La principal conclusión de un informe nacional es que las expectativas de los jóvenes de estudiar en el nivel superior confrontan con la realidad. Es que la brecha entre quienes quieren hacerlo y quienes lo logran es amplia: son menos de la mitad.
Pero por otra parte, las posibilidades de concreción por parte de quienes tienen un nivel socioeconómico más alto son mayores, incluso de lograr el que sea su proyecto.
En un contexto en el que se demanda cada vez mayor grado de formación, incluso la secundaria suele ser insuficiente para garantizar empleabilidad en puestos de calidad. En ese marco, otro dato que expresa el informe es particularmente duro en términos de condicionar vidas: 26% de los jóvenes argentinos no terminó la escuela. A ello adjunta la prueba: solo el 2% de este grupo accede a un empleo de calidad.
Son datos del informe “Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina”. Fue elaborado por el Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Mario Oporto (Universidad Nacional de Luján), Flavia Ferrari Inchauspe y Eugenia Orlicki (Observatorio de Argentinos por la Educación). Tomó en cuenta al segmento de jóvenes de entre 19 y 25 años años en el país e indagó en sus expectativas y las trayectorias educativas y laborales tras finalizar la escuela secundaria. Para hacerlo, se nutrió de los cuestionarios complementarios de las pruebas Aprender 2022 y los datos de la Encuesta Permanente de Hogares de 2023. En ese cuestionario se consulta sobre sus proyectos cuando están en quinto año del secundario.
El 85% de los estudiantes afirmaba que su intención era seguir estudiando y el 65% que quería trabajar luego de terminar la escuela. Sin embargo, al tomar el segmento de jóvenes de 19 a 25 años, solo 4 de cada 10 (38%) estudian y 4 de cada 10 (38%) trabajan. Muchas intenciones quedaron en el camino.
Lo que observaron los investigadores es que los jóvenes que se encuentran en el último año de secundaria expresan altas expectativas de continuar sus estudios. De acuerdo a la información analizada, 33% del total de los alumnos del último año de secundaria planea solo estudiar, 52% estudiar y trabajar, 12% solo trabajar y 3% tiene otros proyectos.
Tomás tiene 20 años y no se sintió tentado por la propuesta en nivel superior. “Cuando estaba terminando el secundario investigué entre varias carreras para ver si había algo en lo que me gustaría instruirme al ver que todos mis compañeros estaban empezando a adentrarse en eso -relató- pero me di cuenta de que no sentía que una universidad fuera un sistema que me gustara en cuanto a estudio. Por eso hice algunos cursos en vez de estudiar una carrera, que obviamente no es lo mismo, pero siento que es lo que realmente quiero. Tal vez en algún momento pueda llegar a estudiar, porque creo que nunca es tarde, pero por ahora no es algo que me interese”.
Ese es uno de los factores que pueden suponerse que inciden en la falta de continuidad. También se observa la necesidad de salir a trabajar para tener ingresos, los costos de una carrera o no valorar la educación como forma de movilidad social.
Caminos alternativos
Para Guadalupe García Valls, propietaria de Bonder, una consultora en recursos humanos local, al quedarse solo con el título secundario se pierden muchas posibilidades de empleabilidad. Obviamente, mucho más si no se cuenta con ese título, lo que implicaría el acceso a trabajos peor pagos de menor calidad. En el caso de Mendoza, puede ser en trabajo rural o empresas de manufacturas, pero dijo que en general el secundario es algo que se pide.
“En cuanto a la oportunidad que se pierde, yo creo que es realmente muy grande al no tener una formación adicional a la escuela, porque, obviamente, los requisitos del lado de las empresas son cada vez mayores”, explicó. “Hoy la competencia, o lo que se llama la empleabilidad, es mucho más picante, por decirlo de alguna manera”, señaló. “Lo que ha cambiado hoy es que las empresas no te exigen tanto el título universitario en sí, pero sí, certificaciones o cursos más cortos, que se pueden tomar incluso de manera autodidacta, con una estructura mucho más flexible”, agregó.
Dijo que también se valora un tipo de conocimiento “un poco más horizontalista y no tan verticalista”, se valora un poco más la experiencia tangencial de distintas áreas, un conocimiento amplio, que incluso puede estar dado por la propia experiencia. El asunto es que en jóvenes la experiencia laboral es escasa o nula.
Gustavo Gándara, Director Ejecutivo de la Fundación UOCRA, asegura: “De acuerdo a nuestras propias encuestas se observa la coexistencia de un incremento de la terminalidad educativa pero con serios problemas de empleo como desocupación abierta y oculta, no registro asalariado, informales independientes, subocupación, y empleo asalariado registrado por debajo de la línea de pobreza. Por otro lado, detectamos que existe una alta valoración de los cursos de Formación Profesional. Esto se debe en gran parte a que el enfoque en oficios sectoriales (instalaciones eléctricas, albañilería, soldadura) generan posibilidades de mejora en su inserción laboral, ya que brindan herramientas de conexión con el mundo de trabajo que muchas veces no encuentran en los estudios tradicionales”.
El bolsillo
Otro aspecto que queda en evidencia cada vez que se habla de desempeño académico y oportunidades en niños y jóvenes es cuánto están determinados por las condiciones socioeconómicas de sus hogares. En ese análisis volvió a expresarse y por eso los investigadores subrayan tajantes: “Las oportunidades educativas y laborales se ven marcadas por los recursos económicos”.
En ese sentido detallan que entre los jóvenes del decil más alto, son más los que logran concretar sus expectativas. En ese segmento 51% se dedica a estudiar, de ellos 27% solo estudia y 24% también trabaja. Desde otra perspectiva, 68% trabaja: 41% solo trabaja y 27% trabaja y estudia en el nivel superior.
La realidad es bien diferente en los sectores de más bajos ingresos. Allí, el porcentaje de quienes siguen estudiando disminuye a 21%, menos de la mitad del grupo anterior. Entre esos jóvenes, 19% solo estudia y 2% también trabaja, mientras que un 12% solo trabaja.
Lo que se observa es que el contexto socioeconómico condiciona las trayectorias y cada vez son más los jóvenes que deben buscar un empleo para apoyar el sostén de sus familias o para solventar sus estudios.
Un relevamiento realizado por Unicef en 2022, el mismo año que tomó esta investigación, concluyó que 1 de cada 4 adolescentes trabajaba asociado al ingreso insuficiente de sus hogares. Ante esto, los profesores de secundaria y directivos señalan que por esta causa muchos estudiantes comienzan a incrementar su nivel de ausentismo, bajan el nivel de cumplimiento porque están cansados o sobreexigidos y una proporción termina por abandonar.
Sucede que solventar estudios es sin dudas un costo económico que para muchas familias y estudiantes se ha vuelto un gran desafío, incluso cuando se trata de una universidad pública. Al inicio de este ciclo lectivo, la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) había recibido 32% más de solicitudes para becas que el año anterior. En 2023, habían recibido 2.657 postulaciones mientras que al inicio de este año habían sido 3.504.
En ese marco, hay que considerar mayor implementación de pasantías y prácticas laborales remuneradas, sugirió Soledad Giardili, profesora e investigadora de la Universidad de Edimburgo.
Sin secundaria
Pero hay otra cuestión determinante: entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 3 de cada 4 (74%) terminaron la escuela secundaria. A la inversa, si se toman 4 chicos de esa edad, 1 no ha concluido sus estudios obligatorios indispensables.
El abordaje expresa que en esa franja etaria, hay un 25% de jóvenes que se dedica solo a estudiar, un 13% que trabaja y estudia, un 25% que solo trabaja y un 12% que no trabaja ni estudia. Esto implica que solo 4 de cada 10 jóvenes (38%) de 19 a 25 años continúan sus estudios tras finalizar la escuela secundaria, concluye.
El escenario socioeconómico antes señalado es una variable que puede impactar en la no terminalidad.
En Mendoza, entre el ciclo lectivo anterior y este 643 chicos abandonaron sus estudios en escuelas secundarias orientadas públicas, que reúnen a la mitad de la matrícula total del nivel. Pero Mendoza ha implementado estrategias a partir de las cuales ha salido ha destacar los resultados: hubo una reducción de alrededor de 40% en la cantidad de chicos que abandonaron. El año pasado habían sido cerca de mil.
El asunto son las consecuencias. “La probabilidad de que los jóvenes accedan a trabajos de calidad es considerablemente mayor entre quienes terminaron el nivel secundario y en los deciles más altos”, afirma el Observatorio.
Y agrega que 13% de los jóvenes de entre 19 y 25 años que terminaron la secundaria tiene un empleo de calidad (entendido como un trabajo de más de 30 horas semanales y con descuento jubilatorio), entre quienes no, solo 2%. No puede soslayarse que, como plus, los jóvenes son el segmento al cual más le cuesta insertarse laboralmente.