El 26 de marzo pasado, Sebastián Fernández Bevans (39) –nacido en Montevideo (Uruguay) y criado en el pintoresco y cultural barrio porteño de La Boca- se subió a su bicicleta en la ciudad de Mercedes (Provincia de Buenos Aires) para iniciar una de sus tantas aventuras. “Quería recorrer Argentina de este a oeste, como si la estuviera partiendo por la mitad”, grafica el chef, quien se ha alejado de esa pasión y faceta de su vida para viajar en bicicleta, su otra gran pasión (y la principal en la actualidad). Nueve días después, y luego de recorrer 970 kilómetros, el 4 de abril Sebastián llegaba a la casa de un gran amigo en Las Heras, donde está parando.
En esos 970 kilómetros y 9 días de viaje, Sebastián evitó pedalear por las rutas principales –salvo excepciones inevitables-, durmió en comisarías, cuarteles de bombero y hasta en patios de casas de familias que lo invitaron a quedarse en el lugar y agregaron un plato más de comida en su mesa, quizás a cambio de conocerlo y escuchar sus infinitas anécdotas e historias de viajes en bici. Esas que ya tiene en sus relatos, y también aquellas que está planificando a futuro y que le permitirán seguir alimentando sus vivencias.
Una de las metas que se ha propuesto para los próximos meses es cruzar a Chile en bicicleta por Mendoza y regresar por la Patagonia. Y se entusiasma -¡cómo no hacerlo!- con la posibilidad de conseguir algún apoyo o auspiciante para este nuevo y ambicioso objetivo.
“Dentro de lo que es el cicloturismo, la gente suele tener mucho respeto, salvó algún que otro camionero que suele pasar finito. Recuerdo uno que me pasó a milímetros cuando estaba viajando cerca de Entre Ríos. Eso fue determinante para decidir no ir más por las rutas y salir por caminos alternativos. Cada vez que hago algunos de mis viajes en bici, uso caminos rurales. Así hice el viaje a Mendoza, salvo el último tamo que no me quedó otra que hacerlo por la ruta y con mucho cuidado”, recapitula Sebastián.
Siempre con la infaltable e incondicional compañía de su bicicleta –una Mérida Crossway, modificada para cicloturismo con parrillas y a la que le cambió las ruedas (pasó de rodado 26 a cubiertas de 700 x 38)-, y a todos lados con casco, Sebastián completó el viaje en distintas etapas. Su equipaje incluye dos alforjas adaptadas para bicicleta con parrilla, 2 mudas de ropa más ropa de abrigo, una carpa, una bolsa de dormir, aislante (para armar campamento), herramientas, algún que otro repuesto (cámara de bicicleta o cubiertas), medicamentos y algo de alimento. “Prefiero llevar alimento enlatado, no me gusta mucho prender fuego en lugares que no están preparados para ello y arriesgar que haya incendios”, aclara el “chef cicloturista”.
“Lo diferencial de viajar en bici en comparación con otros medios de transporte es que podés disfrutar de los paisajes. A mí me encanta la fotografía. Entonces, eso de poder parar en un lugar, disfrutar un paisaje, vivirlo y sacarle fotos te lo da la bici. Porque siempre vas a un tope de 20 o 25 km/h. Eso te permite poder disfrutar los paisajes y esa es la principal ventaja. Y si de desventajas hablamos, las más marcadas tienen que ver con cuestiones climáticas –el viento y la lluvia-, además del tránsito en la ruta. Siempre es más tensionante”, piensa en voz alta.
A rodar mi vida
Cuando Sebastián Fernández Bevans tenía solo 1 año, abandonó su Montevideo natal para cruzar el Río de la Plata e instalarse en el barrio de La Boca. “Me fui a vivir a una cuadra de la cancha de Boca, por lo que La Bombonera es el patio trasero de mi casa. Soy hincha de Boca, casi por herencia. Pero no soy fanático”, describe.
Estudió y se preparó como chef, trabajó en distintos comercios y locales hasta que finalmente abrió su propia despensa y casa de comidas. Pero este emprendimiento llegó a su fin en 2017, en sintonía con el momento en que su otra gran pasión –andar en bicicleta- iba tomando un protagonismo cada vez mayor. “La verdad es que me fue bien un tiempo con mi despensa, pero decidimos cerrar porque se empezaron a complicar las cosas. Entonces me quedó mucho tiempo libre. Para ese entonces, a mí ya me gustaba mucho andar en bici –lo hago desde siempre-y lo hacía de manera recreativa por distintos pueblos de la Provincia de Buenos Aires. Pero, con más tiempo, empecé a sumar kilómetros. Y me di cuenta de que la bicicleta me permitía descubrir paisajes de otra manera”, agrega el aventurero.
Así fue como, todos los días, Sebastián comenzó a recorrer entre 100 y 120 kilómetros diarios por distintos puntos de la Provincia de Buenos Aires. En 2018 encaró su primera gran travesía: recorrió toda la costa uruguaya, desde Fray Bentos hasta Chuy. “Fue mi primer viaje en bici y lo hice solo. En total, recorrí 700 kilómetros”, recuerda. Y aclara que, aunque viajar en grupo tiene sus cosas lindas, siempre prefiere viajar en soledad, ya que no debe consensuar tiempos y disponibilidad con otras personas.
Luego de estar en Mendoza en 2020 y en uno de los momentos más complicados de la pandemia de Coronavirus, Sebastián regresó hace unas semanas a la provincia. Y aunque hace poco más de un año y medio vino en su bicicleta y estuvo pedaleando por los magnéticos paisajes mendocinos, reconoce que fue “con trampa” ya que lo trajeron hasta Mendoza y con su bici. “Por eso esta vez quise volver, pero hacerlo todo en bicicleta”, confiesa.
Itinerario
Con la idea de evitar el embotellamiento vehicular y el tránsito frenético de la siempre furiosa y caótica Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Sebastián se trasladó en tren (con su bicicleta) hasta la ciudad de Mercedes, ya en provincia de Buenos Aires. Y de allí inició la pedaleada hacia Mendoza.
“El primer tramo fue de 170 kilómetros e incluyó desde Mercedes hasta Junín (Provincia de Buenos Aires). Después hice Junín – Aarón Castellanos (Santa Fe), Aarón Castellanos – Laboulaye (Córdoba) y Laboulaye – Villa Mercedes (San Luis) en los tramos siguientes. El de Laboulaye – Villa Mercedes fue el tramo más largo, de 209 kilómetros, y donde más pedaleé. Aproveché que tenía algo de viento a favor y pegué un tirón de casi 12 horas arriba de la bici”, destaca Seba, quien ya en Villa Mercedes decidió darles un descanso al armado de la carpa y la vida de campamento, y optó por alojarse en un hotel. Y es que la situación lo ameritaba.
“Después seguí con Villa Mercedes – Ciudad de San Luis, San Luis – La Paz y La Paz – Ciudad de Mendoza. Ahí hice la última parada antes de llegar a la casa de mi amigo en Las Heras. En todo este viaje dormí siempre en carpa, salvo en Villa Mercedes, y es algo que trato de hacer siempre que salgo. Es difícil encontrar campings para instalarme en muchos pueblos, por lo que suelo recurrir a estaciones de bomberos, comisarías, patios de escuela e –incluso- muchas veces la gente me invita a su casa y me ofrece el patio para acampar”, recapitula Sebastián, quien no duda en agregar otras de las incontables ventajas del cicloturismo: “es muy económico y conocés la solidaridad de la gente”.
Las mil y una anécdotas
Entre 2009 y 2010, Sebastián se inclinó por la bicicleta como medio de transporte regular y, desde entonces, no se bajó más. “Es un medio de transporte muy fiel. Después de la epidemia de Gripe A me dio una fobia fuerte para subir a los colectivos y, desde entonces, me subí a la bici, no me bajé más de ella y casi no volví a subirme a un colectivo. En la Ciudad de Buenos Aires es una ventaja la bici, porque de punta a punta tiene 20 kilómetros. Y en bicicleta la podés recorrer en una hora, mientras que en colectivo y con todo el lío que hay, te llegás a demorar el doble”, sostiene el apasionado de la bicicleta.
En esta interminable aventura en bicicleta, Sebastián Fernández Bevans ha recorrido entre 50% y 70% de la Provincia de Buenos Aires –según sus propios cálculos- y toda la Capital Federal. “He ido a Entre Ríos en bicicleta, por lo que conozco los pueblos del norte, del oeste y aquellos que llegan a La Pampa. Incluso, conozco parte de La Pampa también, y ahora lo que es el camino a Mendoza”, detalla.
En su anterior estadía en Mendoza, Sebastián fue atropellado por un vehículo. Esto motivó en que su actual visita a la provincia lo tenga abocado, en parte, al proceso judicial que se inició en aquel momento. Y como tiene pensado quedarse en Mendoza hasta fin de año, ya está planificando cruzar la cordillera y llegar a Chile –siempre en bici- cuando pase el invierno. El regreso, en tanto, lo tiene proyectado por el Sur, para conocer los imponentes paisajes de la Patagonia argentina y la Araucanía chilena. Y, de paso, sumar más kilómetros a sus aventuras en dos ruedas. “Estoy abierto a encontrar auspiciantes para este cruce, y también trabajo que pueda hacer mientras esté en Mendoza. Además de ser chef, soy bueno en tareas de reparación y mantenimiento”, destaca con humildad.
“Anécdotas tengo miles a raíz de tantos años y tantos kilómetros recorridos en bicicleta. En una oportunidad me pasó de quedar varado en Baradero –valga la redundancia- porque se me rompió parte de la rueda delantera y no tenían repuesto en ningún lado. Tampoco tenía dinero, porque no había salido por mucho tiempo ni muy lejos. Y, comentándole la situación, conocí a un ciclista que me crucé en el lugar y –sin conocerme- me invitó a quedarme en su casa. Esas cuestiones de camaradería son tremendas y no sé si se dan por fuera del ámbito de los ciclistas. Porque siempre está ese resquemor y miedo de a quién mete uno a su casa”, reflexiona Fernández Bevans.
Claro que también están aquellas anécdotas que no quedarán entre sus mejores recuerdos, aunque –afortunadamente- no llegaron a ponerlo en un riesgo inminente. “En 2020, estando justamente acá en Mendoza, me pasó de estar recorriendo el Valle de Uco en bicicleta. Y cuando llegué a San Carlos, muchos locales y comercios no querían abrirme ni atenderme por la pandemia, por más que yo llevara alcohol en gel y barbijo. Pero era como que no me veían bien por estar andando en bici en el peor momento de la pandemia. Afortunadamente, un vecino del lugar –también ciclista- se ofreció a hacer las compras por mí de todas las cosas que necesitaba”, concluyó.