No sólo las quemaduras son un problema entre el sol y nuestra piel, también lo son las reacciones alérgicas a los rayos ultravioletas. A menudo, esta fotosensibilidad causa ronchas en la piel, picazón y estornudos de diferentes intensidades.
Generalmente se producen con mayor frecuencia en zonas de la piel que no suelen estar muy expuestas o que no lo han estado durante algún tiempo, como sucede después del invierno en el escote, la espalda y los hombros, pero no en la cara.
A su vez, la reacción puede manifestarse de diversas formas: como granos, pequeñas ampollas o manchas rojas, irritación y/o una sensación de picor más o menos virulenta (prurito).
Su aspecto, intensidad y persistencia varían según el individuo y el tipo de alergia: las lucitis de verano adoptan la forma de pequeños granos, su “versión” polimorfa provoca lesiones rojas más grandes. La urticaria provoca una sensación de quemazón en las lesiones edematosas, pero desaparece en un día.
En la mayoría de los casos, sin embargo, los síntomas desaparecen espontáneamente, sobre todo con el bronceado. En el caso de la quemadura solar polimorfa, puede tardar varias semanas.
Además, se sabe que pueden verse afectados todos los tipos de piel y no siempre se conoce la causa exacta. Lo que sí saben los especialistas es que las fotodermatosis son una reacción inflamatoria anormal de la piel a la luz.
Por otro lado, es importante aclarar que no toda la luz solar es igual. El sol emite diferentes tipos de rayos ultravioletas como los UVA, UVB y UVC, aunque estos últimos no penetran en la atmósfera porque los detiene la capa de ozono. Sólo pasan los B y, sobre todo, los A (95%).
Cuidado y prevención
Para detener los síntomas, en principio, no hay que exponerse al sol en cuanto sea posible; y en el caso de la fotosensibilización hay que evitar los alérgenos conocidos. En caso de que la reacción se agrave, pueden requerir intervención farmacológica para aliviarlos.
Los tratamientos sugeridos incluyen aplicaciones tópicas de cremas calmantes para los casos leves o corticosteroides, y antihistamínicos orales que bloquean los efectos de la histamina y la inflamación.
También se puede favorecer un enfoque preventivo previo, exponiendo progresivamente la piel al sol para que se acostumbre a la radiación UV, evitando las horas más agresivas (entre las 10:00 y las 16:00 horas), tomando complementos alimenticios como betacarotenoides (precursor de la vitamina A) o utilizando un tratamiento a base de ácido paraaminobenzoico.