento en el que organizaban grupos de gente que llevaban a Las Leñas. Como remuneración recibía un pebete, una gaseosa y un pase para esquiar todo el día que aprovechaba y disfrutaba muchísimo.
“Da poco me fui metiendo en el snowboard y así fue que, a partir de los 18, ya frecuentaba Las Leñas todos los años”, relata. Fue en 2015, tras hacer temporada en Penitentes, cuando pensó seriamente en convertirse en instructor. “Ese invierno pude reunir el suficiente dinero y, al finalizar el trabajo fuerte, viajé a Las Leñas a realizar el curso. A partir de allí empezó otra etapa en mi vida porque tenía 19 o 20 y las puertas comenzaban a abrirse”, recuerda. Debutó oficialmente como instructor de snowboard y fue, según dice, una experiencia maravillosa.
“Me encanta el deporte y compartir mi experiencia y conocimientos con la gente. Disfruto muchísimo este trabajo tan distinto a otros, nada monótono, siempre diferente y con nuevas vivencias, sobre todo porque el abanico es variado, me puede tocar un adulto de 70 años o un niño de seis para enseñarle y eso es lo más rico”, cuenta.
“Es amplio y uno termina siendo una suerte de psicólogo porque se trata de un deporte que todo el tiempo nos pone a prueba y nos desmotiva”, advierte y agrega: “Mucha gente llega creyendo que de un día para el otro dominará la tabla, pero es mucho más complicado de lo que parece. Creo, incluso, que el snowboard es más difícil que el ski a la hora de aprender”.
Hijo de Adriana y Alberto Vitaliti, Luciano nació en Tunuyán el 10 de noviembre de 1993. “Siempre me dejaron perseguir mis sueños y me apoyaron en todas mis locuras junto a mis hermanos Natalio, Meli y Nano. Tuve abuelos que siempre estuvieron a mi lado y que me enseñaron a amar la vida. Los extraño todos los días”, confiesa. Tal vez por eso y por el arraigo a su tierra y a su familia, Luciano extraña cada vez que se aleja. Costa Rica fue, durante un tiempo, otra de sus recientes aventuras.
“Eso sí, irme a Andorra fue difícil porque implicaba dejar lo que más amaba, mi familia, amigos, mi tierra y a Pauli, mi novia y compañera de ruta desde los 15 años. Pese a que me considero sociable, empático y siempre con ganas de conocer gente y compartir experiencias, recuerdo el momento de la despedida como muy duro”, repasa.
Tunuyán es todo en su vida y en esa localidad del Valle de Uco se reparte entre su empresa de organización de eventos que conduce desde los 17 años; el diseño gráfico --otra actividad que le apasiona-- y su carrera de programación. “Este año haré un impás y me quedaré en mi tierra para acompañar a Pauli en un proyecto de ella. De todos modos, no me cuesta. Tunuyán es mi lugar en el mundo”.