Nadie se atreve a dudar de que la pandemia de coronavirus marcará un antes y un después en la historia de la humanidad. De hecho, ya viene evidenciando ciertos cambios y alteraciones en lo que –hasta ahora- se podía considerar el transcurso normal de las cosas. Ni hablar cuando este escenario se combina con crisis o necesidades económicas insatisfechas, y si tenemos en cuenta las últimas mediciones de la UCA, estas reflejan una dura realidad: casi la mitad de los argentinos es pobre.
En este contexto, no debería sorprender entonces que en Mendoza haya crecido la prostitución o el trabajo sexual. Se trata de una actividad en la que, al no estar legislada ni autorizada, de la que es muy difícil obtener estadísticas o porcentajes. Sin embargo, con sólo recorrer las zonas tradicionales donde siempre se congregaron estas trabajadoras, alcanza para advertir que son cada vez más quienes se dedican a ella.
“Hubo un incremento en trabajo sexual en los últimos años. Tiene que ver con el contexto de crisis económica que atraviesa el país y que ha llevado a muchas mujeres a dedicarse a esto por primera vez, y también a otras compañeras que se habían retirado y decidieran volver porque no encontraron otra forma de generar dinero”, sintetiza la delegada de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) en Mendoza y San Juan, Mónica Lencina.
Desde esta entidad hace años que trabajan y luchan por regular la actividad. Además, defienden la idea de que no necesariamente el trabajo sexual (consideran que llamarlo “prostitución” es erróneo y estigmatizador) es algo forzoso que las mujeres no quieren hacer. “Queremos que se saque la mirada de que las mujeres son víctimas. Muchas mujeres eligen dedicarse al trabajo sexual”, agrega Lencina. No obstante, aclara que esta visión no es negacionista ni rechaza tampoco problemáticas relacionadas con episodios como la trata de personas.
Más allá de esta visión, desde distintos colectivos y agrupaciones refuerzan, por otro lado, la visión de que se trata de una actividad de explotación y a la que ninguna mujer podría elegir dedicarse por decisión propia. “La prostitución ha crecido en los últimos años, incluso antes de que comience la pandemia. Pero hay políticas públicas y actividades que apuntan a sacar a las mujeres de ese lugar. En el caso de las personas trans, por ejemplo, existe la Ley de Cupo Laboral Trans a nivel nacional, y en Mendoza se han logrado incorporar al mercado gracias a esta medida a más de 30 mujeres trans”, acota por su parte la delegada regional del Inadi en Mendoza, Consuelo Herrera.
“Si se compara con principios del 2020, es tremendo lo que ha crecido la cantidad de chicas que vienen cuando empieza a hacerse de noche. Te diría que, tranquilamente, el doble”, cuenta a su turno Marcos, quien trabaja en una de las empresas ubicadas en el carril Rodríguez Peña.
“Disculpá, nosotras no hacemos eso”, responde escuetamente y antes de dar media vuelta y retirarse una de las mujeres consultadas por Los Andes en esa misma avenida, en plena zona industrial. Y es que el temor, el desinterés o la indiferencia suele ser una constante cuando se intenta entrevistar a estas trabajadores. Pero, fuera de micrófono y en medio de una charla informal, reafirman que son más que de costumbre en el lugar.
Tiempos difíciles
Lencina, de Ammar, destaca que en todo el país se ha “espejado” esta situación que se observa en Mendoza, por lo que el trabajo sexual se ha incrementado. “Hemos estado trabajando durante toda la pandemia, ayudándonos entre pares. A nivel nacional hemos hecho colectas, iniciativas y recibido donaciones para dar una mano a las compañeras. La gente es realmente generosa y, afortunadamente, ayuda”, destaca la referente.
Aunque vive en San Juan –de donde es oriunda y es su jurisdicción base como representante de Ammar-, hace algunos meses que Mónica Lencina también se hizo cargo del acompañamiento a las trabajadoras sexuales de Mendoza. En total, solamente dentro de la asociación, en Mendoza hay más de 60 mujeres y hombres (“hay hombres que se dedican al trabajo sexual también”, explica) que son parte de Ammar. Claro que, como la propia Lencina aclara, son muchas y muchos más los que se dedican a la actividad, pero es imposible contabilizarlos. Su llegada a Mendoza se dio luego de la muerte de la histórica trabajadora y referente de Ammar en Mendoza, Fátima Olivares, quien falleció en septiembre de este año.
“Durante la pandemia, que se hizo todo más cuesta arriba, cada dos o tres meses se enviaban bolsones con mercadería y ayuda para las trabajadoras sexuales. Fátima fue quien siempre los entregaba, y ahora sigo yo”, agrega la nueva referente también en la provincia y quien el 11 y 12 de diciembre estuvo en Mendoza justamente distribuyendo ayuda.
Todos los días, cuando el sol baja, las trabajadoras van reuniéndose en pequeños grupitos –o algunas de ellas permanecen solas- al costado del Rodríguez Peña. En invierno suelen juntarse de a varias para conversar entre ellas, resguardarse en pequeñas fogatas que encienden con lo que tienen a mano para darse calor y, de paso, protegerse ante posibles ataques o agresiones (que, lamentablemente, nunca faltan). Porque cuando la noche recrudece y la madrugada está en su esplendor, las temperaturas bajo cero del invierno y el vapor que se emana de las bocas al respirar no se condicen para nada con las prendas que ellas visten.
Pero cuando ya llega el verano (como ocurre por estos días), la postal difiere un poco. Por empezar, oscurece un poco más tarde. Pero, además, no está el frío que hiela la sangre para complicar la presencia de estas trabajadoras. Eso sí, lo que nunca falta –ni en verano, ni en invierno, ni en tiempos normales o con pandemia- es la desesperación por hacerse con algunos pesos. Tampoco faltan el hambre ni las burlas y las agresiones.
“Sí, en el último año ha crecido la cantidad de chicas que vienen a trabajar a la zona. También cuando empieza a hacer más calor, es como que aumenta. Pero lo que, por desgracia, también se nota más, es la gente que pasa en auto y las insulta, se burla. Hemos visto a veces a tipos que se bajan para reírse y hasta querer agredirlas”, lamenta un joven que trabaja en una estación de servicio de la zona del carril, pero que prefiere no ser identificado.
La zona roja en Ciudad
La Ciudad de Mendoza también cuenta con su propia “zona roja”, en la Cuarta Sección. Y, al igual que en el carril Rodríguez Peña, también allí ha crecido la presencia de trabajadoras sexuales. Y aunque en la última versión del Código Provincial de Contravenciones esta actividad quedó afuera (no está tipificada como falta), los artículos 41 y 42 del Código de Convivencia de la Ciudad de Mendoza prohíben y sancionan el ejercicio de la prostitución.
Pero, en ocasiones, la necesidad y el hambre no saben de leyes y permisos. “Vivo en la calle Maipú de la Cuarta Sección y desde antes de la pandemia ya empezó a verse mayor presencia de mujeres a toda hora, no solo de noche. Eso sumado a que disminuyó notablemente el recorrido y control de los vehículos de Preventores”, destaca Ana María.
El artículo 41 del código de convivencia de Ciudad -que data desde diciembre del 2015- prohíbe “el ofrecimiento, solicitud, negociación y aceptación directa o indirectamente de servicios sexuales retribuidos en el espacio público de la Ciudad de Mendoza, en todo su radio municipal y de forma especial cuando excluyan o limiten la compatibilidad de los diferentes usos de dicho espacio público”.
En tanto, el artículo 42 regula las sanciones. “La autoridad municipal se limitará inicialmente a recordar a las personas que incumplieran este precepto, que dichas prácticas están prohibidas por la normativa vigente. Si estas personas persistieran en su actividad, se procederá al inicio del correspondiente procedimiento administrativo sancionador y a toda aquella actuación que legalmente corresponda derivada de la identificación de dichas personas”, se establece en este apartado.