Cuando el cielo se oscurece, en el Este mendocino se escuchan bombas. Ocurre de noviembre a marzo, desde hace mucho tiempo. Y este año se escucharán más, porque una de las alternativas que están eligiendo los productores es la colocación de cañones que combatan las tormentas.
“Instalamos el primero en 2011, después de que vimos funcionar alguno en el Valle de Uco. Ahora tenemos cinco, en total. En todos estos años sólo nos ha caído granizo dos veces, fue chico y causó muy poco daño”, cuenta Leo Figueroa, integrante de la familia dueña de la bodega y viñedos Sinergia, ubicada en carril Moyano, 600 metros al Dudoeste del carril Primavera, en Junín.
Todos los escuchan en el Este, pero casi nadie sabe cómo funcionan. Las explosiones comienzan 30 minutos antes de que llegue la tormenta. Son como un anuncio y el estruendo, cada seis segundos, se termina mezclando con el de los truenos.
“Nosotros los preferimos a la malla antigranizo. Nuestra experiencia nos indica que la malla interfiere el paso de la luz solar, como mínimo un 4% y produce un envejecimiento más rápido de la planta. En cambio, esto no tiene efectos negativos”, sostiene el viñatero.
Un efectivo sistema
El sistema está patentado por la empresa López Mayol y es, en esencia, un cañón que lanza aire caliente, abriéndose en abanico, hasta los 7.000 metros de altura e impide que las gotas de agua se congelen y se conviertan en granizo, en la temida piedra.
“Puede haber tormentas que estén a mayor altura, pero son frecuentes y, aun así, se reduce el riesgo de que causen daños importantes”, confía Figueroa.
El sistema está homologado pero parece casi artesanal y es alimentado por tubos de 45 kilos de gas butano/propano, el mismo que utilizan las casas de familia que no tienen gas de red. “Cuatro tubos de 45 kilos permiten disparos, cada 6 segundos, durante 16 horas. Una tormenta difícilmente requiera más de tres horas”, dice el productor.
En cada disparo, el gas se inyecta en una especie de pequeña caldera vertical y una chispa, generada por una batería igual a la de un auto naftero y que es alimentada por una pequeña pantalla solar, produce una fuerte explosión. El aire caliente sale disparado por una chimenea que tiene en forma de cono y sube, produciendo un silbido intenso y largo, hasta una altura que varía entre los 5.500 y los 7.000 metros. Allí el aire caliente impide que las gotas se congelen.
“Tenemos cinco cañones, hay tres productores vecinos que han puesto otros tres. Se puede decir que tenemos un área aproximada de 10 kilómetros cubiertas con este sistema”, cuenta Figueroa. Y agrega: “Al comienzo tenía que activarlo desde el lugar donde está instalado cada cañón, pero ahora lo activo desde el teléfono celular, desde el lugar en donde me encuentre”.
Luchar o no luchar
La lucha contra el granizo desde tierra no es algo nuevo. Desde 1979 hasta 1998 se realizaron siembras desde tierra por medio de cohetes, primero con ioduro de plomo y luego con ioduro de plata. Después vinieron los aviones para realizar esa misma tarea, pero siempre con financiación del Estado, sumado a aportes de los privados en algunos años.
“Siempre escuché criticar la lucha antigranizo con los aviones, pero creo que siempre fue efectiva. Quizás no al cien por ciento, pero ayudó mucho a reducir daños. Este año lo comprobaremos”, advierte Leo Figueroa.
Tradición familiar
La bodega Sinergia está rodeada por 37 hectáreas plantadas con Tempranillo, Malbec y Aspirant Bouschet. El abuelo del entrevistado inició el desafío en 1968, después siguieron sus dos hijos y ahora trabajan en ella sus seis nietos. Leo es uno de ellos. Producen vinos Malbec, Chardonay y Cabernet Savignon de alta calidad.
Ocurrió siempre entre noviembre y marzo y ocurrirá también ahora, pero con más incertidumbre que en los años anteriores. Cuando el cielo se oscurece, los mendocinos de tierra adentro se preguntan qué suerte les deparará la tormenta.
Hay una frase que dicen todos los productores y que, para ellos, es lo único que les daría algo de tranquilidad: “Hay que tener una cosecha adentro”. Significa que deben tener guardado el producto de, al menos, una cosecha para poder afrontar posibles pérdidas. Pero también dicen que en estos tiempos son muy pocos los que pueden tener esa calma.