Cementerio de La Reducción: historias de silencio y muerte en Rivadavia

El lugar albergó las tumbas de las víctimas del cólera, los fusilados de la Revolución de los Colorados, del terremoto de 1936 y hasta una hija del General Urquiza.

Cementerio de La Reducción: historias de silencio y muerte en Rivadavia
Cementerio de La Reducción: historias de silencio y muerte en Rivadavia. Foto: Orlando Pelichotti

En La Reducción, hay un rincón escondido en el mapa del departamento Rivadavia, donde existe un camposanto abandonado, y el olvido es impiadoso con su silencio. Allí, está enterrada parte de nuestra historia. El recorrido para llegar hasta allí es por Ruta Provincial 62, luego por la calle Ozán transitando unos 100 metros de tierra, en dirección al sur. Ubicado cerca del río Tunuyán Inferior (que en la actualidad solamente trae agua en épocas de lluvias), antiguo valle verde. Este lugar mide aproximadamente de 9000 metros cuadrados, y aunque no se conservan datos históricos de su fundación en el Archivo General de Mendoza, se sabe que es anterior al 1890, por algunas de sus lápidas.

Ubicación del cemenerio de La Reducción, en Rivadavia.
Ubicación del cemenerio de La Reducción, en Rivadavia.

El frente está formado por dos grandes columnas de ladrillos que sostienen al oxidado portón metálico que permanece abierto y sujetan a un conjunto de cruces que están datadas en 1890. Lentamente ingresamos esquivando la vegetación del olvido (caracterizada por algunos chañares, algarrobos, y malezas secas), y nos damos cuenta que todo el silencio es poco, cuando llegamos al encuentro de un vecino conocido como don José, contratista que nos acompaña en ese recorrido, mientras narra con voz baja, algunos acontecimientos “como los que pasó la semana pasada en donde por la última noche de luna llena se escucharon gritos y cánticos que no se podían comprender en qué idioma eran”.

“Al día siguiente se encontró con restos de velas que habían encendido cerca de las tumbas y otras cerradas” agrega el contratista. También cuenta que notó faltantes en las dos tumbas de mármol del fondo, y varias ofrendas como botellas de vino, fotografías quemadas y pequeñas cruces.

Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Don José nos advertía que no removiéramos nada. “Hay gente que viene para hacer maldad, porque acá nadie lo custodia”. Con cierta tristeza, mientras se saca el sombrero, nos muestra que hay pocas lápidas y las más recientes acusan el año1946.

La historia del olvido

La mayoría de los enterramientos no poseen identificaciones, ni siquiera una cruz, tanto que en oportunidades pequeñas marcas de piedras, son la única referencia que allí en el piso hay un entierro. Curiosamente se distinguen varias con la misma fecha, 1936, porque coincide con el terremoto que tuvo como epicentro a Rivadavia, el 23 de noviembre de ese año. El mismo tuvo una intensidad de VI grados Mercalli, según los datos históricos del Instituto Nacional de Prevención Sísmica, aunque se sabe que en el caserío de La Redacción ocasionó la caída de varias viviendas dejando el saldo de 4 víctimas fatales a los días posteriores.

Allí, en silencio, ve pasar los días una tumba con una lápida rota de mármol carrara, de quien fuera una maestra, se destaca como una de las pocas visibles y que remata en un libro abierto, símbolo del conocimiento mismo. Del resto del cementerio queda poco, ya que no tiene paredes divisorias y sólo un alambrado oxidado que lo separa de unas plantaciones.

Desde la peste a los fusilamientos de la Revolución

El historiador Enrique Carlos Pizzuto, nos detalló la importancia de La Reducción que supo tener siglos atrás, “desde que el adelantado español Pedro Moyano Cornejo en 1563, se instalara en ese verde paraje de tierra, cercano al río, luego vinieron los jesuitas, hasta que allí se produjo una triste historia que involucra a los pueblos originarios, los Huarpes, y la obligación por mantenerlos cautivos en ese paraje que se formaba en el remanso del río Tunuyán”.

Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Del origen del nombre de La Reducción, cuando se refiere a ese lugar de enterramientos, destaca la presencia del Cacique Pasambay, de los hermanos empresarios Eulogio y Tomás Ozán, y de las tumbas donde terminaron enterrados los fusilados en la Revolución de los Colorados (1866 a 1867), considerado como el último alzamiento del Partido Federal en el oeste de Argentina, y que fueron ajusticiados porque no querían ir a luchar a la Guerra contra el Paraguay.

Pizzuto afirma que, tras la creación del nuevo Cementerio Municipal Gerardo Noé Ferreyra, cercano a la nueva ciudad, se prohibieron los entierros, con excepciones de los que vivían allí, de allí viene ese olvido en el campo santo de La Reducción.

Con el paso del tiempo, “casi todas las tumbas fueron levantadas y los restos de los cadáveres se trasladaron a un osario en común, grande, en el sector noroeste. Un piletón al aire libre de aspecto tétrico, donde se fueron depositando todos juntos, luego en 1967 se sacó para levantar las oficinas, ahora hay depósito”.

La peste, como se la recuerda aún hoy, fue una de las últimas epidemias por cólera que azotó en diciembre de 1886 a nuestra provincia, ocasionando más de 700 víctimas fatales según los datos oficiales. En Rivadavia se registraron 112 muertes, la cuales hicieron que colapsara el cementerio porque se estima que hubo 40 enterramientos, aunque no existen certificados que lo avalan, contó el investigador histórico Enrique Carlos Pizzuto, “los enterramientos eran efectuados sin ton ni son”, porque era un lugar de sepultura y nada más, no había papeles, sólo queda la historia verbal de lo que pasó por esos días.

Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

La hija no reconocida de Urquiza

Al centro de lo que antiguamente era el corredor central, se observa el vestigio de la tumba principal: una construcción de mármol blanco. Aunque ya fue retirado el cadáver, cruces y nombres que la recuerden, se sabe que descansaban allí los restos de una hija no reconocida de Justo José de Urquiza, quien presidió la Confederación Argentina entre 1852 y 1860.

El sustento histórico lo encontramos en el libro que se conserva en la Biblioteca de la Legislatura Provincial, del Primer Censo de la República Argentina, 15 al 17 de septiembre de 1869, en su apartado “Cuartel N°10, Reducción”, que nombra a María Josefa Urquiza y a su familia. La mujer, que había nacido en Córdoba, a la fecha del censo tenía 45 años. Su marido era Antonio Acevedo, cordobés, de 58 años, registrado como un labrador de profesión.

Arrimamos la puerta al salir, curiosamente continuamos hablando bajo, aunque no sabemos por qué… estamos solos, al menos eso creemos.

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