Un 20 de marzo pero de hace cuatro años atrás, los argentinos cambiamos drásticamente los hábitos. La casa se volvió oficina, aula, consultorio, cancha, cine y muchas cosas más. Es que el expresidente Alberto Fernández había decretado por la pandemia de Covid-19 el inicio del recordado “aislamiento social, preventivo y obligatorio” (ASPO), aquella primera fase que se largó por 15 días, se extendió por varios meses y quedará en el recuerdo por escándalos como la fiesta de “mi querida Fabiola” en Olivos y el “vacunatorio VIP”.
De pronto, las costumbres eran otras. Había que cocinar, trabajar y estudiar en una misma habitación. Los amigos se conectaban a charlar, reír y llorar por Zoom o Meet. Las camaritas y los aros de luz se dispararon en las búsquedas: todos daban/recibían clases, rendían exámenes o se reunían para el trabajo. En tanto, los abuelos se la pasaron más guardados que nunca para protegerse... Y algunos no pudieron despedirse de sus nietos e hijos.
Algunos argentinos alcanzaban el suficiente tiempo libre para retomar un libro pendiente, ver una serie larguísima o hacer masa madre. Otros se animaron a bailar en la “Bresh” virtual vía Instagram. TikTok se coronó como la red social favorita de grandes y chicos. Y “Blinding Lights”, de The Weeknd, sonó hasta el hartazgo en cada challenge.
Estuvieron quienes a las 21 puntual aplaudían a los médicos por su labor en el primer frente de batalla... y quienes los trataban mal ante alguna demora al acudir al hospital en busca de un hisopado. Muchos almacenaron rollos y rollos de papel higiénico como si fuera el fin del mundo. Otros contaban los pasos en su patio para tener algo de actividad física.
El anuncio del Gobierno nacional decía claramente: “Con el fin de proteger la salud pública, todas las personas que habitan en el país o se encuentren en él en forma temporaria deberán permanecer en sus domicilios habituales o en donde se encontraban a las 00:00 horas del día 20 de marzo de 2020. Deberán abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo y no podrán circular por rutas, vías y espacios públicos”.
“Durante la vigencia del aislamiento no podrán realizarse eventos culturales, recreativos, deportivos, religiosos ni de ninguna otra índole que impliquen la concurrencia de personas”, sumaba el aviso, previo decreto 297/2020.
Y después los cuidados de salud ya conocidos: lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón (hubo quienes cantaron para medir el tiempo), usar alcohol en gel a cada rato, toser o estornudar sobre el pliegue del codo, desinfectar hasta el paquete de galletitas traído del kiosco de la vuelta y, lo más importante, llevar barbijo a todos lados. El de tela hecho por mamá, el de Boca comprado en la parada de micro, el rosado del Conicet, el coqueto K95 para viajar al exterior...
La distancia era fundamental: si te acercabas a dar un beso o abrazo, te hacían la cruz. Y cuidado con salir a caminar sin la bolsita ecológica. Había vecinos que te podían denunciar pensando que no ibas al supermercado o a la farmacia, que podías ser un “caso sospechoso” y que planeabas una “clandestina” con el parlante Bluetooth.
Alberto nos comparaba con Suecia en las filminas cual maestra por cadena nacional. Algunos usuarios de Twitter le mandaban dibujitos y le decían “tío Alberto”. Según los encuestadores, el Presidente gozaba de la mejor imagen apenas asumido. Se obsesionó entonces con las fases de la cuarentena, con las terminaciones del DNI par e impar (¿el cero era par o impar?), con las vacunas (la rusa y la que no).
Y luego el hartazgo de la gente. El pico de contagios y decesos ocurrió mucho después del primer encierro. La luz al final del túnel se hizo larga y cuesta arriba. Aparecieron variantes. Una hasta llevaba el nombre de un planeta de la famosa serie animada “Futurama”.
Con el paso del tiempo, algunas restricciones se flexibilizaron. Otras perduraron meses. Se murió Diego Maradona, y la Casa Rosada se descontroló en el velatorio. El Covid-19 parecía cosa del pasado. Hasta empezamos a perderle miedo, a medida que la vacunación o la inmunidad por contagio llegaban.
Más anécdotas. El ministro de Salud, Ginés González García, salió eyectado del Gobierno por el “vacunatorio VIP”. Su exnúmero dos y después sucesora en el cargo, Carla Vizzotti, cantó con la payasa Filomena en el Día del Niño (o de las Infancias). La primera dama (”mi querida Fabiola”) festejó su cumpleaños en la Quinta de Olivos el 14 de julio de 2020 y la foto, viralizada más de un año después, empezó a marcar el ocaso de Alberto Fernández.
La pandemia de Covid-19 dejó en Argentina más de 130 mil fallecidos y otros 10 millones de casos positivos hasta agosto de 2023. En cuanto a vacunación, unas 34 millones de personas llegaron a recibir una tercera dosis de refuerzo.