Llega acompañada de una amiga de Francia que no veía desde que eran estudiantes de Marketing y Publicidad, hace 40 años en París. La inquietud propia y una infancia marcada por los viajes llevaron a Anne-Caroline Biancheri a una mudanza que aún no termina. Nació en Marsella, vivió en Costa de Marfil, luego en Bélgica y Santiago de Chile, formó su familia en Argentina y desde la pandemia eligió Uruguay.
Además de vuelos internacionales que la llevan a representar su empresa vitivinícola, Antucura, otros compromisos laborales y personales hacen que vaya y venga entre Mendoza, Buenos Aires y Punta del Este. “Tenía ganas de un cambio de vida, de ver y probar otras cosas, sobre todo en un momento donde en cierta medida puedo estar a distancia de mis negocios. En Uruguay tengo desde hace dos años una importadora de vinos”, comparte la francesa que por consejo del enólogo Michel Rolland invirtió -en 1998- en 126 hectáreas en Vista Flores, Tunuyán.
Anne-Caroline Biancheri es responsable de la bodega, los viñedos y el hotel Antucura, que significa “piedra del sol” en la lengua mapudungun, adoptada por los pueblos originarios del Valle de Uco. A su vez es la creadora de una editorial que desde hace tres décadas trabaja por proyectos propios y pedidos especiales para empresas, instituciones privadas y organismos estatales.
“Con la pandemia muchos nos dimos cuenta de que no era necesario estar siempre físicamente en el lugar donde funcionan tus negocios, si trabajás con personas de tu confianza. He vivido 24 años en Mendoza, mis hijos están grandes y quise tomar un poco de distancia para dedicarme más a mí”, dice la propietaria del predio que durante una década arrendó a Estancia Mendoza. Ahora que ese contrato terminó la situación es otra y los desafíos por delante, también.
-Como empresaria vitivinícola, ¿cómo definís tu trabajo en Antucura?
-Creo que más que empresaria del vino, soy una persona que experimenta la vida y entre esas experiencias armé una empresa en Mendoza siendo de Francia, donde la relación con el vino y la gastronomía forma parte de nuestra cultura. Mi padre, como hobby, tenía viñedos en Borgoña y a mí la vida me dio esta posibilidad que naturalmente me llevó a la finca, a la bodega y al hotel. Entonces se dio, no lo planifiqué y me hace feliz. Estoy rearmando mi vida y seguramente vuelva a estar más tiempo en Mendoza porque siento que es importante darle mi espíritu a los proyectos que tenemos por delante.
-¿A qué se debieron tantos viajes y traslados en tu infancia?
-Mi abuelo y mi padre tuvieron una empresa de transporte y despacho en Marsella, cuando el puerto era tan importante. La compañía luego se disolvió y mi padre se sumó a trabajar en grandes grupos que nos llevaron a mudarnos muchas veces junto a mi madre y mi hermana. Esas situaciones nos dieron una unidad especial como familia y somos los cuatro un poco nómades. Los cambios de lugar me dieron flexibilidad y también empatía, porque cuando un sitio es nuevo no queda otra que comprender a los otros para crear nuevos vínculos. Agradezco mucho la infancia que tuve aunque no fue fácil.
-¿Por qué elegiste Mendoza para construir tu proyecto vitivinícola?
-Mendoza representa dos etapas en mi vida. La primera, cuando vine, fue por encargo de un libro del gobierno. Eso me llevó a conocer al padre de mis hijos y a formar una familia y mi propia empresa. En todos estos años por supuesto que hubo momentos muy duros para sostener lo construido. Y si bien en la última década quise alejarme un poco, hace unos meses debí tomar una decisión muy importante que marca mi segunda etapa en la provincia. Fue en 2023 cuando decidí no renovar el contrato con Estancia Mendoza y aposté por recuperar todo el predio de Antucura, inclusive el hotel. Esta vez la elección fue mía y eso marca un nuevo comienzo.
-¿Esta decisión implica nuevos proyectos?
-Claro, porque significó recuperar toda la finca y volver a administrar el Antucura Tandem Wine Hotel junto a unos socios especialistas en hotelería. Reabrimos en septiembre pasado. También quiero darle un nuevo impulso a la bodega y a los vinos con un rediseño de etiquetas y productos. Durante un tiempo se mantuvo todo en base a lo existente, en cambio ahora siento que el espíritu es otro. Además tengo un proyecto en la propiedad junto a una constructora de Buenos Aires, que es armar un country vitivinícola sobre un campo de 20 hectáreas. Está pensado para extranjeros y argentinos de otras provincias que disfrutan de los viñedos y el mundo del vino. Este proyecto es super reciente y en 2025 haremos los primeros movimientos. Apostar nuevamente por Mendoza es una decisión absolutamente personal.
-¿Cómo has transitado y superado las crisis propias de la Argentina?
-Con mucha creatividad, mucha flexibilidad y sabiendo que no puedo depender de un solo negocio. En nuestro caso, si bien es una PYME, tenemos en realidad cuatro actividades: la finca y la venta de uvas, la bodega con su mercado interno y externo, el hotel y la editorial. Con todas las crisis y la coyuntura Argentina ocurrió que pudimos sostener una actividad en reemplazo de la otra cuando fue necesario. Programar cada año con un objetivo y una estrategia nos permitió evaluar la situación para ver dónde estaba el negocio, aunque reconozco que es muy agotador. Esto implica reinventarse sabiendo que no hay un sistema financiero que te apoya, como en otros países donde hay super créditos que contribuyen. Sí hay algunos planes vigentes pero generalmente son menores frente a las necesidades que toca afrontar. Creo que cuando manejas una empresa en Argentina logras el máster de los másters.
-¿La visión del negocio ha sido tuya frente a las decisiones relevantes?
-Sí, cuando manejas una empresa la intuición es importante pero también saber escuchar y observar, porque siempre sirve la experiencia de los demás. He contado mucho con mi equipo hablando de las cosas, pensando qué convenía hacer, más allá de que la decisión final fuera mía y en soledad. El consenso es relevante como también tomar distancia frente a lo operativo. Cuando hay que tomar decisiones estratégicas tienes que mirar el bosque y no encerrarte en el día a día que te impide ver la dirección hacia dónde te diriges.
-¿Cuál dirías que es el espíritu y la esencia de Antucura?
-Hace un tiempo publicamos un libro que se llama Bodegas argentinas con acento francés por pedido de la Embajada de Francia, con la trayectoria de franceses que armaron bodegas en el país. En este sentido Antucura es un buen representante del vino argentino con acento francés. Es realmente una empresa con esa impronta y sinergia. Aprendí a amar este país pero mi cultura es la de mis raíces. Ninguna tradición opaca a la otra sino que se complementan.
-¿Cómo se traduce la sinergia francesa en tus vinos elaborados en Mendoza?
-Son vinos elegantes y no invasivos. Si bien en Argentina los vinos tienen una personalidad marcada por el clima, el terroir y el sol, los de Antucura suelen ser redondos, con la tradición francesa que también impulsó Michel Rolland durante los primeros años y que afronta desde hace 11 cosechas el enólogo Mauricio Ortiz. En los vinos franceses no hablamos de varietal sino de regiones y blends.
Agradecimiento por la locación de fotos: La Sala Maridajes
Ping Pong Central con Anne-Caroline Biancheri
- Un vino para celebrar: Grand Vin de Antucura, es lo máximo del vino argentino con acento francés.
- Qué hábito de la sociedad actual te parece destructivo: La falta de empatía.
- Qué es lo más francés y lo más argentino que tenés en tu manera de ser: El refinamiento es lo más francés, que heredé de mi cultura y de mi madre. Y lo más argentino es la apertura y la amabilidad.
- Un sueño pendiente: Lo voy a cumplir y es que me voy una semana a la selva de Ecuador junto a una organización para realizar meditaciones.
- Un hobby: Navegar a vela.
- Una ciudad en el mundo: Ha cambiado con las etapas de la vida pero adoro Buenos Aires, es fascinante.
- El mejor consejo que te dieron: Saber ponerte en el lugar del otro. Todo lo que puedas dar, te vuelve.
- Una recomendación para quien visita Mendoza: Conocer Antucura.
- Una personalidad que admires: Rudolf Steiner, su aporte es increíble.
- Un libro trascendente: Los de Eknath Easwaran, que leí hace muchísimos años y me abrieron los ojos.
- Un maridaje perfecto: Ostras con Sauvignon Blanc.