Está ubicado a unos 330 kilómetros de Mendoza, en un viaje por la ruta nacional 7 que no demanda más de 4 horas. Y para una escapada turística, ahora tiene un excusa más que interesante para conocerlo: el pueblo La Carolina, en San Luis, fue elegido como el mejor destino turístico del mundo.
La Carolina es una pequeña localidad de alrededor de 300 habitantes que conserva su identidad cultural, sus inicios como pueblo minero y las historias en torno a la fiebre del oro en la Argentina.
La importancia de los descubrimientos de oro atrajo a personas de diferentes partes del país y de países vecinos a que se instalaran en la localidad y se convirtieran en mineros. Desde 1789 y hasta 1810, el pueblo le proveía trabajo a alrededor de 3 mil mineros, donde se obtenía 10 mil kilogramos de oro.
A partir de que comenzó la producción minera en el pueblo hasta que finalizó a mediados del siglo pasado, figuran más de 200 asociaciones que llegaron con la intención de extraer mineral de las zonas auríferas.
El mejor destino turístico del mundo
La Organización Mundial del Turismo (OMT) hizo una nueva edición de la competencia internacional “Mejores Pueblos Turísticos” (Best Tourist Villages) y definió como ganadora a la pequeña localidad de La Carolina, al norte de San Luis.
Previamente, La Carolina ya había recibido un reconocimiento por parte del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación por haber sido seleccionada para participar en esta competencia.
La OMT es una institución vinculada a las Naciones Unidas y se encarga de promover el turismo responsable, sostenible y accesible a nivel global. Los ganadores de la competencia se darán a conocer en diciembre.
Por el reconocimiento, el intendente de La Carolina, Alberto Ferraro, se mostró feliz e invitó a la gente a visitar el pueblo puntano. “Es un orgullo que La Carolina haya llegado a la instancia internacional a través de la Organización Mundial del Turismo. No es sólo un pueblo pintoresco, sino que también cuenta con políticas ambientales, educativas y de promoción de turismo”.
“Las calles están con piedras, con puentecitos, con arroyos que los cruzan, eso genera una identidad cultural arquitectónica muy específica que también ha sido valorado para poder ser seleccionado”, señaló.
Qué hacer en La Carolina, San Luis
Convertido en uno de los principales destinos turísticos de San Luis, La Carolina atrae tanto a adultos como a niños con una variedad de opciones para disfrutar.
Los visitantes pueden participar en expediciones al interior de las minas, explorar la Iglesia de piedra, disfrutar de cabalgatas, admirar las pinturas rupestres en la gruta y visitar la histórica Casa de Juan Crisóstomo Lafinur, que ahora es el Museo de la Poesía Manuscrita. Todo esto se complementa con una deliciosa gastronomía autóctona.
A pesar de tener poco más de 300 habitantes, La Carolina se encuentra enclavada a los pies del cerro Tomolasta (el custodio del lugar), a una altitud de más de 1.600 metros sobre el nivel del mar y en el corazón de las sierras de San Luis. El pueblo es atravesado por dos cursos de agua que se fusionan para formar el río Grande: el río Amarillo y el río Las Invernadas.
Las construcciones originales eran de piedras unidas por barro, techos de chapa o paja siguiendo un mismo diseño arquitectónico, y las calles empedradas respetan esa estilo colonial.
El secretario de Turismo de San Luis, Luis Macagno, destacó que La Carolina fue en el pasado el epicentro de la fiebre del oro en Argentina durante los siglos XVIII y XIX. Inicialmente, los españoles y luego los ingleses explotaron los recursos de las montañas, lo que dejó un impacto ambiental en la región.
No obstante, Macagno resaltó que, afortunadamente, el turismo sustentable ha permitido rescatar y poner en valor la rica historia de La Carolina. El pueblo logró crecer y brindar oportunidades a sus habitantes a través de esta actividad.
La cultura minera sigue siendo una parte fundamental de la vida en La Carolina, con minas abandonadas que se pueden visitar y la posibilidad de buscar oro de manera artesanal en el Río Amarillo. Además, los pirqueros, que han transmitido su oficio ancestral de generación en generación, continúan construyendo casas y pircas de piedra en toda la zona.