Juventud eterna: son abuelas y descubrieron su pasión por el teatro

“Finca”, Gladys y “Chiqui” tienen entre 67 y 85 años y se hicieron amigas en el grupo teatral de Ciudad al que asisten. Allí cumplen el sueño postergado de actuar, que las rejuvenece.

Juventud eterna: son abuelas y descubrieron su pasión por el teatro
Finca Rotsztejn y Gladys Doña encontraron en el teatro una actividad que les completó la vida y las rejuveneció.

A esta altura de sus vidas, cuando forman parte de la franja de adultos mayores, Josefa Rotsztejn, Gladys Doña y Ana Alcaraz encontraron en el teatro una actividad que les completó la vida y las rejuveneció.

Josefa, que tiene 85 años y le dicen “Finca”; Gladys, de casi 68, y Ana, conocida como “Chiqui”, de 71 años, se subieron al escenario y descubrieron una vocación que permanecía dormida.

El origen fue el Centro Integral Comunitario (CIC) de la Municipalidad de Mendoza de la mano del profesor Rodolfo Yañez. De allí en adelante no sólo se hicieron amigas sino que encontraron un nuevo sentido a la vida.

“Finca”, que es bisabuela y nació en Buenos Aires el 28 de diciembre de 1935 “entre tangos y milongas”, tal como recuerda, solía sentarse en el cordón de la vereda a mirar las estrellas esperanzada en que alguna se moviera y así pedir tres deseos.

“En el cine de Villa Urquiza me apoyaba en el palco y, en lugar de mirar la película, me imaginaba en el escenario interpretando un papel importante”, recuerda.

Su sueño era crear personajes, conectarse con el público. Y así, a los 12, hizo su primera incursión. Pero debieron pasar muchos años para cristalizar uno de los mayores logros de “Finca”: trabajar en la obra teatral La Casa de Bernarda Alba, de García Lorca, en un certamen organizado por el municipio capitalino hace más de 50 años. “¡Qué experiencia! Viajamos a Córdoba y entre los jurados figuraban Norma Aleandro y Alfredo Alcón ¿Qué más podía pedir?”, se pregunta, todavía emocionada.

Convertirse en otro, dejar volar la imaginación, reír, llorar y pasar a ser una contención para el público son los condimentos que “Finca” más valora del teatro.

“La gente mayor siempre fue ocultada, señalada como improductiva, pero es todo lo contrario. Nada mejor que tener un espacio donde sentirnos vivos, útiles, felices”, señala.

Yremata: “Esta pandemia me sirvió para encontrarme a mí misma. Pongo música, toco el bombo y, finalmente, mis amigos de la vejez llenan los rincones oscuros de mi vida”.

Transformación

Cuando menos lo pensaba, Gladys Doña de Bataglia, madre y abuela, profesora de inglés, encontró la mejor manera de pasar sus horas libres. “Di con una institución y un profesor que me atraparon y con compañeros inigualables, repletos de carisma y buena onda”, cuenta.

Durante cuatro años fue “Sarmiento” en las clases presenciales, hasta que llegó la cuarentena. Pero lejos de doblegarse, participó de la propuesta online y también continuó creando personajes a través de YouTube.

Además, recibió un gran estímulo: fue seleccionada para una publicidad de una conocida confitería local donde se luce de manera asombrosa.

“El teatro me apasiona, vuelvo a revivir la niña y la joven que fui”, grafica Gladys, para asegurar que la edad no pasa por el calendario “sino por la actitud y el deseo de abrazar la vida con fuerza”.

En 2018 esta profe de inglés protagonizó una obra que nunca olvidará: “Las cuatro décadas”, que mostraba los cambios en el rol de los docentes y pasó de ser una monja extremadamente estricta a una maestra liberada de estos tiempos.

Hace poco también encarnó a un abogado en “La herencia”, en el Teatro Mendoza, con bigotes, saco y corbata.

Gladys es una persona feliz que busca reinventarse todos los días. “Comienzo el día bendiciendo a mi familia y haciendo lo que me gusta: actuar donde sea, como sea. Pongo música y bailo a mi ritmo, a veces sola, otras con mi marido. Y así vuelco una gota de color a la vida”, reflexiona con una alegría que contagia.

A la vuelta de la vida

Casi todos la conocen como “Chiqui” pero su nombre es Ana y es docente y artista plástica. Sin hijos, se divorció hace 11 años y lo primero que hizo fue salir en busca de la actuación, una cuenta pendiente de toda su vida. “Me descubrí jugando como una nena, volví a la infancia. Era lo que me faltaba y estoy feliz de haberme animado”, relata.

En el escenario “Chiqui” fue mucama, villana, princesa, Caperucita Roja, abuela y madre. “Me encontré representando personajes que nunca he sido en la vida real y que me hicieron sentir viva y divertirme a lo loco”, concluye esta mendocina que vive en la Cuarta Sección y que hoy disfruta del gran abanico que representa actuar, su último hallazgo.

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