Ariel Quintana: “Las mendocinas son las mujeres más sexies de la Argentina”

Sinónimo de la alta costura de Mendoza, ha logrado trascender las fronteras porque es un “incansable”. Agradecido con las mendocinas, tuvo su proyecto social. Cuenta que hace dos años volvió a nacer y que ahora busca reanudar la meditación.

Ariel Quintana: “Las mendocinas son las mujeres más sexies de la Argentina”
Ariel Quintana, sinónimo de la alta costura. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Ahondar en su vida y sus pensamientos es difícil sin hablar de moda. Es que Ariel Quintana es uno de los nombres propios de la alta costura de Mendoza, aunque sus diseños han trascendido las fronteras de la provincia y del país. Obsesivo del trabajo y de los detalles, medido en sus palabras, apasionado por lo que hace, tiene la autoridad para decir que las mendocinas son las mujeres “más sexies” de la Argentina. “Les gusta lucir su cuerpo. Son sumamente sensuales”, ratifica agradecido porque son ellas quienes lo ayudaron -y ayudan- a crecer y a perfeccionarse cada día más.

Este hombre -que desde muy chico explotó su lado creativo y de producción manual para ser independiente económicamente de sus padres y que en la juventud se veía como cirujano plástico- nunca planificó ser diseñador de modas y mucho menos lo que vendría después. “El primer vestido que diseñé se vendió inmediatamente”, cuenta y, aunque lo recuerda perfectamente, confiesa que no guardó el boceto porque jamás imaginó que iba a ser lo que representa hoy Ariel Quintana.

Escuchar es una de sus virtudes y su fuente de inspiración para conectar, analizar y asesorar “con un abanico de opciones” a las mujeres que llegan a su atelier en la Avenida Emilio Civit, muchas indecisas que tal vez “saben lo que no quieren, pero pocas saben lo que quieren”. “Con mi papá aprendí a escuchar. No hacía lo que me decía; hacía como que no lo escuchaba. Me arrepiento de no haber escuchado más, aunque creo que fui un buen hijo”, admite tras contar que cuidó a su mamá hasta el final y que se hizo muy amigo de su papá.

Y si bien reparte sus horas entre la moda, su proyecto vitivinícola y la construcción, se da tiempo para disfrutar cada momento y desvelarse en su cama junto a sus hijos -Ignacio y Sol- y su perro Lorenzo para programar algún viaje. En sus tiempos libres se relaja pintando cuadros abstractos; por ahora ha hecho para los amigos, pero promete armar alguna exposición cuando su producción crezca.

Ariel Quintana aprovecha su tiempo para pintar arte abstracto como una forma de relax.
Ariel Quintana aprovecha su tiempo para pintar arte abstracto como una forma de relax.

Creo que la vida me llevó a dedicarme a esto o lo habré buscado inconscientemente, pero nunca lo planifiqué. Sí busqué invertir y meterme en el proyecto de la construcción con mi hijo Ignacio. Y también busqué el tema del vino. Siempre me aparecen cosas buenas en el camino”, reflexiona y acota que el vino, que también ha llegado a Miami, lo hicieron en honor a Lorenzo y parte de lo que se recauda con las ventas se destina al cuidado de animales.

Poder expandirse fuera de la Argentina con mucho éxito, lo hacen sentir “muy realizado”. Quintana es “un incansable” a la hora de superar metas. “El trabajo me da placer y me da alegría. Me hace estar activo; no parar me parece súper interesante”, expresa a la vez que señala de forma tajante que no le gusta la quietud. “Me hace sentir que estoy involucionando -acota-. En cambio, el hecho de estar logrando cosas me hace sentir que estoy permanentemente en estado de evolución.”

El primer desfile

Ariel reconoce que en la escuela secundaria pasó los años más divertidos de su vida, que era “un bando” y que lo echaron de varias instituciones hasta que recaló en la escuela técnica Josefa Capdevila (con quienes tiene como deuda pendiente ir a dar una charla que le pidieron hace tiempo), de San Martín, donde residían parte de los Quintana.

Por entonces, él ya vendía ropa y una de las profesoras que era rectora en otro colegio del departamento del Este le pidió que hicieran un desfile en ese establecimiento. Este negocio no fue el primero de Ariel. Cuando aún estaba en los últimos años de la primaria le sacó provecho a las clases de manualidades y se dedicó a la producción de maceteros, primero, y bolsos, después, que hacía por encargo y despachaba incluso hasta Córdoba.

Tenía alma de comerciante. Me gustaba ser independiente con el dinero para mis cosas”, aclara el menor de tres hijos de una pareja que tenía viñas, cultivaba y vendía. “Mi hermano Luis César se dedica al vino y a la ropa. Y a mi hermana Adriana también le gusta la moda; era mi modelo; en una época vendimos ropa juntos y me ayudó en algún desfile”, detalla.

Cuando organizaba aquella primera pasarela en San Martín, notó que no tenía nada especial para cerrar la presentación. Plasmó en un boceto un vestido negro que tenía un bordado en los hombros, un buche adelante y un buche atrás con una espalda muy descubierta. Se lo llevó a la modista Beba Prividera para que lo cosiera. Y al finalizar el desfile, su amiga Stella Maris Salinero lo compró. “Ella me impulsó en el tema de la moda y empezamos a vender ropa juntos”, aclara.

Tras ese puntapié inicial exitoso, con sus “veinte y pico” años de edad se dio cuenta de que él podía hacer lo que le pedían en vez de vender lo que compraba. Cuando hizo el click y supo que el diseño de prendas iba en serio y que se quería dedicar a esto, empezó a profesionalizarse. Viajó varias veces a Nueva York para pulirse y meterse más en el tema. “Aprendí a diseñar, técnicas y moldería.”

A ese perfeccionamiento en el exterior se sumaron las clases con René en Mendoza. “Ella me enseñó mucho sobre alta costura, me volvió muy obsesivo, fue una guía importante para mí”, la rememora con cariño aunque admite que perdió el contacto con ella y que no sabe qué será de su vida.

El secreto de su éxito

Cuando arrancó a confeccionar alta costura, hace poco más de 30 años, desembarcó en un local calle Adolfo Calle de Dorrego. “Apenas llegué -dice- no tenía un mango partido por la mitad.”

El boca en boca ya había empezado a correr y su paso por la televisión, en el programa “Habitar” (que canal 7 de Mendoza emitía los sábados al mediodía), fue determinante para ampliar su horizonte de clientela.

Para Quintana, su diferencial tiene que ver con aquella profesión que no desarrolló. “Era y soy muy obsesivo con moldear el cuerpo. Desde el principio le cambiaba el cuerpo a las mujeres y por eso me empecé a hacer conocido. Estaba en mí la parte de la cirugía plástica y trasladaba eso de forma inconsciente a mi laburo”, apunta convencido de que si “te ponés un vestido mío lo que logro y he logrado es que el vestido ayude a formar la línea de tu cuerpo”.

Así, saltó al barrio Bombal. Luego a la Arístides Villanueva y más tarde al atelier de Emilio Civit a metros de Belgrano.

Entre medio he realizado desfiles en Chile, Colombia, Uruguay, Los Ángeles, Miami”, menciona y trae la anécdota sobre cómo inició su relación con las clientas chilenas: “Una noche estaba cerrando el local del barrio Bombal y se me presentaron dos ursos grandotes con una mujer, que estaban de vacaciones, y me preguntaron por un restaurante. Los mandé a Praga, pero la mujer quiso entrar y se compró todo lo que vio”.

Se trataba del embajador de Alemania en Chile y su esposa, que pasaron al día siguiente para retirar parte de lo comprado. “Me dijo ‘lo otro me lo llevás vos y te voy a organizar una fiesta para que conozcas a la sociedad santiaguina’. Y así fue. Empecé con los desfiles allá y me puse el negocio.” Si bien ganó “un montón de clientas”, algunas que actualmente vienen a Mendoza, dejó aquel punto de venta. “Me volví loco. Me llevó como tres años recuperarme”, reconoce.

Sexto sentido, entre psicólogo y cirujano plástico

Convencido de que la mayoría de las mujeres está disconforme con su cuerpo y que muchas se ponen en blanco cuando necesitan un diseño para una ocasión específica, Ariel Quintana dice que tiene un sexto sentido y que es asombrosa la cantidad de mujeres que no han descubierto su cuerpo.

Veo las personalidades cuando vienen y se sientan. Cómo vienen pintadas, vestidas, cómo se producen para venir a una charla -enumera en un tono que intimida y genera curiosidad sobre lo que piensa mientras habla, ‘¿me estás analizando?’ le pregunto, se admite descubierto pero sigue- Me doy cuenta cómo es el carácter, la impronta. Cuando me van contando, sin querer las voy analizando, voy viendo su personalidad. Tengo como un sexto sentido. No me preguntes cómo. Me doy cuenta si son tímidas o extrovertidas. Si pueden llevar un color fuerte. Si hay que taparlas o descubrirlas más… No te vendo un vestido o te hago un diseño. A mí me importa lograr una imagen para ese día. Mi primer objetivo es resaltar lo mejor de vos y que te luzcas. Y después voy atrás con mi nombre.”

Y concluye que sus clientas se encuentran con una persona que no sólo les presenta un abanico de vestidos, sino que hace de psicólogo y cirujano plástico a través de la moda.

Onda expansiva del agradecimiento

Este hombre que disfruta de viajar y conocer culturas que después traslada a sus creaciones, nunca pensó en abandonar la provincia. “Siempre Mendoza me dio muchísimo. Es como una obligación que tengo de perfeccionarme para brindar a las mendocinas lo que más se está usando en el mundo. Todos los días aprendo algo nuevo.”

Esa necesidad de agradecer lo llevó a compartir sus conocimientos con las internas de El Borbollón, en 2016, a través del programa de capacitación “El arte del buen vestir”. Ya venía pensando Ariel en brindar un servicio de esas características y un día por casualidades o causalidades de la vida, se puso a charlar con Eugenia que había ido a ver las creaciones urbanas. Ella resultó ser parte de la dirección de Promoción del Liberado y fue el nexo para que Quintana pudiera enseñar a diseñar en uno de los pabellones.

Quintana cuenta que quería ser cirujano plástico y que busca a través de sus diseños moldear el cuerpo de sus clientas. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Quintana cuenta que quería ser cirujano plástico y que busca a través de sus diseños moldear el cuerpo de sus clientas. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

El programa terminó con un desfile entre la Navidad y el Año Nuevo, en el que lucieron las prendas realizadas por ellas mismas. “Fue fantástico. Muchas me dijeron que habían descubierto una profesión conmigo. Fue tal el agradecimiento que recibí de ellas que esa noche no pude dormir”, recuerda profundamente emocionado.

Lo hice con total entrega de todo lo que sabía. No lo hubiera hecho con una persona que me venía a pagar”, cuenta y agrega que donar las capas para las representantes vendimiales también ha sido parte de la gratitud que tiene con Mendoza.

Volver a nacer

En febrero cumplí dos años de volver a nacer”, confiesa. El estrés, el fanatismo por el trabajo, la obsesión por las entregas a tiempo desencadenaron una operación en la que le realizaron 4 by pass. “Antes no me permitía irme”, admite.

Ahora, si bien sus mañanas arrancan temprano, empieza el día con entrenamiento en ayunas en su casa, después hace 15 minutos de cardio y, si puede, tres o cuatro veces por semana trota 5 ó 6 kilómetros. “Me encanta estar al aire libre aunque hagan 40 grados. La energía del sol no te la da nada.”

Y en este plan de bajar los decibeles, este hombre -que considera a su familia “el regalo más grande que te pueda haber dado Dios y el que más hay que cuidar”- dice que ha retomado la meditación.

-¿Qué te aporta meditar? ¿Qué sentías que te faltaba?

-Sentía que me había banalizado un poco. Siempre me ha gustado vivir bien y tener. Pero me había aburguesado. Y la meditación te lleva a volverte a encontrar con tu alma, con tu esencia, a encontrarte con Dios, con el Ser Supremo como lo quieras llamar, con la Tierra, a abrir un poco más tu corazón a las personas. Cuando lo dejás de hacer, sin saber porque la vorágine te lleva, se pierde todo eso. Y ahora estoy volviendo a reactivar.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA