Cambio climático: el combate avanza por el lado fiscal

Preocupación mundial Los especialistas han asegurado que el límite al calentamiento global es llegar a la neutralidad de carbono en 2050 y esto fue definido en 2 grados en relación con la era preindustrial.

Cambio climático: el combate avanza por el lado fiscal
Distintas zonas de Europa, como Alemania y Bélgica, han sufrido tormentas que causaron muertes y devastación.

El desequilibrio ambiental acaecido a partir de la segunda mitad del siglo pasado ha incidido negativamente en nuestra vida y de manera muy visible generando muchos riesgos: por ejemplo, subida del nivel de los océanos, alteración de los climas, lluvias torrenciales, incendios forestales, sequías y desertización.

Todo lo cual da incertezas que afectan a la producción de alimentos, y a la calidad de vida en general.

Puede esperarse que muchos de estos riesgos terminarán transformándose en costos reales, tanto sea económicos, sociales o geopolíticos ya que producirán hambrunas, inundaciones de territorios costeros, migraciones y conflictos asociados a ellas además de destrucción de biodiversidad y pérdida de vidas humanas. Por todos estos conceptos es que hoy la humanidad está poniendo en peligro la calidad de vida actual y también de futuras generaciones sin que hasta ahora se vislumbre la posibilidad concreta de una solución global que pueda traducirse en hechos.

Los especialistas han asegurado que el límite al calentamiento global es llegar a la neutralidad de carbono en 2050 y esto fue definido en 2 grados en relación con la era preindustrial, mientras que otros estudios aseguran que, de seguir como estamos ahora, la temperatura superará largamente esa meta.

Ya el mundo ha lanzado muchas propuestas de mitigación desde la década de los ochenta hasta ahora y todas ellas concentran su enfoque en suprimir la quema de combustibles fósiles, principalmente para su uso en el transporte, las industrias y también la producción de energía eléctrica.

El éxito esperado de las acciones que se deberán tomar dependerá de los ajustes que hagamos a nuestros hábitos de vida, tales como, modificar los consumos de energía, diseñar y situar de modo diferente nuestras viviendas, modificar la forma de trasladar gente, reformar el modo de producir bienes, como adaptar nuestra dieta o, como gestionar la administración de suelos, aguas y bosques.

La mayoría de los políticos a nivel global piensan el problema del clima en términos de objetivos de costo/beneficio en donde el costo es inmediato y el beneficio a largo plazo. El egoísmo de ese pensamiento se fundamenta en que “En el largo plazo todos estaremos muertos” según la afirmación de John Maynard Keynes (economista británico, 1883-1946) en el contexto de la profunda crisis mundial de 1930 donde lo principal era reconstruir. Es claro que en el tema ambiental los beneficios no se verán de inmediato, pero si estaremos seguros de que la vida en el planeta continuará.

La solución probablemente más clara pasa por la transición a energías limpias, proceso que será muy gradual por el significado económico que supone. Mientras tanto existen algunas propuestas alternativas que pueden ir facilitando el camino, como por ejemplo, la aplicación de tasas o impuestos a la energía de origen fósil cuyo propósito sea penalizar a los que emiten GEI (gases de efecto invernadero) y con esos fondos apoyar a los que no contaminan. Algunos países europeos ya han aplicado medidas de este tipo, aunque esto no significa una solución integral para el planeta, debido a que la atmósfera no tiene fronteras.

En este campo una solución más eficiente sería la aplicación de una tasa o impuesto que fuera aceptada integralmente por el mundo, asunto que requerirá de mucha paciencia e intensa negociación, por lo cual debería incluirse en el programa nuevo acuerdo ecológico (actualmente en conversaciones).

Entonces, ¿cómo operaría la tasa al carbono? Según el profesor y Premio Nobel de Economía en 2014 Jean Tirole (“La economía del bien común”, Taurus 2017) cada país comienza por fijar qué volumen de GEI autoriza a enviar al espacio a sus unidades productoras con el objetivo de permitir emisiones respetando el crecimiento de 2 grados hasta el 2050. De ese modo el que emite más que esas cantidades, debe pagar por ello y el que emite menos tiene el derecho de recibir créditos por la diferencia entre lo que tenía autorizado y lo que emitió. Es obvio que para poder controlar estos números debe existir un organismo administrador estatal que es el que otorga los permisos llamados Derechos de Emisión Negociables, que pasarán a formar parte de los bienes transables en los mercados financieros.

Al final del año cada unidad económica presentará al estado sus permisos cumplidos en función de su actividad real y en caso de haber sobrepasado la cuota asignada deberá comprar en el mercado los permisos faltantes y lo mismo a la inversa, al que le sobren podrá también venderlos en el mercado cuyo precio de compra y de venta deberán ser iguales.

Sabemos que es difícil pero no imposible que esta tasa pueda ser aceptada de manera global como una herramienta importante de mitigación, ya que los grandes contaminadores no accederán fácilmente a estas demandas si no es a cambio de alguna compensación que les permita ir disminuyendo sus emprendimientos actuales y derivando sus inversiones a áreas sustentables.

Según Tirole aún tenemos una realidad adversa que es presentada por algunos países dentro del G 20 que continúan con planes de uso de fósiles para producir energía y que son los que siempre han sostenido posturas contrarias a cualquier transición a verde, aunque ahora comenzaran a sentir una mayor presión internacional para buscar una salida energética sustentable.

Entre estas, no habría que descartar acciones por parte de organismos de crédito como el FMI o el Banco Mundial que podrían colaborar con políticas de apoyo a países y corporaciones financiando proyectos sustentables con tasa subsidiada y a los contaminadores con tasas de mercado.

Para ejemplificar los riesgos que hemos descripto podemos dar un pantallazo al fatídico mes de julio pasado que puso en escena a nivel mundial una muestra esclarecedora de lo que la madre tierra nos pueda dar como respuesta a la recurrente agresión antrópica de la cual hemos estado hablando. La ola de calor mundial ha generado incendios masivos en los estados de California y Oregón en Estados Unidos y buena parte de Canadá, siempre con significativas pérdidas materiales y humanas. También el territorio ruso de Siberia ha sido afectado por incendios forestales arrasando cerca de un millón y medio de hectáreas muchas de ellas de permafrost con pérdidas importantes de biodiversidad. Distinto fenómeno acaeció en el oeste de Alemania y Bélgica, que han sufrido las más destructivas tormentas en años generando inundaciones con más de 170 muertos y muchos desaparecidos e inmensas pérdidas materiales. Y por último las graves inundaciones y tornados en China azotando a millones de personas y bienes. Todo esto ocurrido en el hemisferio norte que es el que más contamina.

*El autor es especialista en temas ambientales

**Producción y edición: Miguel Títiro

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