La ascendente inseguridad, sumada a los episodios de violencia de género, ha llevado a que cada vez más mujeres se inclinen por tomar clases de defensa personal. Incluso, cada vez son más los instructores y las instructoras de distintas artes marciales en Mendoza que adaptan sus cursos y talleres para la modalidad de defensa personal, con foco en las mujeres.
“Yo soy instructor de aikido y tengo estudios en jiu-jitsu y karate. Pero a las mujeres que toman estos cursos no se les tiene que enseñar a defenderse en artes marciales, que son situaciones que se dan en gimnasios o en dojos. Hay que prepararlas en defensa personal que sea útil”, destaca el experimentado instructor en artes marciales y defensa personal Fernando Cartofiel, quien hace 30 años se encarga de preparar a fuerzas de seguridad de todo el continente americano, y quien también se ha especializado en defensa personal femenina.
“La idea de tener una academia de defensa personal operativa tiene que ver, justamente, con centrarse en la técnica orientada a cada situación concreta. A mis alumnas las preparo para que puedan defenderse en situaciones cotidianas, como intentos de asalto, de secuestro, de abuso y también en situaciones de violencia de género”, se explaya el referente.
“Durante los ejercicios recreamos las principales situaciones de violencia que puede llegar a experimentar una mujer”, agrega.
Si bien no existe una estadística exacta y registrada sobre cuántas mujeres se inclinan por los cursos y seminarios de defensa personal en Mendoza, los distintos instructores e instructoras consultadas por Los Andes coinciden en que fue durante y después de la pandemia en que se intensificó la tendencia.
“Empecé hace menos de un mes y las clases de defensa personal realmente me han ayudado mucho. Todavía no puedo aplicar nada a una situación concreta, por suerte, pero me hubiese ayudado mucho saberlo las dos veces en que sufrí robos en la calle. Porque me pegaron un empujón, terminé en el suelo y me sentí extremadamente desprotegida e indefensa”, cuenta Marcela Gordillo, quien comenzó hace menos de cuatro semanas con los cursos.
“Más allá de lo físico, el primer gran cambio que uno hace al tomar estas clases es mental. Porque te das cuenta de que, sin necesidad de recurrir a la fuerza, sino a través de distintos movimientos, uno puede salirse de situaciones o escaparse de momentos en los que está en desventaja”, agrega a su turno Carolina Catania, quien también se inscribió en algunos talleres hace tres semanas.
DEFENSA PERSONAL, NO SUPERPODERES
Lo primero que se enseña en estas clases –independientemente del género- es que las películas son eso, simplemente películas. Y que los movimientos de destreza y en los que se logra reducir a un hombre armado con una llave u otra acción es parte de la ficción que siempre permite hacer realidad lo imposible.
“En las clases de taekwondo -que es un arte marcial de defensa- se hace siempre hincapié en que, de ser posible, hay que evitar el enfrentamiento. El espíritu está en salirse para prevenir un accidente. Ya en caso de que sea imposible huir, también enseñamos a tener las herramientas de defensa personal (agarres o tomas), pero siempre la idea principal es la de huir de la situación peligrosa y no arriesgarse”, sintetiza Victoria Sanguine, instructora y tercer dan de taekwondo. Además, confirma que en sus clases son más mujeres que hombres.
A su turno, Cartofiel destaca que lo más común es que nadie quiera interceder para evitar un robo, por más que lo vea y transcurra a pocos metros.
“Este individualismo, que es real, es lo que hace que cada persona tenga que valerse por sí mismas. Y las mujeres lo saben mejor que nadie”, agrega el instructor, quien acota que 7 de cada 10 mujeres que toman clases con él sufrieron alguna vez un episodio de robo, de violencia u otra situación traumática.
De acuerdo a la experiencia de Cartofiel, luego de que en los últimos años se hiciera un mayor foco en violencia de género, empezaron a tomar cada vez más protagonismo los cursos, talleres y seminarios entre mujeres (de todas las edades). No obstante, durante la pandemia de Covid-19 hubo un aumento marcado en la demanda.
“Crecieron mucho los casos de mujeres que fueron víctimas de violencia de género. Literalmente, eran mujeres que estaban ‘durmiendo con el enemigo’, estaban apresadas con su propio agresor”, ejemplifica.
Además, agrega que, ya pasado el momento más crítico de la pandemia, también hubo más mujeres que se animaron a denunciar y que pudieron ponerse firmes ante distintos episodios de violencia. Esto también se manifestó con un alza en la presencia femenina en los talleres de defensa personal.
“Enseñamos a defenderse de objetos corto punzantes, como pueden ser cuchillos o facas, y también enseñamos cómo actuar frente a asaltos o robos. También damos cursos sobre cómo utilizar elementos defensivos, como son el ejemplo gas pimienta; no solo para lanzarlo, sino para salir de la línea de ataque también. O a cómo usar bolsos, carteras, amarras y correas de las mochilas”, agrega.
EN PRIMERA PERSONA
Marcela Gordillo tiene 49 años y vive en Mendoza. Según sus propias palabras, comenzó a tomar clases de defensa personal con la intención de hacer algo que le permitiera ejercitar el cuerpo y la cabeza, pero también como una herramienta ante las situaciones de riesgo e inseguridad.
“Me siento mucho más segura, los ejercicios son con ejemplos tan cotidianos como estar en un parque tomando mate con una amiga y, de repente, se acerque alguien. Está bueno porque ya sabés cómo actuar. Es todo un cambio y, además de ejercitar cuerpo y mente, aprendés técnica de defensa que está buena”, agrega Marcela. Y aclara que no deja de recomendarlo entre sus amigas.
Carolina Catania, de San José (Guaymallén), tiene 43 años y también siente que tomar clases de defensa personal le ha cambiado la vida.
“Creo que es importantísimo el cambio mental que se hace, más allá de la técnica física. Como mujer y persona de estructura corporal chica, nunca creemos que nos vamos a poder enfrentar a alguien de contextura más grande, ya sea en episodios de inseguridad o violencia de género. Pero el saber que podés plantarte, no necesariamente a pegar sino también para poder evadirte, es un gran cambio”, resume.
TAMBIÉN ENTRE NIÑAS Y ADOLESCENTES
Muchas mujeres, y también hombres, saben que la niñez y adolescencia no son fáciles. Y los miembros de estos grupos son, en ocasiones, parte de los grupos más vulnerables. Por esto mismo es que, al igual que las mujeres, cada vez son más los niños, niñas y adolescentes quienes se muestran interesados por los cursos y talleres de artes marciales y de defensa personal.
“Tengo una hija de 11 años, y está en edad de empezar a prepararse en estas cosas. Por esto es que estoy averiguando para que empiece a tomar clases ella también. Es algo muy importante, ya que los padres no estamos todo el tiempo con nuestras hijas, y tienen que prepararse para las cosas a las que se van a tener que enfrentar, en especial siendo mujeres”, cuenta Carolina Catania.
Alejandra Pugliese es instructora de taekwondo, además de cuarto dan. También da clases de defensa personal, aunque se ha centrado justamente en chicos, chicas y adolescentes.
“Las clases que toman mis alumnos, que son casi todos adolescentes, lo hacen por una cuestión de seguridad. En las escuelas ha crecido mucho la violencia también, con el tema de bullying. Y muchos chicos y muchas chicas recurren para ver cómo pueden defenderse”, cuenta Alejandra, quien aclara que no son clases que simplemente se limiten a los golpes.
“Nosotros no solamente les enseñamos a tirar patadas y puños, sino también se trabaja mucho parte mental y espiritual, sobre todo en niños y adolescente. Les damos una herramienta para que se defiendan y que no siempre sea en base a golpes la defensa. Para que, desde otro lado, puedan aplacar la impactante violencia que se vive día a día”, destaca la instructora.
Pugliese tiene alumnos y alumnas que van desde los 6 años y hasta los 50 años. Según cuenta la instructora, muchos adolescentes van a sus clases para trabajar la parte psicológica, en la que no tienen que responder necesariamente y ante la violencia con más violencia.
“Son cada vez más los padres que envían a sus hijas, no tanto a clases de defensa personal, sino a que aprendan artes marciales. Lo bueno de practicarlas es que te dan seguridad y te dan nociones sobre cómo manejarte”, acota por su parte la instructora Victoria Sanguine.