Cinco meses en el mar: la historia de la mendocina que fue uno de los 300 tripulantes de la Fragata Libertad

Es cabo segundo y formó parte del viaje de instrucción número 50, que le dejó numerosas experiencias. “Lo mejor de esta misión es servir a la Patria”, dijo.

Cinco meses en el mar: la historia de la mendocina que fue uno de los 300 tripulantes de la Fragata Libertad
La joven nacida en San Rafael viajó en la Fragata Libertad.

Mendocina de pura cepa, ya que nació en San Rafael, aunque luego su familia se radicó en Puerto Madryn, María Ayelén Hernández cabo segundo apoyo general de la Armada Argentina, integró nada menos que el 50º viaje de instrucción a bordo de la fragata ARA “Libertad”.

Ayelén zarpó el 30 de abril último junto a 316 camaradas y navegó casi 5 meses: fueron en total 202 días, 168 en el mar y 34 de permanencia en tierra.

Recorrió unas 22 mil millas náuticas (21.898 kilómetros), y visitó nueve países extranjeros (Brasil, Santa Lucía, República Dominicana, Cuba, México, Estados Unidos, Irlanda, Francia, y España). Asimismo, recaló en 11 puertos diferentes (Fortaleza y Río de Janeiro, Castries, Santo Domingo, La Habana, Veracruz, Baltimore, Dublín, Saint Malo y Toulon, y Cádiz).

Destinada en el buque escuela desde 2021, no es la primera ocasión en que realiza este tipo de viaje en el que los guardiamarinas en comisión de la Escuela Naval Militar completan su formación profesional.

Claro que para ella esta ocasión fue especial: se trató del viaje número 50 y compartió la vida con más de 300 tripulantes, entre oficiales, suboficiales, cabos, cadetes de la Escuela Naval Militar e invitados especiales

Como resultado de estos viajes adquirió experiencia en diferentes áreas del buque tanto a nivel interpersonal como profesional, conocimientos que hoy, sin dudas, representan el bagaje que llevará a su próximo destino, según dijo.

Ayelén vivió hasta los dos años en Mendoza, aunque por el trabajo de sus padres se mudó a Puerto Madryn, donde aún están radicados sus padres y dos hermanos menores. Ella, en cambio, es una persona “del mar”.

Explicó que su nuevo desafío laboral le permitió conocer distintos lugare del mundo. “Venía enfocada en México porque desde chiquita tenía ganas de conocerlo. Sin embargo, los otros países me sorprendieron, me llevo muchas experiencias”, resumió Ayelén.

Pasaron 10 años desde aquella decisión de emprender el camino para embarcar en la Fragata Libertad y hoy reflexiona: “No tengo ningún familiar en la Armada, como suele suceder con otros compañeros. Pero eso no me impidió ponerme como meta el querer embarcar desde aquella primera vez que la vi en Puerto Madryn”, señaló.

Hoy se encuentra a la espera de su nuevo destino. Admite que le gustaría que sea Trelew para estar cerca de su familia. “Extraño los mates con mi mamá por la mañana y la compañía de mi papá y mis hermanos. Amo la playa y pasar en el mar las tardes con mis amigas”, agregó.

Agradecida, reconoce que la Armada le permitió crecer tanto profesional como personalmente y asegura que aprendió a valorar lo simple y cotidiano. Construyó amistades y forjó vínculos que hoy se asemejan a lazos familiares. Pero, sobre todo, Ayelén tiene en claro que sea donde sea, su compromiso con la Armada Argentina será para siempre.

La emblemática embarcación argentina.
La emblemática embarcación argentina.

“Servir a la Patria es mi mayor orgullo”, concluyó.

Su decisión de entrar a la Armada Argentina surgió por algo puntual. “En el año 2004 la fragata ARA Libertad fue a Puerto Madryn. La vi y me gustó mucho. A fines de 2010, la hermana de una amiga nos mostró el video del primer ‘Velas Latinoamérica’ y en ese momento me terminé de enamorar del buque”, recordó.

Se convirtió en su sueño: realizar un viaje en el buque escuela.

Sin embargo, por entonces era estudiante de secundaria y consciente de que debería recorrer un largo camino para cumplirlo. Así fue como en 2011 viajó hasta la ciudad de Trelew y se anotó para incorporarse a la Armada como Marinero Tropa Voluntaria.

“Cuando finalicé el curso mi primer destino fue en los talleres de la Base Naval Zárate. Allí se hacen las espadas de oficiales y suboficiales de la Armada y del Ejército Argentino. Estuve 5 años y pasé por todos los talleres. Primero estuve en el de ajustaje, después en la parte de tratamientos químicos y, por último, en talabartería, donde me especialicé”, enumeró.

En 2014 rindió su ingreso a la Escuela de Suboficiales de la Armada, pero por motivos personales debió alejarse de la vida naval durante un tiempo. Fue en 2016 que logró reincorporarse y sumarse al equipo de trabajo de la Dirección General de Asuntos Jurídicos (DGAJ), con asiento en el Edificio Libertad, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un año después, pidió realizar el curso de Ingreso por Tiempo Determinado (ITD) donde adquirió la especialidad de Apoyo General Camarera.

De especializarse en un oficio en los Talleres de la Base Naval Zárate, pasando por el manejo de documentación por las oficinas de la DGAJ, el 2017 vino con nuevos desafíos, aunque aún destinada en la misma dirección. Poco después, el primer año de la pandemia la encontró prestando servicios como camarera en el Estado Mayor General de la Armada en Buenos Aires.

“En el 2021 me llegó el pase a la fragata. No lo esperaba. Fue una mezcla de emociones. Uno siempre expresa que es voluntario para estos viajes, pero es algo que parece inalcanzable, que nunca va a llegar”, relata emocionada.

La mendocina que viajó en la Fragata Libertad.
La mendocina que viajó en la Fragata Libertad.

“Cuando llegué estaba por comenzar el 49° Viaje de Instrucción. Sentí una mezcla de nervios, incertidumbre. Me asignaron a la división que se encarga del servicio en la camareta de Guardiamarinas en Comisión. Era mucha cantidad de gente, pero por suerte me enseñaron desde cómo poner una mesa hasta cómo armar un desayuno”, evocó.

Recuerda que esa primera zarpada fue muy difícil ya que aún se aplicaban los protocolos por la pandemia. Debido al aislamiento previo solo pudo despedirse de su familia a bordo de la unidad.

Sus amigas, cuñada, sobrino y padres se acercaron a la dársena desde donde pudieron saludarla con la mano en alto.

“En ese viaje fondeamos frente a las costas de Puerto Madryn”, recordó. Si bien estaba lejos, la tenía a su mamá a través de una videollamada desde la playa. Fue raro, hermoso, emocionante, aseguró todavía emocionada.

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