Abelardo Vázquez, el poeta que reinventó la fiesta

Pocas figuras en la historia vendimial son tan importantes para su espectáculo principal como el autor de El libro del amor y del vino.

Abelardo Vázquez, el poeta que reinventó la fiesta

Conocida es la trayectoria de Abelardo Vázquez (1918-1986) en relación con la Fiesta de la Vendimia, a cuyo realce artístico contribuyó en forma notable, como autor de guiones y como director del espectáculo central en más de diez ocasiones, a partir de su debut en 1960.

El detalle de los espectáculos vendimiales que escribió o dirigió es el siguiente: “Todo lo que el vino trae” de Alejandro del Río. Adaptan el libreto Antonio Di Benedeto, A. Rodríguez (h.) y A. Vázquez (22 de marzo de 1958); “Fiesta del vino” con dirección de Alberto Rodríguez h. en co-autoría con Abelardo Vázquez (23 de marzo de 1959); “La vid, la vida y el vino”, libreto titulado “En Mendoza hay una parra” de Alberto Rodríguez (h.) y Pérez Sande, con dirección de Abelardo Vázquez (12 de marzo de 1960); “Vendimia del IV centenario”, libreto de Abelardo Vázquez y dirección de Antonio Manzur (18 de marzo de 1961); “La viña junto al camino”, libreto y dirección de Abelardo Vázquez (9 de marzo de 1963); “Fiesta del arte nacional”, con dirección de Abelardo Vázquez (7 de marzo de 1964); “Vendimia de las 30 vendimias”, libreto de Ruiz Rojas y dirección de Abelardo Vázquez (5 de marzo de 1966); “Vendimia mágica”, libreto de Eduardo Hualpa, Luis Villalba e Iñarra Iraegui y dirección de Abelardo Vázquez (15 de marzo de 1969; “El viñador celeste”, libreto de Eduardo Hualpa y dirección de Abelardo Vázquez (7 de marzo de 1970); “Vendimia de cristal”, libreto y dirección de Abelardo Vázquez (6 de marzo de 1971); “Vendimia de América”, libreto y dirección de Abelardo Vázquez (04 de marzo de 1972); “Vendimia fantástica”, libreto y dirección de Abelardo Vázquez (24 de febrero de 1973); “Vendimia del agua fecunda”, libreto de Eugenio Carbonari. Y dirección: Abelardo Vázquez (13 de marzo de 1976) y “Vendimia infinita”, libreto de José Grosso Dutto y dirección de Abelardo Vázquez (1 de marzo de 1980).

El mismo Vázquez, en 1964, introduce elementos que caracterizan el espectáculo hasta la actualidad: el predominio de la luz y el aprovechamiento de los cerros como escenarios naturales para la teatralización de determinadas escenas. Además, en las décadas del 70 y del 80, las Vendimias son reconocidas por las denominaciones poéticas de sus libretos. Todo ello le aseguró un lugar privilegiado en el sentir popular, cariño que el mismo poeta reconoció y valoró.

Asimismo, todo lo relacionado con el tema de la vid y el vino es presencia constante en su obra poética, y se extrema en el último de sus poemarios: Libro del amor y el vino, publicado en forma póstuma por Ediciones Culturales de Mendoza en 1995.

En estos poemas, a partir de la sugerencia misma del título, se explaya un núcleo temático que es constante en la poesía de Vázquez: la correspondencia vino / amor / poesía, y la consecuente embriaguez como modo de “no sentir el horrible fardo del tiempo” de que hablaba Baudelaire.

La obra poética de Vázquez, iniciada allá por los 40 con un libro de poemas escrito parcialmente en España, bajo el magisterio señero de Federico García Lorca: Los poemas del aprendiz enamorado, publicados luego en Mendoza con el título de Advenimiento (1942) y que comprende además los poemarios La danza inmóvil (1950), Tercera fundación de Buenos Aires (1958), Segunda danza (1959), Poemas para Mendoza (publicados en 1959 pero escritos alrededor de 1943), Buenos Aires en las malas (1963) y Otoño en Bermejo (2013), además del Libro del amor y el vino (1995), discurre en consonancia con los senderos que la poesía argentina transitó en su conjunto mediando el siglo XX: en primer lugar a través de su adhesión a las pautas programáticas y al “tono” del 40, tanto en su vertiente neorromántica (nostalgia de la niñez, interioridad, afirmación regional) como surrealista; luego, a través de la búsqueda de una dimensión americanista de la poesía que va tomando cada vez más importancia en las décadas siguientes, con un cierto viraje hacia lo coloquial, ya en los 60 tal como se manifiesta en los dos libros relacionados con Buenos Aires.

El Libro del amor y el vino (1995) constituye la adecuada culminación de esta trayectoria, ya que es un libro denso, pleno de alusiones, plagado de asociaciones transtextuales, en las que confluyen tanto lo bíblico como la mitología grecolatina, junto con precisiones geográficas o relacionadas con las artes plásticas. Así, desambiguar las referencias dadas por el texto nos exige la conjunción de múltiples saberes, además el ejercicio de desciframiento que supone su intrínseca riqueza metafórica. Estos poemas de Vázquez pueden ser leídos como “una perfecta autobiografía lírica, rica en experiencias vividas” , en las que el amor desempeña un papel preponderante –”Tengo escritos casi tantos poemas de amor, como amores vividos”, dirá el poeta en su Antimemoria (1969); además, este texto puede ser considerado un “libro de viajes” en el que las diversas denominaciones de origen de los vinos, asociadas a otros tantos personajes femeninos -nombrados o aludidos- van jalonando la hoja de ruta del poeta.

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