Se hacen llamar “Calaveras & Catrinas” y forman una banda tan llamativa como el nombre elegido para ella. Se trata de un grupo de amantes de las motos integrado en su mayoría por mujeres y que, aclaran, gustan de ser llamadas “moteras”, pero no “motoqueras”.
La diferencia, apunta María Ester Irrazabal (Marita), su principal impulsora, es que sus vehículos cumplen una doble función: por un lado, los utilizan para trasladarse y salir a trabajar; por otro, representan un modo de vivir experiencias únicas en las rutas aledañas.
El origen del grupo, que por ahora está formado por ocho miembros -siete damas y un hombre- tuvo lugar en la peluquería de Marita, situada en Guaymallén. Allí, algunas clientas que llegaban en moto solían ponderar la Motomel Custom 150 que estaba estacionada en la puerta.
Es que el esposo de Marita, Julio Gutiérrez -alias “Calavera”-, también atrapado por la misma pasión, empezaba por ese entonces a modificarla y a incorporarle el color rosa como distintivo. Así, no había quién no se detuviera a contemplarla.
Lo cierto es que fueron sumándose de distintas maneras. Algunas, incluso, a través de las redes. Y así fue que concretaron su primer paseo oficial en 2019. De a poco el grupo se fue afianzando y las experiencias comenzaron a ser cada vez más enriquecedoras. “Entre risas, nos bautizamos Calaveras & Catrinas, y hasta tenemos un logo que nos identifica. Estamos esperando que la Federación lo autorice”, señala la peluquera.
Marita, quien tiene cinco hijos -hasta ahora el único interesado en seguir sus pasos es el menor, Santino, de 10- compró la Motomel, que estaba muy deteriorada.
De a poco la fueron reparando y agregando un sello propio. “Siempre amé las motos, pero jamás había imaginado llegar a tanto”, recuerda. Insistió con el rosa del rodado y hasta se tiñó del mismo tono un mechón delantero de su pelo. Hoy, asegura, no hay quien no se dé vuelta a mirar el combo completo. “Tengo muchísimos fans”, asegura Marita.
Antes de la cuarentena, el grupo estuvo a pleno y comenzaba a “desplegar sus alas”. Porque ser motera es, precisamente, eso: “tener alas a través de las ruedas y una libertad difícil de describir”.
En caravana y con su bandera, viajaron a Tupungato, San Martín, Rivadavia y ahora planifican los destinos de San Juan y San Luis. En general, viajan los domingos. La cuarentena fue un problema. “Estábamos enloquecidas por salir y estaba prohibido. Recién ahora retomamos”, confiesa.
Marita todavía recuerda cuando pudo adquirir una 110 que usaba para trabajar y también para pasear. Le había colocado un asiento para su primer hijo, que era bebé, y los dos disfrutaban muchísimo de largos paseos.
Con casco, el chiquito viajaba feliz. “Pero, así y todo, ya de adulto, no eligió este estilo de vida”, se lamenta. “Ojo, entiendo que no es para cualquiera. La ruta te llama y sólo el que lo siente puede entenderlo”, describe, y agrega: “Definitivamente es una filosofía de vida”.
Calaveras & Catrinas está abierto a todos los que aman esta “filosofía”. “He tenido que lidiar con estereotipos, es cierto, porque vivimos en un mundo machista. Pero quiero aclarar que detrás del casco hay madres, abuelas, mujeres, amas de casa…”, se defiende.
A los 63 y “a fondo” en la ruta
Rita Cano tiene 63 y admite que encontró una forma de vida diferente. Posee una Key Rk 150 que está empezando a adaptar para viajes más extensos.
“La cuido como oro porque es mi medio de trabajo y agradezco haber ido a la peluquería, el punto de encuentro y donde conocí a las chicas”, recuerda. Insiste en que su vida cambió y que se siente “espectacular” desde que proyecta viajes y paseos.
“El grupo es excepcional, representa para mí mucho más que andar en moto porque lo integran grandes personas con quienes compartimos mucho. Pienso seguir hasta que el cuerpo aguante”, anticipa. “¿Qué siento a bordo de la moto? Una libertad difícil de describir con palabras”, señala.
Roxana Morales tiene una Gilera 150 y se ríe cuando cuenta que algunas veces la mandaron “a lavar los platos”. “Pero yo no hago caso, nunca me sentí discriminada ni maltratada”, cuenta, para agregar que su marido, sus hijos y nieto no son amantes de las motos, pero respetan esta pasión.
“Roxi” suele ir por la ruta desbordada de felicidad. “La levanto a 120 y hasta yo me sorprendo. Me siento libre, dueña de la ruta”, dice.
Hombres y mujeres interesados en participar de Calaveras & Catrinas pueden acercarse e integrar este grupo que trasciende Mendoza. Los teléfonos 2615060205 y 2616993239.