El agua es fundamental para la supervivencia de los seres vivos. Ríos, arroyos, lagos, lagunas y humedales en general, son ambientes particularmente frágiles porque suelen recibir efluentes fabriles, agropecuarios y urbanos. En regiones áridas y semiáridas como Cuyo, el estudio de la calidad ambiental de los ecosistemas acuáticos es de singular interés debido a que el recurso hídrico escasea y el agua se utiliza mayoritariamente para consumo humano y producción agrícola en los oasis.
Científicos de todo el mundo investigan los invertebrados acuáticos como indicadores de calidad ambiental, y como proveedores de información complementaria de los datos físico-químicos del agua que se utilizan tradicionalmente para evaluar la salubridad de los ecosistemas acuáticos, como oxigenación, salinidad y otros. Los macro invertebrados acuáticos son animales pequeños, carentes de vértebras y observables a simple vista. De allí el término “macro”, que incluye, entre otros, insectos, caracoles, almejas, sanguijuelas, lombrices, cangrejos y otros crustáceos. Son abundantes en los cuerpos de agua, fáciles de recolectar, y con ciclos de vida que van desde semanas hasta meses o más de un año, es decir, poseen un tiempo de remplazo mayor que los microorganismos (bacterias, fitoplancton, zooplancton), que tienen ciclos de vida más cortos (horas o días). Por esto los macro invertebrados son considerados indicadores ambientales a largo plazo, a diferencia de los microorganismos y de las variables químicas que se consideran indicadores de calidad del agua a corto plazo. El tiempo de remplazo, es decir, la permanencia en el agua de un organismo, no sólo depende de su patrón de ciclo de vida sino también del rango de tolerancia de cada especie a los parámetros ambientales y de la variación de las condiciones en el ecosistema.
Los macro invertebrados acuáticos son, además, recicladores de nutrientes, fuente de alimento de vertebrados e intermediarios en el procesado de materia orgánica de origen vegetal y animal como algas, plantas acuáticas, hojas, restos de vegetación de las orillas, animales muertos y residuos orgánicos en general. Estos atributos biológicos resultan clave para la conservación, tanto de los cuerpos de agua lóticos o de aguas corrientes, como son ríos y arroyos, como de los lénticos o estancados como lagunas o charcas.
La alteración de características hidrológicas como el caudal o la permanencia del agua, y las variaciones de los parámetros físico-químicos del agua y de las condiciones biológicas de los sistemas acuáticos tales como temperatura y pH del agua, oxígeno disuelto, nutrientes, salinidad, turbidez, sustrato, velocidad de la corriente, fitoplancton, plantas acuáticas, entre otras, afectan sensiblemente a las comunidades acuáticas. Las especies integrantes de las mismas responden biológicamente a esas variaciones según los rangos de tolerancia propios de cada especie. Entonces, las variables ambientales determinan la presencia y distribución de los organismos. De allí que la identificación de las especies componentes de los ensambles de macro invertebrados y el análisis de las variaciones cuali/cuantitativas de los mismos junto con los parámetros ambientales, son ampliamente utilizados para evaluar la salubridad de ecosistemas acuáticos.
Una de las variables más utilizadas para caracterizar reservorios de agua dulce es la concentración de iones hidrógeno o pH, que indica acidez, alcalinidad o neutralidad. Casi todos los cuerpos de agua tienen pH entre 5 y 9 (7 se considera neutro), y muy pocas especies toleran pH inferior a 2 (elevada acidez), o superior a 10 (elevada alcalinidad), por lo que el pH es un factor limitante. Otro parámetro que modula las comunidades de macro invertebrados es la conductividad del agua, variable que expresa el grado de mineralización del agua. En la mayoría de los ríos, en general, la concentración de minerales suele aumentar desde las nacientes a la desembocadura y depende, entre otros factores, de los afluentes que reciba, de los suelos que atraviesa el cauce y del aporte de residuos químicos provenientes de distintas actividades humanas. En ambientes áridos los cuerpos de agua, sobre todo los más estancados, resultan altamente salinizados debido a la elevada evaporación y las escasas precipitaciones, por lo que suelen albergar especies altamente tolerantes a la conductividad, lo que disminuye la biodiversidad regional.
Otra variable es la temperatura del agua. El metabolismo, el crecimiento y la reproducción de los organismos están directamente relacionados a la temperatura. Existen especies que habitan exclusivamente localidades con temperaturas bajas, mientras que otras prefieren ambientes de aguas más templadas. Esto permite que algunas especies (insectos acuáticos), sean excelentes indicadores de cambio climático, tal como sucede con algunas chinches que se hallan en cuerpos de agua de mayor altura donde la temperatura del agua es más fría. Adicionalmente, algunos invertebrados acuáticos como los caracoles, bioacumulan y biomagnifican contaminantes persistentes en agua o sustrato sin afectar su supervivencia, lo que permite detectar esos contaminantes en sus tejidos y que funcionen como centinelas ambientales.
Los crecientes problemas de contaminación de ecosistemas acuáticos a nivel global han hecho necesario controlar su calidad ambiental de manera exhaustiva y sistemática. Un ejemplo incontrastable de ello son los denominados índices biológicos utilizados mundialmente para monitorear la salubridad de los recursos hídricos. Los índices son construidos mediante la cualificación (presencia) y la cuantificación (abundancia) de diversas especies de macro invertebrados a las que se les asignan valores numéricos conforme los rangos de tolerancia y sensibilidad ambientales de cada especie, o grupo de especies, conocidos por la ciencia.
(*) Nota hecha en coautoría con Érica E. Scheibler, investigadora adjunta Iadiza, CCT-Conicet Mendoza.
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