Con el final de noviembre y el comienzo de diciembre, en Mendoza las clases llegan a su fin en los distintos niveles educativos. Sin embargo, hay algunos chicos -principalmente adolescentes y del nivel secundario- que desde mediados de noviembre ya han dejado de asistir a clases.
Estos chicos, en su mayoría de escuelas rurales, no adelantaron el final del cursado para irse de vacaciones o comenzar antes el descanso, sino que lo hicieron porque comenzó la temporada de cosecha. Y son adolescentes que trabajan en distintas fincas y “levantando” la cosecha. Es este mismo trabajo el que los llevará a comenzar el ciclo lectivo 2024 casi un mes después que el resto de los estudiantes. Sobre todo aquellos que se encuentren trabajando en la viña, ya que en marzo culmina la cosecha de la uva.
“Arranqué a los 13 años a trabajar en la cosecha. Lo hago por temporada y también trabajo para las vacaciones de invierno”, cuenta Rodrigo, un adolescente de 17 años, quien está trabajando en la cosecha de la papa en Fray Luis Beltrán (Maipú). “Arranqué la última semana de noviembre y sigo hasta mediados de enero, 13 o 14 horas por día más o menos”, describe con naturalidad.
En el caso puntual de este adolescente, les pagan por bolsa cargada (170 pesos cada una). En el lugar trabajan 12 personas en el mismo grupo, y -calculan- llenan entre 1.800 y 2.000 bolsas por día. La cuenta, entonces, es multiplicar 1.800 o 2.000 bolsas por 170 pesos, lo que da un total de entre 306.000 y 340.000 pesos. Y si se divide entre 12 -la cantidad de trabajadores-, se calcula que cada uno de ellos gana entre 25.500 y 28.300 pesos al día.
Tomando como parámetro las 1.800 bolsas cargadas a 170 pesos cada una, se obtiene un total de 306.000 pesos diarios. Dividido entre las 12 personas que trabajan en el lugar, corresponde a 25.500 pesos por día y por persona. Siguiendo con la cuenta, trabajando 5 días a la semana, son más de 127.000 pesos por persona semanales, o 510.000 pesos al mes.
En un escenario ideal, de trabajo sostenido y se mantienen esos ingresos todos los meses, la cifra no está nada mal. Sin embargo, el trabajo de la cosecha de papa se extiende únicamente durante dos meses, por lo que es durante esos días en que tienen ese ingreso. De esta manera, los trabajadores no cobran más de 500.000 pesos al mes, todos los meses. De hecho, una vez terminada la cosecha de papa y hasta que regresan a otra producción, deben vivir durante esos meses con lo que ganaron con la papa.
“Vivo en La Arboleda, Tupungato y a la escuela dejé de ir a mediados de noviembre, aunque el cursado siguió. Pero siempre me han ayudado en estos casos y nunca he tenido problemas con las inasistencias, porque saben que trabajo y ayudo en casa. Aunque la condición es que después saque las materias”, agrega el joven, quien ya completó el cuarto año.
“El año pasado laburé medio año, y después cursé el otro medio año. Tenía solo 5 hojas en la carpeta. Pero los días en que tengo las materias más difíciles, trato de ir”, prosigue durante un receso en su jornada laboral.
Desde la DGE reconocen que el ausentismo sostenido es una realidad presente en las escuelas, aunque aclaran que no es algo exclusivo de las escuelas rurales, ni tampoco siempre vinculados al trabajo. Por esto es que, este año, implementaron la figura del Líder de Asistencia.
En total, son cerca de 200 los establecimientos mendocinos en los que se comenzó a trabajar de esta manera y con miras a disminuir el ausentismo.
EN PRIMERA PERSONA
Rodrigo, quien vive en la zona rural de Tupungato y quien desde fines de noviembre va y viene todos los días a Beltrán para trabajar, describe cómo es un día en su vida.
“Me levanto a las 3, me pasan a buscar 3:30. De aquí que recorremos todo para subir al resto de la gente se hacen las 4:30, y a esa hora ya estamos camino a Mendoza. Llegamos a la chacra a las 5:30 y de 5:30 hasta las 13 hacemos la primera parte del laburo. A las 13:30 hacemos la descarga de todas las bolsas y paramos dos horas para comer”, cuenta el adolescente de 17 años, quien está esperando cumplir los 18 para poder trabajar como “golondrina” en otras provincias e, incluso, países limítrofes.
“A las 15:30 volvemos a trabajar, hasta las 18:30 y después estamos una hora más cargando. Salimos a las 19:30, paramos a comprar una gaseosa o una cerveza, y tipo 0 o 0:30 estoy llegando. Vivís más en la camioneta que en la casa”, describe.
Rodri vive con su familia y, apenas comenzó a trabajar en la cosecha, lo hizo con su padre. Sin embargo, actualmente lo hace por su cuenta, y a veces junto a su hermano de 23 años. Además de los 3 hombres, en su casa también están su mamá, su hermana de 15 años y su hermanito de 4.
“Con 14 años ya trabajaba a la par de los más grandes. Siendo más joven, se me hacen más fáciles algunas cosas que los viejos no pueden”, cuenta, sonriente.
A Rodrigo aún le queda quinto año. Sin embargo, su proyecto de irse a trabajar afuera lo llevan a no tener muy en claro cómo continuará sus estudios.
“Desde que empecé a trabajar, nunca tuve problemas con la edad. En cuanto a la escuela, este año ya no vuelvo a cursar y recién vuelvo después del 15 de febrero. Para las vacaciones de invierno voy a trabajar en una chacra de Las Carreras. Trato de estudiar y trabajar a la vez, pero no puedo descansar casi nada”, concluye.
Con 18 años, Sheila –de Los Árboles, Tunuyán- está trabajando actualmente en la viña. Comenzó a trabajar a los 15, precisamente en la finca donde vive con su familia.
“La finca tiene nogales y trabajamos ahí desde principios de mayo y hasta principios de junio. Después, cerca de fin de año, retomamos el trabajo en la viña, pero yo no hago cosecha. Hago el desbrote, que es sacar las ramitas de los racimos. Esto se hace desde mediados de octubre hasta diciembre”, cuenta la joven, quien en 2023 completó el secundario en un CENS.
En esta actividad, que se conoce como “desbrotada”, Sheila gana 9.500 pesos por día, lo que hace un total de 47.500 pesos por semana.
Precisamente ante esta rutina de estudio y trabajo en simultáneo, la joven se encuentra cursando de noche. Y tiene claro que quiere estudiar Gastronomía en un instituto de San Carlos, siempre con cursado nocturno para no tener que dejar de trabajar.
“Se me hace más fácil trabajar de día y estudiar en la noche. Antes iba a trabajar de 7 a 12, salía y a las 14 iba a la escuela, aunque muchas veces me quedaba porque estaba cansada. Ahora salgo de trabajar a las 14 y las 19 entro a la escuela”, cuenta la joven, quien tiene a cargo a su hermano de 11 años.
Cinthia, por su parte, tiene 38 años y también está completando el secundario en un CENS. Además, trabaja en un viñedo ubicado en el Manzano Histórico (Tunuyán).
“Trabajo en las fincas desde que era chica, por eso ahora estoy completando la secundaria con 38 años, porque cuando era más chica tuve que dejar el colegio para trabajar. Lo veo mucho en mis compañeros, los chicos prefieren estudiar de noche y trabajar de día”, cuenta la mujer.
En ese sentido, agregó que entre marzo y junio muchos chicos y chicas estudian y trabajan en simultáneo, mientras que después del receso invernal muchos tardan más de la cuenta en regresar a las aulas. “Muchos chicos, incluso, terminan dejando el estudio”, cierra.
LÍDERES DE ASISTENCIA, LA HERRAMIENTA DE LA DGE
Para trabajar en la temática de asistencias e inasistencia, la DGE toma como parámetro los datos del sistema GEM, donde figura toda la trayectoria académica de cada estudiante de Mendoza. Para enfocar el trabajo en este punto, a comienzos del ciclo lectivo 2023 se creó la figura de Líder de Asistencia.
“El tema de inasistencias es multicausal y el trabajo de los y las líderes se sitúa en cada una de las estrategias”, sostienen la coordinadora del Programa Líderes de Asistencia, Laura González y la directora de Educación Primaria de la DGE, Marta D’Angelo.
Entre las distintas variables, enumeran algunas que son comunes, como –por ejemplo- las enfermedades respiratorias con la llegada de julio y las bajas temperaturas.
Según explicaron las funcionarias educativas, el objetivo del programa de Líderes de Asistencia es lograr que los alumnos estén en la escuela y que no se vea interrumpida su trayectoria.
TRABAJO INFANTIL Y TRABAJO ADOLESCENTE PROTEGIDO
El delegado del Ministerio Trabajo de la Nación en Mendoza, Gonzalo Navarro reconoció que las problemáticas de explotación infantil y de trabajo adolescente quedan más expuesto en el trabajo agrario, aunque aclaró que también se manifiesta y existe en otros sectores.
“El trabajo en menores de 16 años está terminantemente prohibido y es un delito penal, por lo que pasa directamente al ámbito de la Justicia. Pero para los adolescentes de entre 16 y 17 años existe la figura de Trabajo Adolescente Protegido, que los habilita a trabajar, siempre y cuando cuenten con la correspondiente autorización de sus padres o responsables. Tiene su propia normativa, que establece que se garanticen 15 días de vacaciones, dos horas diarias de descanso, la misma remuneración de un adulto, tener al trabajador debidamente registrado y garantizar que se continúe la educación obligatoria, entre otras”, destaca Navarro.
“Hay algunas cosas que el adolescente de esa categoría no debería hacer, como son el trabajo penoso, peligroso e insalubre, trabajar más de 6 horas diarias o 36 semanales (en caso de trabajo urbano, 32 semanales si es agrario). Además, no puede trabajar entre las 20 y las 6 (urbano) o entre las 20 y las 5 (trabajo agrario)”, sigue.
CRECIERON LAS ACTAS POR EXPLOTACIÓN LABORAL INFANTIL E INCUMPLIMIENTO
Entre 2015 y 2020, el Ministerio de Trabajo de la Nación labró una sola acta por explotación laboral infantil y dos actas por trabajo adolescente no protegido.
Desde octubre de 2020 y hasta la fecha, en tanto, se elaboraron 20 actas de explotación laboral infantil, 32 actas de trabajo adolescente que no cumplían con todas normativas y 12 actas de trata de personas con fines laborales. “No quiere decir que antes no haya habido, sino que hay una decisión de hacerlo visible”, aclara Navarro.