Los ciudadanos de las diferentes ciudades israelíes están en alerta permanente, luego de los ataques perpetrados por el grupo terrorista Hamas el pasado sábado 7 de octubre. Entre ellos hay mendocinos que eligieron instalarse en aquel lejano país y hoy viven bajo el acecho y con temor.
“El sábado (7) por la mañana me desperté con un estallido en todo el territorio, desde la frontera del país que venía extendiéndose hacia el centro. Me sentí en medio de la película La purga”, cuenta a Los Andes Leo Jakubson, un mendocino que vive en Israel hace 10 años.
El joven se dedica al marketing y se encuentra en Netanya, una ciudad que está exactamente en el centro del país, a 25 minutos de Tel Aviv y a una hora de Haifa, una de las zonas más comprometidas. “La app del gobierno para estar alerta muestra todo el mapa en rojo y justo Netanya en el centro como única zona verde”, detalla algo aliviado.
“Estoy en medio de una guerra y es la primera vez que vivo una. No hay explicación para la mayoría de las cosas y hay una gran incertidumbre”, admite Jakubson.
David Rapaport vive hace dos años en el Norte de Israel. “Cuando sonó la alarma fue una cosa terrible, el mundo vio lo que Israel dice hace años: ellos no quieren la paz, quieren matar directamente”, sentencia sobre el inicio de los ataques de la semana pasada.
Y describe que los bombardeos son parte de la nueva rutina diaria. “Tiran misiles todo el tiempo, pero afortunadamente Israel tiene domos de hierro llamados iron dome, que recibieron de cinco a seis mil misiles el pasado sábado”, relata.
Buscar refugio en un búnker es otro hábito por estos días en la convulsionada Israel. Allí los edificios tiene los llamados “mamad”. “Parecen una habitación del pánico, deben tener un grosor de 50 centímetros de ancho, las paredes entre cemento y cemento tienen un bloque de acero fundido. Yo vivo en un quinto piso y tengo que bajar al piso cero en un minuto y medio”, comenta Jakubson.
“La situación es crítica en el sentido de que el alma y el espíritu de la gente están destrozados. Lo que se ve es increíblemente triste. El ataque fue al mejor estilo medieval. Matan, violan y asesinan niños y mujeres sin importarles nada”, agrega el mendocino.
“Israel es un país muy tranquilo. Mi hijo de 7 años se iba solo al parque muchas veces. Acá sos libre, el sueldo mínimo es de 2.000 dólares, el nivel de vida es alto, el sistema de salud es muy bueno y la seguridad es de primera. Podés ser quien quieras y creer lo que quieras”, apunta Rapaport sobre el estilo de vida en Israel al que se ha acostumbrado y no quiere dejar. “Me llaman muchos y me dicen: ‘Volvete a Argentina’, pero yo estoy bien acá”, asegura, pese al temor y al estado de alerta permanente.
Jakubson tampoco quiere abandonar la tierra que eligió como su hogar. “Mi familia ha hecho todo lo posible para que me vuelva. Están preocupados, pero no quiero irme. He llegado a tener un lazo con este país. Llegué con objetivos profesionales e Israel me permitió cumplir muchos de ellos. No odio a mi país, amaría vivir en Argentina, pero la vida me llevó a estas circunstancias”, apunta.
En la posición opuesta, Víctor Espindola, mendocino que vive en Israel hace 14 años, comenta: “La gente se está preparando para una guerra que no se sabe cuánto va a durar. Nosotros estamos viendo de salir de aquí. La idea es ir a Argentina si se puede, si no a Europa”.
Victor vive con su familia en Kfar Saba, a 15 kilómetros de la capital israelí. Allí también hay una gran comunidad latina. Junto a su mujer, que es israelí y maestra jardinera, crían a sus cuatro hijos, por lo que están preocupados. “Estamos dentro de todo tranquilos. Muchos han evacuado para venir acá. Pero muchos están comprando víveres y generadores de electricidad”, concluye.