El nivel educativo de sus familias es determinante en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, en particular sobre sus trayectorias académicas y sus oportunidades. Por ello, no deja de ser un dato fuerte que casi la mitad de los niños mendocinos viva en hogares con bajo nivel educativo. Es lo que se identifica como “clima educativo” y se refiere a los años de escolarización alcanzados por los mayores de 18 años que residen en el hogar junto a chicos de entre 4 y 17 años.
Esto implica que no han logrado transitar completamente los años de educación obligatoria, es decir, los niveles primario y secundario. De acuerdo a las categorías en que se estructura un relevamiento local, quedarían entre quienes tienen menos de 11 años de escolarización. Sucede que para completar la educación obligatoria se requieren al menos 14 años, o 13 hasta 2012, desde cuando en Mendoza se incorpora a esta la sala de 4 años en el Nivel Inicial.
Según la última Encuesta de Condiciones de Vida de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de Mendoza (DEIE), con datos 2022, 42,2% de los chicos vive en hogares con un clima educativo bajo en zonas urbanas. Pero, además, 6,1% lo hace en hogares con clima educativo muy bajo. Este último implica que las personas de más 18 años con las que conviven tienen menos de 7 años de escolaridad, ante lo que hay que considerar que si se toma Nivel inicial y Primario juntos se requieren 9 años u 8 hasta 2012.
El nivel educativo bajo antes mencionado incluye a quienes han tenido entre siete y 11 años de escolaridad. De esto se deduce que no han obtenido su titulación secundaria, que requiere sumar al menos cinco años más de trayectoria. Además, de acuerdo a lo que ha relevado el organismo, el clima educativo es de menor calidad en zonas rurales. Allí, el iniciador de nivel educativo muy bajo se duplica -y más- y asciende a 15,4%, mientras que otro tanto sucede con el nivel bajo, que llega al 58%.
Por otro lado, la DEIE observa que el 34,6% de los menores integran hogares con clima educativo medio y el 11,6% alto en zonas urbanas. En el primer caso se incluye a quienes han transitado entre 11 y menos de 14 años de educación, mientras que en el segundo se ubican quienes tienen desde 14 y menos de 16 años de tránsito académico.
Finalmente, hay una quinta categoría que considera con nivel muy alto a quienes tienen 16 o más años de formación. En Mendoza, el 5,5% de los niños y adolescentes viven en este tipo de hogares en zonas urbanas y 2,7% en áreas rurales. Sin embargo, para ambos tipos de zonas los porcentajes de clima educativo que predominan son los bajos y medios.
Condicionantes
Diversos abordajes, así como especialistas en educación, expresan que el nivel de formación de las familias, y en particular de los padres, son determinantes en el desarrollo y trayectorias de los estudiantes. Desde la Dirección General de Escuelas (DGE) manifestaron que está comprobado estadísticamente: a peor clima educativo peor rendimiento. Explicaron que es algo que se ve no sólo en Argentina sino en el mundo entero.
Romina Durán, directora de Evaluación de la Calidad Educativa de la DGE, aceptó que en los relevamientos provinciales observan esta misma realidad. “Al hacer el análisis de los relevamientos provinciales hacemos un estudio de los factores asociados y en esto vemos la influencia en el nivel educativo de las madres y padres, la asistencia a los colegios y la sobre-edad (repitencia)”, detalló a Los Andes.
Condiciones socioeconómicas, accesibilidad a entornos de estudio, recursos para el aprendizaje, oportunidades, posibilidades de acompañamiento, valoración de la formación, asistencia y ausentismo, son factores que pueden impactar como condicionantes tanto de las oportunidades de quienes ya son mayores como de los menores en cuestión. Y hay que tomar en cuenta que el deterioro de las condiciones actuales también tiene impacto hacia adelante: un ejemplo de esto es que más adolescentes se incorporan al mercado laboral para aportar al desinflado ingreso de las familia y en muchos casos esto termina por influir en el abandono escolar.
“Es indudable que el nivel educativo de las familias influye en el desarrollo de las trayectorias escolares. Ahora, generalizar sobre el tipo de influencia de esta variable es desatender al resto de las múltiples condiciones que operan en el desarrollo general y específicamente educativo de un niño”, resaltó el licenciado en Psicopedagogía, Jorge Yacobucci.
“Así como la cantidad de palabras que se utilizan en la comunicación cotidiana afecta al desarrollo del lenguaje, el espacio que tiene la lectura en los hogares, la finalidad con la que se lee en la casa, también influye en el apego y el interés del niño por aprender a leer. Esto influye en las posibilidades que tienen las familias de acompañar procesos escolares”, agregó.
Silvina del Pópolo, directora de Planificación de la Calidad Educativa, destacó que desde la DGE siguen de cerca el impacto del contexto familiar en la manera en la que los chicos aprenden a leer y escribir. Dijo que hay mucha evidencia, “tanto en Argentina como afuera del país, en relación al impacto que la trayectoria educativa de los padres tiene, no sólo en la valoración de lo escolar, sino también en el sostén de esa escolaridad en términos de asistencia y de acompañamiento a las tareas de los chicos”.
Mencionó que hay estudios que vinculan, por ejemplo, el desarrollo de vocabulario del entorno cercano de los estudiantes y su capacidad de aprendizaje de la lectura y de la escritura o de la comprensión en relación al número de palabras o de interacciones lingüísticas efectivas en las que los chicos están inmersos y muchas veces esa capacidad de interacción está vinculada en muchos casos obviamente a el nivel socio educativo de la familia.
Factores “protectores” y adversos
La situación de pobreza empeora el desempeño académico de los alumnos. Así lo expresan diversos abordajes y es un tema que se pone en evidencia hace tiempo. Como contrapunto, se advierte que los mencionados son factores “protectores” que pueden funcionar como atenuantes: el nivel educativo de las madres y el acceso a libros, entre ellos.
“Históricamente, la clase media argentina ha encontrado en la educación la posibilidad de movilidad social ascendente. Es así como contextos familiares culturalmente desfavorecidos han promovido y apoyado el recorrido escolar de sus hijos”, apuntó Yacobucci.
El psicopedagogo, como el resto, no dejó de reconocer el impacto de las condiciones socioeconómicas: “Las sucesivas crisis económicas, los porcentajes de población cada vez mayores de personas que viven en la pobreza generan fenómenos tales como la necesidad de que todos los miembros de la familia contribuyan económicamente, por lo que se produce un desgranamiento del sistema educativo en función de esta necesidad. Es decir, no sólo opera el nivel educativo de la familia, sino también la situación económica”.
Desde este punto de vista, de algún modo, la alternancia de períodos de crisis y dificultades económicas que suele atravesar el país puede explicar en parte una alta proporción de personas con estudios inconclusos.
Sólo el 14% de los estudiantes en situación de pobreza logran un buen desempeño académico. Así lo muestra un informe de la organización Argentinos por la Educación, que analizó el último año de secundaria. Como dato desalentador agrega: en el país, el 40% de los estudiantes que logran llegar a ese año están en situación de pobreza.
El informe “Desempeño escolar y pobreza” cruzó información de Aprender 2019 y de la Encuesta Permanente de Hogares. Uno de los factores “protectores” es el nivel educativo materno, que puede lograr revertir el peso de lo anterior. Entre los estudiantes pobres con buen desempeño, el 35,5% tiene madres que alcanzaron el nivel secundario completo o más. Otro punto positivo es la cantidad de libros en los hogares: sólo en el 8,3% de los hogares de los estudiantes con buen desempeño no hay libros, mientras que en el caso de los estudiantes con bajo desempeño ese porcentaje aumenta a 22%.
“Los niveles de educación alcanzados por los jóvenes y sus logros educativos están muy fuertemente condicionados por la situación socioeconómica de sus padres, especialmente el nivel educativo de la madre y la estructura familiar. Este reporte nos presenta un panorama sombrío con respecto a la transmisión intergeneracional de la pobreza a través de la educación”, analizó Mariano Tommasi, director del Centro de Estudios para el Desarrollo Humano de la Universidad de San Andrés.
Del Pópolo aceptó que preocupa el desgranamiento, con varios factores asociados. Uno de ellos es la inserción de los chicos en el mercado laboral, que puede incentivar el abandono.
Un informe presentado por Unicef el 10 de agosto alertó sobre esta misma realidad. Uno de cada tres hogares no puede cubrir sus gastos corrientes y por ello el 50% no puede solventar los gastos escolares, como la compra de libros y útiles. Además, Unicef concluyó que 1 de cada 4 adolescentes trabaja asociado al ingreso insuficiente de sus hogares y alertó sobre el impacto que esto tiene sobre el desempeño y la trayectoria escolar.