Anteriormente nos hemos referido a nuestra labor de investigación de las denominadas “casuchas” o “casas” del Rey en la alta cordillera del noroeste de Mendoza, sitas en el camino de comunicación con Chile (de los indígenas prehistóricos, Qhapaq Ñan de los incas, colonial hispánico, ruta nacional N° 7 en la actualidad).
Entre otras, publicamos notas en Los Andes (“Ciencia”, 2 y 9 de febrero de 2019), sobre nuestros estudios de documentación histórica de los siglos XVIII/XIX, de los datos de cronistas coloniales y viajeros de época independiente, y nuestras investigaciones arqueológicas sobre las casuchas.
Ambrosio Higgins (O´Higgins) y los gobernantes de la segunda mitad del siglo XVIII trataron de asegurar las comunicaciones por el Paso de Uspallata; precarias especialmente por las grandes nevadas en cordillera, que cada año las interrumpían durante meses.
Era difícil salvar el impedimento, particularmente en los últimos tramos de la subida hacia la Cumbre y los primeros del descenso por la vertiente occidental; al igual que para toda época del año era necesario mejorar el camino de montaña para el tránsito pedestre y de cabalgaduras.
La alternativa para esos meses de nieve en cordillera fue atenuar la dificultad dotando particularmente al servicio de correos -y a quien lo necesitara- de un sistema de refugios, de protección.
Ubicadas relativamente próximas unas de otras, las casuchas permitirían abrigo y pernocte, con leña y alimentos a disposición, en un cruce cuyo trayecto de mayor altitud se haría a pie.
Los refugios son obra de Ambrosio Higgins, quien dirigió en campo al menos la construcción de los primeros seis, en un trayecto que había realizado varias veces y que una vez -invierno de 1763-, puso en peligro su vida y la de sus acompañantes.
Higgins tuvo importante trayectoria institucional en el Reino de Chile y Virreinato del Perú.
En 1766 están construidos y operables tres de los refugios -el argentino de las Cuevas entre ellos-, que aseguran el paso periódico de los correos, principalmente en invierno.
En 1772 ya son seis y la documentación registra que para 1774 son ocho, cuya ubicación se halla en el “Plano de la Gran Cordillera de Chile” (1791), que asimismo refleja la traza del camino Mendoza-Santiago de Chile.
El “Plano” suma, a referencias geográficas, las casuchas de las Vacas, de los Puquios (paso de Uspallata), del Paramillo de las Cuevas, de las Cuevas, en la vertiente oriental; seguidas por la de la Cumbre y las de la Calavera, del Juncalillo, de los Ojos de Agua, hacia la vertiente occidental, hasta alcanzar el Real Resguardo en los Hornillos.
En Mendoza se mantienen, en distinto grado de preservación y estado de conservación, la de las Vacas (mal llamada de los Puquios), la del Paramillo de las Cuevas y de las Cuevas, que integran el patrimonio cultural provincial y están incluidas en el nacional.
La declaración de Monumento histórico (Decreto Nacional 1299/1973) erra al considerar la casucha de las Vacas, en pie, como de los Puquios, reducida a escombros según comprobamos.
Numerosos relatos de viajeros del siglo XIX describen el derrotero y la infraestructura con la que podía contarse en el viaje de Santiago a Mendoza y viceversa.
Ejemplos de aportes de datos, entre muchos otros, son los de Miers, Rugendas, Darwin y Sarmiento.
De la extensa obra de Juan Mauricio Rugendas mencionamos sus dibujos y óleos de las casuchas de Los Puquios, él la llama de los Pugios, la del Paramillo de las Cuevas y la de las Vacas.
Estas últimas en pie y la otra, hasta nuestros trabajos, sin un registro científico exacto de su ubicación y restos.
Nuestras campañas arqueológicas de 2020 y 2021 comprobaron la ubicación de la casucha de Los Puquios, con sus restos in situ.
No sería novedad su ubicación relacionada con el paraje homónimo, siéndola el hecho de develar sus restos y sitio preciso en la cordillera mendocina.
La casucha estaba prevista en el proyecto inicial de Higgins para situarla junto al río Horcones. Probablemente la opinión de los correos y prácticos de la cordillera, más condiciones de terreno, llevarían a que se instalara en Los Puquios.
El lugar no estuvo exento de notables acumulaciones de nieve. En 1827 sirvió de refugio a doce personas, que permanecieron allí protegidos durante doce días, sobreviviendo once, comiendo los restos de una mula que hallaron en el sitio.
Un promontorio del sector, entre la ruta 7 actual y el río de las Cuevas, al este del arroyo Los Puquios reúne condiciones para comparar con la representación de la casucha por Rugendas.
Un montículo de piedras en su cúspide recuerda a una antigua residente -Felisa de Pizarro- de la familia de Raúl Flores, solícito responsable del puesto del lugar.
Este lugar es el de la casucha, cuya construcción a nuestro juicio fue una de las tres completadas en 1772 y por su fisonomía en el óleo de Rugendas y la evidencia actual de Paramillos de las Cuevas y Punta de Vacas, compartía el mismo modelo.
Higgins escribió en 1790 que de todas las casuchas que necesitaban reparaciones la de Los Puquios tenía rajadura en su frente, la que le pareció menor.
Aún no contamos con suficiente documentación y precisión sobre los avatares de la construcción hasta quedar reducida a escombros.
Podemos estimar que a los deterioros primeros debió seguirles un fenómeno mayor que la abatiría y sus restos más visibles, principalmente ladrillos de buena factura, con el tiempo y en parte pasarían a utilizarse en otras construcciones.
Nuestros trabajos arqueológicos muestran la reducción de ladrillos a fragmentos, mezclados con trozos de argamasa, más próximos a una demolición sistemática que al producto de un avatar ambiental y de posibles defectos de construcción que pudieron estar en el inicio del derrumbe.
Hallamos ladrillos enteros en los sedimentos, característicos de estas casuchas, al igual que piedras de sus cimientos: en un caso ladrillo con marca de cruz y piedras unidas con argamasa.
Entre otras evidencias de materiales de época, hallamos restos de un solado de argamasa sobre un soporte de piedras trabajadas.
Pudo ser un piso y podría ser asimilado como el propio de la casucha.
Los trabajos comprueban los restos de la Casa del Rey in situ.
Su rescate deja a la vista y resguarda parte de su planta, mientras los ladrillos sueltos, enteros, podrían utilizarse en restauraciones de las otras casuchas, como la de Punta de Vacas.
*El autor es del Inchusa-Conicet. UNLaR Proyecto SIIP-UNCuyo.
Producción y edición: Miguel Títiro