El tiempo se detuvo a las 20:52 en San Juan, aquel 15 de enero de 1944. La falla de la Laja, ubicada a pocos kilómetros de la ciudad generó un terrible movimiento de la tierra que provocó la devastación total de la zona poblada. Fue un atardecer de terror que sepultó la ciudad bajo escombros y a medida que pasaban los días se tomaba la verdadera dimensión del terremoto más destructivo que registra el país. Con 7,4 grados de magnitud, dejó más de 10.000 muertos y 5.000 heridos. En medio del caos, los sobrevivientes buscaron refugio en las plazas; la 25 de Mayo fue el epicentro de las primeras acciones de la confundida población. Allí, hasta la estatua del prócer Domingo Faustino Sarmiento yacía en el suelo, arrancada de cuajo por el poderoso fenómeno. Y entre una nube de polvo espeso que generaron los escombros, se desataron dos incendios, uno en la sede del diario Tribuna y otro en una rotisería, que lograron ser contenidos.
Las páginas de Los Andes mantenían al tanto de lo que sucedía en los días posteriores a la catástrofe y el día después del desastre, el cronista mendocino en San Juan informaba: “Así llegamos a la avenida San Martín. Los vecinos que habían escapado al terrible sino, se habían instalado en el paseo central. LLevaron hasta allí las cobijas que lograron rescatar. Junto a la luz de pequeñas hogueras habían colocado cuanto lograron salvar y se aprestaban a pasar la noche a la intemperie”. La nota destaca relatos de dolor de los sobrevivientes y cierra: “Todo sería un espectáculo dantesco, de horrenda plasticidad que llenaría de admiración; sería eso y nada más. Pero entre tanta destrucción, entre tanto recuerdo sepultado, como para llevar al paroxismo la nota, todavía aparecían madres llevando a sus hijos con los rostros pálidos y las cabezas vendadas; hijos socorriendo a su padres un poco trastornados por el golpe; padres sollozando por los hijos que no pudieron salvar; hombres alimentando la esperanza de que el ser amado no haya perdido la vida bajo los escombros”... El camino hacia la zona de desastre era complicado porque el movimiento telúrico había dejado grietas por varios sectores de la provincia. “En el departamento de Pocito, ciudadanos convertidos por imperio del drama en agentes de tránsito, informaron a representantes de este diario acerca de la existencia de grandes grietas producidas a los costados de la ruta arbolada. En efecto, en Aberastain, las aberturas del suelo compacto se suceden de tramo en tramo, extensas y profundas”, señala la crónica.
Al poco rato del movimiento comenzó a llover torrencialmente, situación que duró varios días, y fue agravada por un frío inesperado, señala la página del gobierno de San Juan en una nota que recuerda el aniversario del terremoto. Y agrega: “Luego vino el tradicional calor del enero sanjuanino, el hedor de los cadáveres debajo de los escombros y su posterior cremación, ya sea a los costados de las calles o en el cementerio. Fue necesario evitar que se propagara la fiebre tifoidea”. Dos días habían pasado y mandaron a incinerar 3.000 cadáveres. “Ese día ardieron en nuestra provincia hermana las piras más tristes de su historia”, destaca Los Andes. A los diez días se realizó un funeral colectivo.
Heridos en tren, al hospital Central
En Mendoza, el hospital Central, que estaba en construcción, se inauguró de hecho con la llegada de los primeros heridos por el ferrocarril. “Pese a que aún no están instalados los sanitarios; con extrema urgencia deben armarse camas, trasladar elementos de otros hospitales e instalarse el sistema de luz eléctrica”, cuenta Los Andes. Se habilita un pabellón atendido exclusivamente por médicos y enfermeras de Santa Fe. También atendieron heridos en otros hospitales mendocinos estatales, como el Emilio Civit y Lencinas, incluso el hospital Español, de Godoy Cruz. En total, el ferrocarril Buenos Aires al Pacífico trasladó 16.000 heridos a Mendoza. Recién en agosto se inauguraron los consultorios externos del hospital, mientras que en setiembre de ese año quedaron oficialmente inauguradas las salas de internación de las instalaciones ubicadas entre calles Alem, Salta, Garibaldi y Montecaseros, de la ciudad de Mendoza.
Y paralelamente, partían trenes con médicos y enfermeras mendocinas hacia San Juan, liderados por el doctor Humberto Notti, con destino al hospital Rawson, principal centro de atención de heridos. A menos de una semana de los hechos, desde el hospital Central informaban que habían muerto 36 personas. Desde Rivadavia partía una comisión de médicos y enfermeros en vehículos hacia la ciudad sanjuanina, con el médico Carlos Saporiti a la cabeza. Y en medio de todas las tareas de rescate sucedió otra tragedia. Un avión chileno, con provisiones para los afectados por el terremoto, cayó en El Plumerillo y provocó la muerte de 11 personas.
Pedido de noticias de familiares y trámites para el amparo de niños huérfanos
Los telegramas recibidos en radio Aconcagua eran publicados en Los Andes todos los días. A cinco días de la tragedia se podía leer: Córdoba. “estamos escuchando vuestra onda, rogámosles informar cómo se encuentra familia Carmona Font, domiciliada Entre Ríos 1141, San Juan, familiares de Córdoba, muchas gracias. Firmado: Font”. O desde La Consulta: “Se desea conocer noticias de la señorita Pierina Conte, domiciliada en la ciudad de San Juan, firmado: Tagarelli”. En otra página, se explican los trámites que deben hacer los interesados en conseguir la tutela de los niños que perdieron a sus padres en el terremoto. Ellí se expresa que se ofrece amparo a los niños que perdieron a sus padres, que un juez otorgará la tutela del menor y que los interesados deben dirigirse al Patronato de Menores. Además, este hecho traumático motivó el éxodo de muchos sanjuaninos hacia otros sitios de la provincia, a Mendoza, incluso a Buenos Aires.
La tragedia sanjuanina puso en marcha un mecanismo solidario en el país sin antecedentes hasta ese momento y se iniciaron campañas y colectas particulares en todas las provincias. En Los Andes se informa que los primeros auxilios llegan desde Mendoza, pero pronto los envíos acuden desde todo el país. Chile y Perú, todo el continente se suma a la solidaridad, llegan envíos de la Cruz Roja de Estados Unidos.
A las pocas horas, el entonces presidente de facto, Pedro Ramírez anunciaba la reconstrucción de la ciudad de San Juan, mediante una importante inversión y la utilización de materiales resistentes a los sismos. A a partir de aquí comenzó a tener gran protagonismo el coronel Juan Domingo Perón, por entonces secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de la Revolución del 43. Y uno de los encuentros más famosos para recaudar fondos para los damnificados por el terremoto sanjanino se hizo en el Luna Park, en Buenos Aires, el 22 de enero. El encuentro marcó un antes y un después de la historia política nacional, pues fue en ese sitio donde Perón conoció a Eva Duarte. Y partir de allí unieron sus vidas y su trabajo político y social que produjo grandes transformaciones en el país.
Una foto aérea del día después muestra la ciudad con apenas 30 a 40 construcciones en pie. El 80% de la edificación sanjuanina de abobe con techos de palos y caña fue convertida en escombros. El desafío era poner en pie la ciudad de 80.000 habitantes, así, tras los anuncios nacionales, se creó el Consejo de Reconstrucción de San Juan, con participación del Banco Hipotecario Nacional y el Instituto Provincial de la Vivienda sanjuanino. Contrariamente a lo que ocurrió en Mendoza, tras el terremoto de 1861, que motivó el traslado de la ciudad una decena de cuadras al sur, los sanjuaninos decidieron reconstruirla en el mismo sitio. En los próximos años se construirían más de 7.700 viviendas en la ciudad y algo más de 1900 en los departamentos cercanos. Esta reconstrucción tuvo en cuenta los estudios de materiales sismo resistentes y se inauguró una etapa que implicó un avance importante a nivel tecnológico relacionado a la construcción antisísmica. A partir de alli, surgieron entidades técnicas de alto prestigio. Entre ellos, el Inpres (Instituto Nacional de Prevención Sísmica). Su origen está en el Consejo de Reconstrucción, que decidió la instalación de las primeras estaciones sismológicas en provincias sísmicas, que luego se transformó en el Consejo Nacional de Construcciones Antisísmicas de Reconstrucción de San Juan. Finalmente, en 1972 la nación dispuso la disolución de ese consejo (Concar) y se creó por ley el Inpres, organismo descentralizado para llevar adelante la políticas de prevención sísmica.
En la memoria de los sanjuaninos
La Segunda Guerra Mundial no terminaba, faltaban 6 meses para el Desembarco de Normandía, pero los sanjuaninos parecían vivir una guerra, entre las ruinas. “Mis tíos improvisaron un rancho con lo restos de adobe, hicieron una pared de un metro. Felizmente, ninguno de mis parientes había fallecido. Ninguno. Todos estaban vivos ayudando. Me acuerdo que mis tíos ayudaban a sacar escombros”, asegura Nora Miranda, una de las sobrevivientes de la tragedia, durante una entrevista en 2019. En tanto, Guillerma Balmaceda recuerda: “de mi casa cayó casi todo menos el almacén. La casa de al lado había caído y un palo aplastó al vecino, que era un señor grande y se quedó enterrado en los escombros. Mi papá se hizo cargo de él”.
Hace poco más de una década se inauguró en Avenida Libertador y Paula Albarracín de Sarmiento, una llama votiva eternamente encendida sobre un monolito que recuerda aquel trágico día que cambió la historia de la provincia y unió al país en una cruzada para reconstruir la ciudad. La plaza Hipólito Yrigoyen (Las Lomitas) fue construida con escombros que quedaron después del terremoto. Y en el municipio capitalino se habiltió el Museo de la Memoria, que recuerda a las víctimas.
A unos 20 kilómetros de la ciudad, en el departamento de Albardón, se encuentra la famosa falla de La Laja, que originó el gran movimiento geológico producto de la interacción de dos grandes estructuras de roca y provocó el desastre en la población sanjuanina. Se encuentra en el piedemonte suroriental de la sierra de Villicum. Hace unos meses, el Ministerio de Turismo y Cultura, junto a la Universidad Nacional de San Juan y la Municipalidad de Albardón, inauguraron la pasarela “La Laja, Epicentro del Terremoto de 1944″. Se trata de un mirador cuyo objetivo es posicionar como el desplazamiento de las placas tectónicas que ocasionaron el terremoto, y es uno de los pocos lugares en el mundo que una falla está accesible a la orilla de la ruta. Sobre un cerro de menos de 10 metros de altura, a unos 30 metros de la calle La Laja, en Las Lomitas, se encuentra la fractura geológica que está compuesta por rocas de millones de años y de otras más jóvenes, describe el diario Huarpe.