Calentamiento global: Qué podemos esperar de los océanos

La red Amigos de la Tierra (Friends of Earth) afirma que para 2050 habrá 100 millones de refugiados climáticos, la mayoría de ellos por causa del agua, ya sea por su falta, por contaminación o por conflictos territoriales derivados de ella.

Calentamiento global: Qué podemos esperar de los océanos
El crecimiento de los océanos. Las inundaciones en la capital de Indonesia son una imagen cada vez más frecuente.

Ya hemos hablado repetidas veces acerca de los efectos del calentamiento global y el consecuente cambio climático que viene ocurriendo desde la aparición de la revolución industrial, al final del siglo XVIII, y agravada en los últimos 60 años por la influencia antrópica debido al fenomenal crecimiento de la población y su lógica mayor demanda de energía y espacios.

Uno de los más importantes efectos es la continua pérdida global de masa glaciaria, que debilita el volumen de agua dulce que la vida de este planeta necesita para su existencia.

La importancia de este proceso degradatorio, al que los mendocinos conocemos bien aunque no tengamos aquí los volúmenes más importantes, es que irán derramando sus aguas hacia los mares a través de ríos y arroyos, convirtiendo el agua dulce en salada y disminuyendo así la posibilidad de asegurar la producción de alimentos.

El ascendente nivel de los mares ya en curso es producido por la pérdida de hielo de cuatro regiones principalmente, que son: la Antártida, Groenlandia, el Polo Norte y la cadena del Himalaya. En menor medida la cordillera de los Andes, los Alpes en Europa y la región de Alaska en América del Norte.

Este ascenso que se prevé, abarcará como dijimos dimensiones globales, determinará qué territorios se perderán, qué migraciones se producirán, qué conflictos acaecerán y, como consecuencia, cuáles serán las soluciones que la humanidad buscará.

Hay muchas publicaciones científicas que arriesgan estimaciones de cuál será el nivel de crecimiento de los océanos según el volumen de agua de deshielo recibida, pero en general se dice que para 2050, de mantenerse la tendencia actual, con un marco de población estimada de 9.000 millones de habitantes, el nivel podría llegar a unos 2 metros sobre los números actuales.

.Seguramente los primeros daños, que ahora se estiman, se producirán en islas y regiones costeras del mundo cuyas geografías serán alteradas. Según el periodista americano McKenzie Funk (2014 -Tres Estrelas SP/BR) tanto las Islas Maldivas en el Océano Indico, como las Tuvalu, Kiribati, Marshall, Seychelles, y Carteret en el Pacífico, o Las Bahamas en el Atlántico, son candidatas a la desaparición total o a sufrir importantes pérdidas de tierras por el avance de los océanos. Carteret fue caracterizada por ser la primera tierra insular en generar refugiados ambientales.

Algunas áreas continentales como ciudades costeras, muchas de ellas muy importantes, están en la misma situación que las insulares, como por ejemplo Manila, en Filipinas; Lagos, en Nigeria; Karachi, en Paquistán; Calcuta, en la India; Yakarta, en Indonesia. También otras más conocidas para nosotros como Río de Janeiro, Miami, o la isla de Manhattan en Nueva York.

Para los aficionados a Netflix, la serie “Bloodline” (Línea de sangre) muestra, en uno de sus últimos capítulos, cómo se relata que una importante propiedad en los Cayos de la Florida no se pudo vender porque la administración de ese Estado había previsto que en 10 años ese territorio estaría bajo el agua, proceso que ya las compañías de seguro, en el Estado de Florida, al menos, ya tienen tarifas diferenciales para pólizas de protección de propiedades inmuebles de acuerdo con el riesgo de su ubicación en relación a las costas.

Todas las tierras bajas serán afectadas por el derretimiento de los hielos mencionados que, en el caso de Groenlandia, ya ha perdido el 10% de su masa helada desde el final del siglo pasado. De hecho, el gigantesco glaciar Sermeq Kujalleq en el sudoeste de ese territorio, es el que más rápido se está derritiendo en todo el hemisferio norte dejando en la Bahía de Disko, frente a la Isla Baffin en Canadá, 35 trillones de litros anuales.

Para citar un caso más, los Alpes europeos ya han perdido la mitad de su volumen glaciario en el último siglo. Sólo 20% de eso en los últimos 30 años, y la lista de casos similares es casi incontable. Algunos muy relevantes incluso argentinos como el Upsala en la Patagonia, son mostrados de forma comparada con fotografías en el conocido libro de Al Gore “An inconvenient truth” (Rodale NY 2006).

Ante estos procesos que significan pérdida de agua y territorios, aparecen efectos secundarios significativos que pueden preocupar en el futuro a la comunidad mundial. Nos referimos a la generación de conflictos por movimientos migratorios causados por eventuales reducciones de territorios que podemos pensar que los habrá. El mejor ejemplo para tomar es el caso de Bangladesh, un país que tiene 161,4 millones de habitantes y un territorio de 147.000 km2, equivalente a la provincia de Mendoza. La cantidad y densidad de su población ya es un problema que hace a su calidad de vida y a esto podemos agregar su ubicación geográfica con vecinos muy poco amigables con los que no le será fácil negociar cuestiones migratorias. India, China y Myanmar tienen regímenes políticos, religiones y status sociales muy diferentes.

Una elevación de sólo un metro en el nivel del mar afectará 20% de su superficie en la parte sur del país y esto significa unos 25 millones de bengalíes que deberán desplazarse internamente. Al principio el problema sería la densidad que pasaría a ser de 1.095 a 1.370 habitantes por km2 con la consecuente pérdida de calidad de vida.

En el escenario descripto es posible pensar que cuando estos procesos pasen a ser más significativos, el inicio de conflictos será más probable.

Desde inicios del presente siglo ya se venían planteando estos problemas. En 2008, el físico y político español Javier Solana, entonces secretario general de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) afirmaba que “el cambio climático y sus consecuencias son un multiplicador de amenazas que exacerban las tendencias de tensiones e inestabilidades existentes” refiriéndose a su presunción de que a partir de la segunda década del presente siglo se irían a desarrollar más migraciones y conflictos.

En el mismo sentido se ha expresado la Universidad de Princeton en un estudio que prevé, para el último cuarto de siglo, 10% de éxodos en personas adultas, debido al efecto que el cambio climático causará en la agricultura y no sólo por crecimiento del nivel de los océanos.

La red internacional de amigos de la tierra, Friends of Earth, afirma que para 2050 habrá 100 millones de refugiados climáticos. Por su parte el IPCC habló de 150 millones y The Stern Review, 200 millones, la mayoría por causa de la falta de agua dulce o insuficiencia por contaminación o invasiones territoriales. La naturaleza, durante muchos años, nos ha venido sugiriendo que, ya que no podemos gerenciar el aire, por lo menos no lo contaminemos. En cambio en el caso del agua y los suelos, a los que sí podemos administrar, la instrucción ha sido la prudencia en su uso y la extracción racional en la medida de lo necesario. A pesar de eso, nos ha advertido en varias ocasiones que las desobediencias se pagan. Lo hemos visto en los últimos años, tanto sea huracanes, tormentas tropicales violentas, inundaciones, temperaturas extremas, etc.

Ahora, acabado el tiempo de sugerencias, la comunidad internacional deberá decidir entre hacer algo tanto de freno como de reparador o seguir contaminando el aire, para que aumente el calentamiento global, que causará el derretimiento de los glaciares, para convertir el agua dulce en salada, lo que provocará menos agua, para producir menos alimentos, para más población. En fin, para los que conozcan el cuento de la ranita, será fácil sacar conclusiones.

Edición y producción: Miguel Titiro

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