Se cumplieron siete años de un hecho que marcó su vida para siempre y hoy Emmanuel Elías Rodríguez sigue pensando que fue un sueño.
La noche del 7 de enero de 2014, en una pizzería de la Sexta Sección de Ciudad, donde trabajaba como cadete, recibió varios disparos de parte de tres delincuentes. Las balas lesionaron su médula y lo dejaron hemipléjico.
Pasaron los años y también vivencias dolorosas y traumáticas pero también de las otras, las inspiradoras, aquellas que lo fortalecieron y le demostraron que era capaz de adaptarse a lo que venía.
Su condición jamás le impidió bajar los brazos ni dejar de ver las cosas buenas de la vida, como su rol de padre y su vocación artística.
Es que, desde entonces y con una fortaleza asombrosa, Emmanuel, que vive en Rodeo de la Cruz, Guaymallén, fue escalando posiciones y ganándose un lugar de privilegio en el mundo musical.
Junto a su inseparable silla de ruedas, “Manu Heredia”, tal su nombre artístico, tiene un proyecto inmediato: viajar a China para someterse a un tratamiento de células madre.
El proceso llevó años de campañas tendientes a recaudar dinero. Cuando al fin lo logró, comenzó la pandemia. “Hoy está todo en regla: la visa, los pasajes y el tratamiento encaminado. Lo postergó el Covid-19 pero estoy a punto de concretarlo”, anticipa, con su sonrisa intacta.
Todas las mañanas y durante buena parte de la tarde, Manu permanece en la esquina de San Martín y General Paz deleitando al público con su música melódica, pop latino y algunos temas bailables.
Debido a la cuarentena, ser artista callejero se convirtió hoy en su “fuerte”, aunque previo a ella ya era toda una estrella en distintos eventos. Hasta tiene su propio club de fans en Mendoza.
Su vida estuvo signada por el trabajo. Fue padre joven y antes de la tragedia trabajaba en el sector de limpieza de un hipermercado y a la noche hacía delivery.
“Tenía que generar ingresos y siempre me las rebusqué”, grafica. En simultáneo, estudiaba comedia musical.
Manu fue el único que vivió en carne propia el asalto en la pizzería. Sus compañeros se hallaban en la parte trasera del local. “Cuando desperté en el hospital Central fue una confusión total. No podía moverme, tenía pañales, estaba atrapado en una cama”, relata.
Entonces inició un proceso largo y tedioso que requirió paciencia, templanza y mucho acompañamiento. “Me tuve que adaptar a una silla de ruedas y a que me higienizaran. Dependía de terceros”, recuerda.
Pero rápidamente decidió –porque fue una decisión, aclara- aprender a manejarse solo y lo logró incluso antes de lo que imaginaba. “Aprendí a cambiarme los catéteres, inicié una dieta estricta y me rehabilité de a poco, porque entendí que mi cuerpo y mi vida habían cambiado”.
Si bien los médicos le informaron que nada había por hacer, siguió indagando y así fue como llegó a sus oídos el tratamiento de células madre.
Con temor, pero con la decisión de siempre, Manu comenzó una campaña intensiva: recaudar dinero. La música fue el trampolín y, casi sin querer, empezó su carrera profesional grabando demos y difundiendo su voz a quien quisiera oírlo.
“Jamás pensé que mi historia iba a conmover tanto, no sólo en Argentina sino en otros países. Logramos reunir los fondos. Eso sí, trabajé muchísimo en la calle, en shows y también en las redes sociales”, enumeró.
Las puertas se le fueron abriendo pero nunca se quedó paralizado. Vivió historias de amor, siguió disfrutando de su hijo y grabó temas propios. “Un combo completo”, dice.
“Fue duro no poder caminar pero a veces pienso que sin aquella tragedia tal vez no hubiese llegado donde estoy. Mi objetivo es viajar a China y allí veré si me dan una nueva oportunidad”, señala Emmanuel.
Hoy es un convencido de que Dios tiene un propósito para todos y en sus manos, dice, dejó su destino.
“La silla de ruedas no me limita, al contrario, puedo con todo. Educo a mi hijo, trabajo todos los días y estoy repleto de proyectos”, asegura.
Que la cuarentena finalice pronto para poder expandir más su pasión musical es su mayor deseo. “Pero primero -insiste- mi meta es China y todo lo que a partir de allí pueda surgir para mejorar”.
Manu dice ser un agradecido a la vida. “Podría estar muerto”, ejemplifica. Y también valora la actitud de la gente, que siempre lo sorprende.
“Mi público es hasta los 90 años”, ríe y agrega que él también debió reinventarse, no darse jamás por vencido y levantarse todos los días convencido de que el futuro está por delante. Con todo lo que implica.