Beatriz Bragoni: “Los diarios son fundamentales en democracia para la formación de la opinión pública”

Entrevista. La prestigiosa historiadora mendocina reflexiona sobre la importancia de la prensa en nuestros tiempos y recorre el papel que jugó en el pasado.

Beatriz Bragoni: “Los diarios son fundamentales en democracia para la formación de la opinión pública”
Beatriz Bragoni, doctora en Historia, investigadora del Conicet e integrante de la Academia Nacional de la Historia Foto: Mariana Villa / Los Andes

Acudir a la historia para entender el presente puede ser un gesto de perspicacia. No sólo por aquello de aprender de los errores del pasado para evitar cometerlos de nuevo, sino porque cuando hay hechos, movimientos o revulsiones de las que somos contemporáneos, a veces revisar situaciones anteriores análogas nos puede ayudar a atravesar este presente con esa herramienta poderosa que representa entenderlo.

A quien le toca a veces jugar ese rol es a la mendocina Beatriz Bragoni. Se trata de una las historiadoras más prestigiosas de nuestro país: es doctora en Historia por la UBA, docente de la UNCuyo, investigadora del Conicet, autora de libros sobre San Martín o José Miguel Carrera y es miembro de la Academia Nacional de Historia.

Bragoni, desde mañana, comenzará a formar parte del equipo de columnistas de la sección opinión de diario Los Andes y el entusiasmo –junto con la sensación de desafíose siente en ella cuando habla. Pero la académica también sabe que esta función (que ya ha transitado a través de numerosas colaboraciones con nuestro diario) le permitirá ejercitar eso que, reconoce, le gusta tanto como estudiar el pasado: “ser una observadora del presente”.

En este sentido, Bragoni sabe, por ejemplo, que aportar reflexiones serias, meditadas y mediadas por todo su conocimiento, puede ser importante, porque siempre ha sido importante la prensa escrita en su rol para la construcción de la democracia.

–En naciones como la nuestra, la democracia (como sistema y también como ideología) tiene una enorme importancia, seguramente porque han sufrido embates de dictaduras disolventes y sanguinarias. Desde tu rol de historiadora que a la vez es consumidora de diarios y, también, autora de artículos en los mismos, ¿qué papel considerás que ha jugado la prensa para la democracia?

–La prensa está vinculada con un principio de los nuevos tiempos, que es la libertad de expresión y la formación de la opinión pública. Esto tuvo una gran transformación en el siglo XIX con los periódicos, que al principio circulaban en ambientes chicos, hasta que por diversos factores se democratizó y comenzaron a ser formadores de opinión. Influyó allí la alfabetización, que hizo que los diarios ya no fueran sólo órganos de apoyo u oposición de partidos o políticos, como habían surgido, sino que comenzó a ser un bien de consumo. Luego la tecnología amplía también los horizontes y todo hace que empiecen a surgir diarios que ya no estaban conectados a partidos políticos y que de hecho empezaron a publicar sobre muchos otros temas.

–Habría mucha historia para hacer, pero si damos el salto hacia la recuperación más reciente de la democracia, ¿qué podemos decir?

–En 1983, los principales diarios nacionales eran todavía grandes formadores de opinión, como lo habían sido con los gobiernos militares. Prensa y política tienen siempre una tensión muy fuerte, y es evidente que esa relación existe, no sólo por pauta o la ausencia de ella, sino porque los diarios son los mediadores entre el poder político y la sociedad civil, en definitiva, y el grado de autonomía que pueden llegar a tener es siempre relativo. Pero la democracia dio novedades en materia de prensa: hay que pensar en los 80, en el papel de diarios innovadores como Página/12, o la gran fuerza que cobró el periodismo de investigación. Hay que recordar que antes de eso la libertad de expresión había estado coartada, y cuando vuelve a su cauce, las nuevas generaciones y los consumos culturales llevan a estos cambios.

–No sería arriesgado decir que son fundamentales para el ejercicio democrático, entonces.

–La prensa es fundamental, sí, para la formación de la opinión pública para instaurar el debate público, para la amplificación y reflexión sobre la realidad social. Aunque hoy en día tenga algunos embates de competidores como las redes sociales.

–¿Qué desafío se le plantea a una historiadora como, en tu caso, le toca también hablar del presente?

–Ser una observadora del presente es muy importante. Las lecturas del presente dependen de las visiones, de los valores, de la formación y la experiencia que uno tiene. Y que, en mi caso, se vincula con el pasado, por “deformación profesional”: ver el presente y mirar en qué se conecta y en qué se diferencia con el pasado. Ese pasado sí tiene una especificidad, a diferencia del presente, pero como decía un historiador francés, el desafío está en que el tiempo es pasado es presente al mismo tiempo, porque sobrevive en el presente. Por eso yo, en mi caso, siempre estoy atenta a la crónica del día y de alguna manera trato de encontrar en la historia las claves de ese presente.

–Pero no pensar en la historia como en un oráculo…

–Para nada. Yo no soy partidaria de que la historia te sirva para predecir, porque no tiene esa capacidad. Los grandes acontecimientos históricos, como por ejemplo la caída del muro de Berlín, no fueron anticipados. Había crisis, problemas, pero el día que se produjo no se esperaba que tan rápido se disolviera la Unión Soviética, ni que se despedazara en un montón de estados. El conocimiento del pasado sólo permite tener claves o registros, sí, para entender el presente, y sobre todo distinguir un pasado irrepetible, porque justamente no se reproduce jamás de nuevo (sólo se reconstruye con relatos, huellas) de lo que está pasando en este momento.

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