Cecilia es ciega y en sus videos de Instagram cuenta con humor historias de su vida cotidiana

Tiene 31 años y una mala praxis al nacer le ocasionó ceguera total. “No me gusta que me llamen no vidente ni que me traten como a una niña cuando camino con el bastón”, aclara en su cuenta @ceciliaflores_. Su historia.

Cecilia es ciega y en sus videos de Instagram cuenta con humor historias de su vida cotidiana
Cecilia Flores padece retinopatía y se dedica a realizar videos para crear conciencia sobre la discapacidad visual. Foto: Mariana Villa / Los Andes

A Cecilia Flores, que tiene 31 años y es ciega, no le gusta que la llamen “no vidente” ni que la traten como si fuera una niña cada vez que se desplaza con su bastón. Ella repite que es ciega, así, a secas, y que el “no” es un limitante. “A ninguna persona con discapacidad le dicen ´No caminante’ o ´No oyente’”, diferencia, entre risas.

Su gran actitud y su manera de encarar la vida la convirtieron en una persona positiva, resiliente y con gran sentido del humor, aunque nada de eso resultó de un día para el otro: de niña sufrió bullying y no la pasó bien, pero el amor de su familia, especialmente de sus padres, Rosa y Juan, le dieron una fortaleza asombrosa.

Así, en una oportunidad grabó para sus entonces escasos seguidores un video en su Instagram personal (@ceciliaflores_) que tuvo una gran respuesta. Sucesivamente se fue sumando cada vez más gente que le pedía nuevos videos. “Ceci” comenzó contando cómo es su vida cotidiana, cómo elige los colores de su ropa; cómo suelen ser sus sueños, qué piensa de la inclusión o de situaciones que le tocan vivir. Hoy tiene más de 8 mil seguidores en su cuenta y va por más. Se presenta así: “Nadadora. Me gusta crear contenido de discapacidad y de lo que surja”.

Mala praxis

“Nunca pude ver, soy ciega desde bebé, cuando la luz del oxígeno, en la incubadora, quemó mis retinas. Fue una mala praxis en una clínica que ya no existe”, señala.

Nació el 19 de julio de 1991 y es la menor de cinco hermanos: Alejandra, David, Andrés y Ariel. Tiene 18 sobrinos. Su mamá falleció hace dos años y hoy su papá es el “genio” que la ayuda y acompaña en todo, dice.

“Anécdotas graciosas vivo a cada rato y creo que eso es lo que más atrae en las redes. La gente suele hacerme preguntas que trato de responder con naturalidad. Por ejemplo, si estoy caminando con mi papá, le preguntan mi nombre a él, no a mí. También suelen hablarme como a una niña chiquita. Creo que el bastón me convierte y es cómico. Todo esto sucede si estoy con el bastón, jamás ocurre si no lo llevo, porque muchos no se dan cuenta que soy ciega”, dice. También el vestirse y cómo combina los colores resulta una curiosidad. “Me guío por el tacto, entonces cuando voy a comprarme una prenda pido un color determinado y me fijo en la textura o en algún relieve o inscripción. Entonces ya sé que tal buzo es azul, por ejemplo. Mi mamá solía coserme un botón detrás para que supiera qué prenda era o bien me guío por las etiquetas”, explica. En una oportunidad le obsequiaron un libro y hasta un espejo. “Simplemente, agradecí”, recuerda, y ríe.

Anécdotas graciosas

Con su mamá también vivió numerosos episodios graciosos. “Una vez me quedé en la computadora hasta las tres de la mañana y vino enojada al cuarto para decirme que apagara la luz. Le recordé que no tenía la menor idea de que estaba encendida y nos empezamos a reír a las carcajadas”, evoca.

La ayuda incondicional de sus padres fue clave en su crecimiento. Ambos aprendieron el sistema Braille a la perfección y pasaban horas transcribiéndole las tareas, los mapas y hasta los libros. “Fui a la escuela de ciegos Hellen Keller y luego, ya en la escuela común, en Las Heras, fue un período muy duro. Los chicos me escondían las cosas, se reían o me decían que caminara cuando sabían que podía tropezarme con una silla. Yo no solía contar todo esto en mi casa porque mi mamá sufría mucho”, rememora. Más tarde, ya en la secundaria, pasó por el colegio Normal y luego por el Cens 3-406, de Ciudad, donde transcurrieron los mejores años que recuerda y cosechó gran cantidad de amigos.

Estudió Derecho en la UNCuyo, abandonó y cuando quiso cambiarse a Comunicación Social se dio cuenta que la carrera no estaba adaptada para ella. Poco después hizo un curso de masajista y trabajó un tiempo en ese rubro. “Pero la discapacidad es un tema. No era fácil presentarme a un trabajo, ya que, cuando se daban cuenta de que era ciega, quedaba relegada”, repasa.

Hoy Ceci es una destacada nadadora del Club Regatas, algo que le apasiona y le brinda el “combustible” que necesita para seguir adelante. También tiene proyectos, como estudiar inglés y poder trabajar.

Un programa de radio, el puntapié inicial

“Nunca tuve la posibilidad de ver, entonces no sé de qué se trata. Si bien es algo natural para mí, uno nunca se acostumbra”, señala, para agregar que trata de tomarse la vida con humor y así lo traduce en sus historias de Instagram.

“Me fui abriendo de a poco porque era muy introvertida. Una vez llamé a un programa de radio y la locutora, Julieta Farmache, empezó a preguntarme situaciones de la vida cotidiana, a las que respondía con humor. Se hizo casi una rutina y debo agradecerle a ella, infinitamente, el haberme ayudado a abrirme”, señala.

También le agradece a su papá la ayuda diaria, el estar siempre y el acompañarla en todas sus “locuras”. “De chica me inventaba juguetes y hoy me sigue ayudando a facilitarme la vida ¿Un ejemplo? El otro día me armó una tarjeta con un cuadrado hueco en el centro y ahora es un elemento fundamental que llevo siempre para firmar. Es algo muy sencillo que me guía con el tamaño de la firma y también para no hacerlo en cualquier parte”, detalla.

Su historias se pueden ver en el Instagram @ceciliaflores_ que decidió hacerlo público cuando comprobó la gran cantidad de personas que se interesaban por la vida de una persona ciega.

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